La persecución contra sacerdotes
La persecución ilegal, injustificada e inclemente de la tiranía contra los sacerdotes, obispos y seminaristas católicos que, fieles a su credo y a su prédica han denunciado los atropellos del régimen genocida, es un hito más de crueldad en nuestro largo calvario a manos de una pandilla criminal enquistada en el Estado.
Que no se engañen los tiranos: la noche larga llegará a su fin. Que no se engañen los esbirros, los serviles, y los verdugos: la noche larga llegará a su fin. Que no se engañen los oportunistas, los que esperan que la pareja genocida y su clan sean desplazados para convertirse en los nuevos amos del sistema de poder antidemocrático: la noche larga llegará a su fin.
Por hoy, en lo inmediato, estos insólitos y bárbaros abusos deben unirnos en la acción y hacer de todas nuestras voces una: independientemente de si se es tibio adversario o enemigo radical de los dictadores de turno, nadie puede rehuir la responsabilidad de apoyar beligerantemente a la Iglesia perseguida; nadie puede rehuir la responsabilidad de unir fuerzas para detener el avance del monstruo destructor que desde El Carmen arrasa con todo lo que es bueno y de valor en nuestra nación.
Este es un momento clave para la reflexión, y para la acción. En el ámbito internacional, hay que llevar a los pueblos del mundo el SOS del pueblo nicaragüense, en especial el de los religiosos católicos, los pensadores como el filósofo Freddy Quezada, y muchos otros secuestrados al margen de la ley y sometidos a tratos inhumanos en su cautiverio. Hay que llenar las redes y los medios convencionales, escribir cartas a los periódicos, combinar recursos para comprar espacio en los principales medios de comunicación globales y hacer que el mundo sepa que en Nicaragua ocupa el poder una banda criminal que emplea estrategias y métodos fascistas.
Hay que exigir a todo aquel que se autodenomine opositor aceptar la realidad que muchos de ellos han tratado de ofuscar durante seis años: si queremos que pare la represión hay que derrocar a la dictadura genocida de El Carmen; no por detener las protestas paran las torturas; no es suplicando a la comunidad internacional por diálogos y elecciones que acaba la represión. Por el contrario, sin una estrategia beligerante la dictadura hace cada vez más daño. El Movimiento de los Nicaragüenses Libres llama al pueblo de Nicaragua a la lucha y a emplear con inteligencia y ética todos los medios posibles, porque es la única forma de defender la vida. Con o sin lucha habrá represión, habrá, de parte del régimen, violencia. Pero solo la lucha nos da esperanza.
Por eso instamos a todos nuestros compatriotas a comprometernos en organizar la rebelión popular, la acción simultánea que, por ser una abrumadora mayoría, la dictadura no podrá controlar. Tenemos que tejer redes de ciudadanos que nos permitan llevar y traer información, que nos permitan llegar al punto de poder paralizar al país, de hacerle imposible a la tiranía el control de todo el territorio. Necesitamos también hacerles saber a sus partidarios en todos los barrios y comarcas que no somos nosotros los que estamos rodeados, sino ellos. Frente a un régimen terrorista, debemos buscar que el miedo cruce la acera.
A quienes están atrapados, o voluntariamente permanecen, en las muy disminuidas filas de los partidarios del FSLN: su lealtad no vale nada para las cúpulas de la organización; ustedes están también en alto riesgo de caer aplastados por una u otra facción de una banda que se resquebraja en pleitos por el botín del Estado, y por la paranoia que cunde en El Carmen a medida que se acerca el fin. Abandonen el barco antes de que este se hunda. Los nicaragüenses democráticos no vamos a perseguir a nadie que no tenga demostrada culpabilidad en crímenes.
A los trabajadores del Estado: la mayoría de ustedes son sencillamente trabajadores que buscan el sustento de sus familias, y quieren hacerlo sin sacrificar su dignidad, mancillada hoy rutinariamente por el orteguismo; ustedes son una parte esencial de nuestro pueblo, y deben ser una parte esencial de la lucha. Hay que sabotear la operación de todos aquellos instrumentos de represión que la tiranía extrae del Estado que pertenece a todos. Vehículos, amenazas fiscales y judiciales, por ejemplo. Y que no quede un rincón de un edificio público sin redes que informen al pueblo de los desmanes del régimen, y que animen a la lucha por medio de la propaganda en baños, paredes, etc.
A los oficiales intermedios del Ejército: el futuro de ustedes es negro si el régimen perdura. Cada vez habrá menos oportunidades de avanzar en su carrera militar, porque el clan genocida de El Carmen necesita aliados conocidos y confiables en el alto mando. Ustedes, más jóvenes, quedarán estancados, sus beneficios económicos y de retiro se irán alejando cada vez más, y cada vez más crecerá el riesgo de que, ante el descontento popular, un soldado sea visto como un enemigo. El precio que pagarán ustedes si se llega a esta situación será altísimo, será de sangre y libertad; será, con seguridad, de abandono y hasta exilio. No olviden lo que pasó a los guardias de Somoza. Antes de que esto ocurra, les conviene a ustedes ser parte del movimiento popular que derrocará a la dictadura y construirá, con ustedes, fuerzas de defensa en democracia y libertad. No apunten sus rifles contra el pueblo del que vienen y en que viven. No maten a sus padres y hermanos, a sus compatriotas que quieren lo mismo que ustedes: pan y dignidad.
Y a nuestros hermanos sacerdotes y obispos que actúan con el coraje de la fe y la convicción del bien: gracias por no claudicar. No han abandonado a su pueblo y nosotros, su pueblo, estamos con ustedes, y no vamos a dejar de luchar por sus derechos, que también son los nuestros. Su ejemplo nos inspira, alimenta nuestro espíritu de lucha. Juntos llegaremos a la libertad, a través de la verdad y la justicia.
¡Alto a la represión contra la Iglesia Católica! ¡Muerte a la dictadura genocida! ¡Viva la lucha por la república democrática, en libertad, con derechos para todos, privilegios para nadie!