Las palomas degolladas

<<Los Nicaragüenses Libres (NL) estamos con la Iglesia católica y con los valientes pastores que defienden a sus ovejas, pero no dejaremos de denunciar a seres humanos débiles y cobardes que no están a la altura de sus cargos y prefieren la comodidad de aliarse con quienes desean y procuran el total sometimiento de nuestro pueblo.>>

¿Qué dirá el Santo Padre

que vive en Roma

que le están degollando

a sus palomas?

Generaciones de luchadores sociales han apelado al papa de turno con estas palabras de esa famosa canción de Violeta Parra, como un llamado al máximo líder de la Iglesia católica a intervenir frente a las injusticias, frente al padecimiento de los pueblos a manos de los opresores.

Nunca más apropiada esa estrofa para pedir a Francisco, el actual papa, que intercediera en Nicaragua por su Iglesia, es decir por sus pastores y los fieles, que defendiera a su Iglesia, pero frente a la dictadura chayorteguista el papa ha guardado silencio, por más que los nicaragüenses e innumerables dignatarios de diferentes nacionalidades le han pedido manifestarse. Frente a la injusticia, el silencio de aquellos que pueden y están obligados a hablar, es complicidad. Como líder de la Iglesia católica el papa está obligado a salir en defensa de los pueblos que sufren opresión, pero en el caso de Nicaragua no ha cumplido con su deber y no tiene justificación para ello. 

El 25 de diciembre de 2018, en el discurso de la bendición urbi et orbi, el papa dijo lo siguiente:

“Que delante del Niño Jesús, los habitantes de la querida Nicaragua se redescubran hermanos, para que no prevalezcan las divisiones y las discordias, sino que todos se esfuercen por favorecer la reconciliación y por construir juntos el futuro del país”.

En esas cuarenta palabras, el papa hizo como que no veía que en ese año que terminaba, en Nicaragua una dictadura criminal había estado degollando a sus palomas, torturando, hiriendo y matando a su pueblo. Pone además a todos al mismo nivel, como si victimarios y víctimas fuesen igualmente culpables, y manda a la madre a reconciliarse con los criminales que han matado a su hijo.

Luego de esas palabras el papa guardó un silencio absoluto sobre Nicaragua. Ningún comunicado, ninguna condena al régimen genocida, ninguna mención, nada. Silencio nada más, abandono total de su Iglesia. Guardó silencio mientras la dictadura hacía una orgía de sangre. 

Es solo tres años, siete meses y veintisiete días después, o lo que es lo mismo 1335 días, que el papa vuelve a referirse a nuestro país. El 21 de agosto de 2022 el prelado dice: 

“Sigo de cerca, con preocupación y dolor, la situación en Nicaragua, que involucra a personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y mi esperanza de que, a través de un diálogo abierto y sincero, se puedan seguir encontrando las bases para una coexistencia respetuosa y pacífica. Pidamos al Señor, por intercesión de la Purísima, que inspire en los corazones de todos una voluntad tan concreta”. 

Con esas frases hechas, impersonales y vacías de sentimientos, el papa manda de nuevo a víctimas y victimarios a reconciliarse. “Coexistencia pacífica” dice, como si el león y la oveja pudiesen coexistir. “Diálogo” dice, cuando él mismo ha dicho que con el diablo no se dialoga. 

El papa, que ha dicho mantener una amistad humana con Raúl Castro, mientras hace oídos sordos al clamor de los cubanos por su libertad, ha tomado evidentemente partido por los opresores de los pueblos. 

Por esa razón no es de extrañar que, en Nicaragua, el cardenal Leopoldo Brenes, jerarca de la Iglesia católica del país, se haya puesto claramente del lado de la dictadura; Brenes sigue muy obedientemente las órdenes de Rosario Murillo, y llega al colmo de publicar, servilmente, las prohibiciones que la guardia de la dictadura impone a los católicos. No protesta, no reclama, escucha y obedece.

Al igual que la jefatura del ejército y de la policía persiguen, reprimen y silencian a los miembros de esas instituciones, el cardenal Leopoldo Brenes, con la venia del papa, persigue, reprime y manda callar a obispos y sacerdotes, que como buenos pastores defienden a sus ovejas y se ponen, como es su obligación, del lado de los oprimidos. Calla el cardenal mientras apresan a los sacerdotes de la Iglesia que dirige y les imponen largas condenas en base a falsas y absurdas acusaciones en juicios marrulleros. Calla el cardenal mientras la guardia orteguista ha apresado y hecho desaparecer al Obispo Rolando Álvarez. Calla, mientras muchos sacerdotes son asediados y se ven obligados a salir al exilio. Siguiendo los lineamientos de la dictadura el objetivo de Brenes es hacer callar, apagar completamente a la Iglesia toda, callar a los católicos.

Esta no es la primera vez que Ortega intenta destruir a la iglesia católica, desde afuera pero también minándola desde adentro. Ya lo hizo en la funesta década de 1980. La diferencia es que entonces había una jerarquía de la Iglesia nicaragüense que era combativa y salía en defensa de pastores y fieles exponiendo sus vidas y sus honras, pues los sandinistas usaban los más sucios métodos para combatirles.

Una diferencia enorme es también que entonces había un papa, Juan Pablo Segundo, que era un hombre valiente y decidido, que como un león herido defendía a los suyos. Como debe hacer un verdadero pastor, enfrentaba a quienes iban por sus ovejas y en medio de la guerra fue capaz de venir a Nicaragua a la cueva del lobo, y a exigir a los sandinistas que dejaran en paz a sus pastores y a los fieles, que dejaran en paz a su Iglesia, la primera interesada en tener la paz. Aquel era un gigante, un pastor de verdad.

¿Qué le queda hacer a las ovejas cuando el pastor entra en Alianza con el lobo, cuando le abre la puerta para que entre y haga un festín con ellas? ¿Qué les queda a los católicos hacer cuando el cardenal Leopoldo Brenes se alía con Rosario Murillo para mantenerlos inmóviles, obedientes, silenciados?, ¿Qué les queda a los católicos hacer cuando les imponen el silencio de ovejas aterrorizadas mientras las exterminan?

Les queda no abandonar su iglesia y sus tradiciones, salvarla de los falsos profetas y de los lobos vestidos con piel de oveja. Les corresponde protegerse a sí mismos, proteger a sus buenos pastores, agruparse alrededor de ellos, proteger a la iglesia de aquellos que quieren destruirla, sean estos enemigos externos o internos. 

Los Nicaragüenses Libres estamos con la Iglesia católica y con los valientes pastores que defienden a sus ovejas, pero no dejaremos de denunciar a seres humanos débiles y cobardes que no están a la altura de sus cargos y prefieren la comodidad de aliarse con quienes desean y procuran el total sometimiento de nuestro pueblo. 

Pío Martínez
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