Mensaje de año nuevo del Movimiento de los Nicaragüenses Libres.

<<Esta vez sabemos qué hacer: organizarnos y dar pasos inteligentes para construir un movimiento que paralice el país, que lo haga ingobernable a la dictadura de turno y al equipo de relevo. El miedo no nos detendrá, porque tenemos fe. El miedo, que es natural, pondrá a prueba nuestra inteligencia, pero no derrotará nuestro coraje. Somos más que ellos y mejores que ellos. Nicaragua es nuestra y es mejor que ellos. Vamos a recuperarla para nosotros y nuestros descendientes.>>

Compatriotas, nuestro mensaje es simple: nuestro país atraviesa una noche oscura y quejumbrosa, pero la noche, como todo, termina. No desfallezcamos. 

Seamos realistas: esta noche oscura pasará. Depende de nosotros que su fin sea pronto, que no tengamos que sufrir al final del 2024 lo que hoy sufrimos. Seamos realistas, aprendamos de lo que hoy ocurre para tomar las acciones necesarias. Seamos realistas, entendamos que solo nosotros podemos hacer que se acorte la tragedia y se acerque la solución. No podemos esperar que nos caiga del cielo ni de la mano de los poderosos en el mundo. 

Y seamos realistas: los poderosos de Nicaragua están aliados en contra nuestra para defender su poder y sus riquezas. Los poderosos no solo son la dictadura de turno, el clan genocida de El Carmen, sino todos los intereses que se mueven en la sombra para quedarse con los pedazos de nuestra patria destrozada: la oligarquía de Pellas Chamorro, Ortiz Mayorga, Zamora Llanes, Montealegres, Baltodanos, etc. 

La oligarquía que duerme en la cama de la dictadura de turno y a la vez mantiene una querencia, un equipo de relevo al que pone a viajar y reunirse de hotel de lujo a hotel de lujo, de Los Ángeles a Washington y de Washington a Bruselas, por toda Europa, organizando “Espacios”, “Mesas”, que para nada sirven más que para quienes las arman. Cada uno de estos busca tener su feudo, su equipo de campaña, su manera de acceder a fondos para armar más “Mesas”, más “Espacios”, y así, ronda tras ronda, se han gastado millones de dólares que mejor hubieran servido para apoyar a los nicaragüenses dentro del territorio y respaldar su lucha. 

Este es el equipo de relevo que la oligarquía quisiera imponer, o, mejor dicho, hacer que el Departamento de Estado imponga, para que todo cambie sin que cambie nada, y sin que se haga justicia. El equipo de relevo de los Monteverdes y del MRS, estos últimos ahora UNAMOS, antiguos revolucionarios que han llamado a su amarre con la oligarquía una “alianza con la derecha”. ¿Para qué quieren esa alianza? Pues para regresar al poder que tuvieron, en la dictadura que ellos ejercieron y de la que disfrutaron hasta que Ortega se deshizo de ellos. 

Esta es una lección fundamental, a partir de los hechos, de las acciones, y no solo de los discursos de los miembros y operadores de la oligarquía y los políticos a ellos vendidos. Es, sin duda, una alianza impía, sucia, que es como la imagen en el espejo de la que la propia oligarquía mantiene en el poder con el FSLN. Fuera del poder, su alianza es con los disidentes expulsados del FSLN, y unos pocos políticos a quienes el cálculo oportunista les dice “mejor juntémonos a estos, así nos será más fácil subir”.

Mientras tanto, los genocidas de El Carmen cruzan todas las barreras que antes se creían infranqueables. Desatan una cacería ilegal, injustificable e inhumana contra los miembros de la Iglesia Católica que se han atrevido a hablar la verdad en defensa del pueblo. Esto ocurre, y el cardenal orteguista Leopoldo Brenes calla, y se oye apenas una queja insuficiente, en seis años de calvario, de la boca del Papa. Un comentario de disgusto y desprecio (no cabe duda), pero no el trueno, o mejor, la rayería, que la autoridad y responsabilidad papal harían esperar, que sería deseable y tendría un gran impacto contra el régimen. De todos modos, los sacerdotes y monseñores fieles a su credo, coherentes con su prédica y fuertes en su convicción muestran, en su desafío, que la dictadura de turno siente necesidad de suprimir la voz del púlpito, y que su necesidad de sobrevivir le cierra los ojos al realismo: todo poder tiene límites, y el suyo se acerca a los límites; después de alcanzado ese límite, las leyes de la naturaleza los condenan a sufrir las consecuencias de sus actos. Los genocidas de turno pagarán por este crimen y todos los que han cometido. 

