Las lecciones de Bolivia
Manuel Sandoval Cruz
Los últimos meses en Hispanoamérica han sido tan convulsos que ya no se trata de izquierda ni derecha, sino de las protestas contra el sistema de los Estados donde se han dado estos acontecimientos, cuyos efectos geopolíticos son amplios en el sistema interamericano.
No son realidades exógenas, todas están relacionadas por el cambio de políticas públicas enfocadas en materia económica que han desencadenado estas protestas en Chile, Argentina, Ecuador, Nicaragua, Costa Rica, Honduras y las realidades más complejas como las de Venezuela, o por el fraude electoral en Bolivia.
Parece, pues, que al observar estos acontecimientos en América podemos evocar aquel verso de Darío en su poema A Roosevelt: “vive de luz, de fuego…/ que tiembla de huracanes y que vive de amor”.
Este descontento popular frente a los gobiernos de Macri en Argentina, Piñera en Chile, Moreno en Ecuador, Evo en Bolivia; contra Maduro en Venezuela; contra Ortega-Murillo en Nicaragua, y contra algunas medidas económicas del presidente Carlos Alvarado en Costa Rica y contra Juan Orlando Hernández en Honduras; han estado acompañadas de un sin número de violaciones a los derechos humanos y libertades fundamentales que han sido condenadas por el sistema interamericano, más cuando se evidencian las expresiones de “brisa bolivariana” que dijo el chavista Diosdado Cabello.
Pero lo que hoy nos ocupa son las grandes lecciones de Bolivia para Nicaragua, tras una salida pacífica a la tiranía del dictador indígena Evo Morales.
Antes que nada, es menester aclarar que no estamos frente a un Golpe de Estado como han querido señalar. La ruptura al orden constitucional se da cuando intentan legitimar la reelección de Evo Morales bajo la absurda justificación que es un derecho humano y obviar la prohibición taxativa de la Constitución, así como los resultados del Referéndum donde Bolivia dijo No. Pese a esto, Evo orquesta un fraude electoral que evidenció la OEA y que produjo la escalada de protestas, paro, negación al diálogo y el respaldo institucional a las demandas del soberano boliviano.
Por supuesto, en algunos casos es cuestionable la participación de las Fuerzas Armadas de Bolivia al colocar la banda presidencial a quien, por mandato constitucional, le compete asumir una presidencia interina en el vacío de poder y convocar a elecciones nuevamente para el restablecimiento de la democracia.
No obstante, resulta insidioso tipificar como Golpe de Estado el cumplimiento del artículo 245 de la Constitución de Bolivia de parte de las Fuerzas Armadas. Es similar preguntarnos que si el Ejército de Nicaragua hubiese cumplido con el 93 y 95 constitucional, ¿lo llamaríamos Golpe de Estado?
En todo caso, hablar de Golpe de Estado en Bolivia es absurdo. De lo que cabe hablar es de la legitimidad de Evo para poder seguir ejerciendo el poder, lo que, claramente, no existía y su renuncia no es más que la consecuencia para quienes niegan el derecho al pueblo de decidir en las urnas.
La primera gran lección de Bolivia es la lección institucional. Se puede decir que la cooptación del Estado no era tanto como el caso de Nicaragua, Cuba o Venezuela. Lo que se demostró es el deber que el Estado tiene para con el pueblo. La policía, el ejército, la fiscalía, la Defensoría del pueblo solo cumplieron con lo que la ley les ordenaba, lo que por imperio constitucional y ético debía hacerse.
Toda institución se debe al pueblo, que es la razón del Estado y en quien radica la soberanía de una nación. Las realidades de Cuba, Nicaragua, Venezuela fuesen distintas si no se hubiera acaparado todo el poder, si no se hubiera erosionado el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática estuviese intacta, pero ese control absoluto es propio de quienes organizan el poder de manera familiar, autoritaria y con pretensiones dinásticas.
Todos sabemos cuáles son las posturas de la Policía y del Ejército en Nicaragua: a favor de Ortega-Murillo. Es imposible lograr un quiebre interno en ambas instituciones dado que existe una fidelidad histórica fundacional al FSLN. Por todas las acciones de Francisco Díaz y Julio César Avilés, no podemos tolerar las aseveraciones de Humberto Belli para con el Ejército. El Ejército en Nicaragua es nocivo para la democracia y debe desaparecer en una Nicaragua distinta.
Segundo, la lección es política y organizacional. Bolivia no oxigenó a Evo Morales. Sus llamados a diálogo para ganar tiempo fueron desatendidos. La oposición boliviana notó cómo el diálogo en Nicaragua (fracasado en dos intentos) y el de Venezuela, no dio resultados efectivos y solo generó mayor escepticismo y con resultados tan pocos. El terrorismo estatal no puede gozar del beneficio de la duda ni de darle más tiempo para oxigenar su aparato represivo y lanzar una ofensiva cruel contra los derechos humanos.
Mientras en Nicaragua se dialogaba, El Carmen ideaba su “Operación Limpieza” que cubrió de espanto y horror al país. Por lo que, tanto la Alianza Cívica, la Unidad Nacional o cualquier otra expresión que surja, deberá reconsiderar su estrategia de presión, pues la mayor lección de Bolivia es ética, de valores, de principios y no intereses y oportunismos como los que ya se conocen en Nicaragua.
Las fuerzas políticas se debieron al pueblo de Bolivia, al contrario de Nicaragua: el pueblo se debe a esos grupos que han fracasado en su estrategia de presión interna e ignorado las propuestas que personas y colectivos han presentado para golpear al régimen Ortega-Murillo.
Esta realidad tan triste y nefasta ha generado un sentimiento de desconfianza y alarga las esperanzas de una salida a la crisis. Preguntemos a las Madres de Abril o a las Madres del Comité Pro-Liberación de Presos Políticos sobre qué es más importante: ¿la economía?, o, ¿justicia y democracia? Por supuesto, en Nicaragua hay dos tipos de prioridades: la de los grupos empresariales y las del pueblo.
No quiero dejar de decir, para concluir, que la lección de Bolivia no tenga connotación para el pueblo nicaragüense. Lo único que nos deja como lección es la fuerza de la calle, la presión de un paro (que tantas veces exigimos); que el pueblo sí puede doblegar cualquier tiranía, porque esa es la esperanza: lograr que todas las tiranías se vengan al suelo, como profetizó Darío en ¿Por qué?
(El autor es estudiante universitario en el exilio)