¿Y quiénes los harán pagar? Aquí es donde el realismo nos lleva a una conclusión optimista. Los nicaragüenses que no estamos en la nómina de la oligarquía o de la dictadura de turno somos una abrumadora mayoría. Escasamente un 10% de la población estará, de una manera u otra, entregada al sistema oligárquico-autoritario. La pareja genocida es universalmente despreciada, los operadores oligárquicos de Monteverde-Unamos no tienen credibilidad alguna, y los políticos que quisieron emerger en este fatídico período de nuestra historia, como Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Arturo Cruz, Cristiana Chamorro, Mario Arana, y otros, son vistos por la población como inservibles u oportunistas.

El resto de nosotros, hay que repetirlo, somos una abrumadora mayoría. Somos el 90% que no se rinde, que sabe que somos los dueños del país y tenemos el derecho a gobernarlo para ser libres y tener oportunidad de ser prósperos. Para que Nicaragua vuelva a ser nuestro hogar, y no la cárcel donde estamos presos o de la huimos o somos expulsados. Somos el 90% que rechaza el NOSEPUEDISMO de la falsa oposición, y somos el 90% que espera el momento justo para arrancar del poder a los genocidas e impedir también que el equipo de relevo de la oligarquía, los Monteverdes-Unamos, construyan otra farsa, otra falsa transición como la del 1990, en la que todo parece cambiar para que nada cambie en el fondo, para que ellos mantengan sus privilegios, y el país siga descendiendo hacia más miseria y violencia. 

Esta vez ya conocemos el libreto. Esta vez sabemos qué hacer: organizarnos y dar pasos inteligentes para construir un movimiento que paralice el país, que lo haga ingobernable a la dictadura de turno y al equipo de relevo. El miedo no nos detendrá, porque tenemos fe. El miedo, que es natural, pondrá a prueba nuestra inteligencia, pero no derrotará nuestro coraje. Somos más que ellos y mejores que ellos. Nicaragua es nuestra y es mejor que ellos. Vamos a recuperarla para nosotros y nuestros descendientes. No nos vamos a quedar esperando, como quiere la falsa oposición (el equipo de relevo) hasta que “la comunidad internacional”, es decir el gobierno de Estados Unidos, decida que ya Daniel Ortega no es su “hijo de perra”. No nos vamos a conformar, ni con la continuación del régimen actual de terror, ni con las injusticias cometidas, ni con los crímenes atroces perpetrados, ni con payasadas como “justicia transicional”, “regresar a la Constitución”, ni con “el único problema es Ortega”.  Ortega es el pus, y lo haremos salir. Pero vamos a curar la fuente de la infección: el sistema de poder que produce dictaduras, dominado por una oligarquía extractivista, explotadora y antidemocrática. Y vamos a crear una república democrática, por primera vez en nuestra historia. 

Pretendemos hacerlo con la menor pérdida de vidas posible. Pero no debe olvidarse: son la violencia de la dictadura y los juegos de la oligarquía los que matan y alargan el calvario. Nuestro propósito es recurrir a la lucha noviolenta, pero esto debe quedar claro también: nadie puede quitarnos el derecho a la defensa propia.

Es moral, es legal, es ético oponer la violencia armada a un poder que intenta destruirnos y dañar a nuestras familias. La violencia armada contra la opresión está, más allá de toda duda, justificada en el caso de Nicaragua. Su uso, dentro de la ética que nos manda proteger los derechos humanos de los inocentes, será decidido por el pueblo dependiendo de las circunstancias que la tiranía cree; será decidido por la necesidad de defender nuestras vidas y recorrer el trecho final hacia la libertad. 

Pero ese trecho será nuestro. El pueblo nicaragüense lo ha hecho antes, y ha sido engañado y traicionado. Esta vez vamos con los ojos abiertos, vamos a triunfar con nuestra propia fe, y no engatusados por las mentiras de los demagogos y los traidores. Esta vez vamos a organizarnos y a luchar, no solo para derrocar al tirano de turno, sino para construir un nuevo sistema, con el poder disperso en manos nuestras, muchas manos, para que nunca más vuelva a concentrarse en una minoría opresora. Así, en libertad, cada día de trabajo será un día para hacer feliz a los nuestros, para construir la riqueza material de un país que puede ser rico, donde no debería haber un solo niño hambriento y sin educación; donde debemos soñar en alcanzar el desarrollo tecnológico pleno, y, sobre todo, el desarrollo humano. Paz en libertad. Justicia para sostener la paz. Eso es lo que queremos, y eso es lo que tendremos.

A las puertas del 2024, nos llamamos hermanos, compatriotas, nos abrazamos y seguimos adelante. La noche oscura terminará pronto. No desfallezcamos.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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