¿Logrará Bukele acabar con la democracia en El Salvador?
Bukele tiene un presente ruidoso, pero su futuro será un desastre aparatoso. Las cuentas de un país son similares a las de cualquier persona, si gasta más de lo que tiene termina quebrado y cuando eso ocurre tiene conflictos con la familia, los amigos y hasta con la justicia. Bukele ha ofrecido acabar con la corrupción, terminar la violencia de las pandillas, construir aeropuerto, trenes y obras faraónicas, prestar dinero a bajos intereses a los pequeños negocios y regalar comida y hasta casas a los pobres.
Para que todo eso sea sostenible dice que necesita ganar las elecciones, controlar la Asamblea, la Corte Suprema, la Fiscalía y concentrar todo el poder para que nadie lo estorbe. De esa forma, dice él, los salvadoreños recibirán más regalos, los pandilleros se volverán ángeles, sus ministros no robarán y en poco más de cuatro años seremos un país de Primer Mundo.
Bukele, para sus seguidores, es un vengador que debe acabar con los partidos de oposición porque éstos no le cumplieron al pueblo. Después de esa venganza el país será mejor y todos viviremos felices. Pero la realidad es bastante más complicada de lo que sus seguidores creen y la vida les dará pronto una terrible lección.
Ya existen crecientes evidencias de corrupción en el gobierno de Bukele, pero muchos le siguen creyendo. La historia enseña que a mayor concentración de poder corresponde más corrupción. Por lo tanto, si Bukele acumula más poder habrá más corrupción, porque no habrá opositores que denuncien, fiscales que investiguen, jueces que procesen, policías que arresten y periodistas que critiquen.
Todos los escándalos, juicios y presos por corrupción que tanto enojaron a la gente en el pasado reciente se conocieron y procesaron porque ningún partido tenía todo el poder. Bukele aspira a manejar miles de millones de dólares del mayor presupuesto de nuestra historia sin que nadie lo controle; el chiste es que quiere que le creamos que no robará.
Bukele proclama que ha reducido los homicidios y, efectivamente, esto ocurrió “mágicamente”, sin aumentar el número de policías y militares en las calles, sin aplicar programas sociales preventivos importantes y sin que las pandillas hayan perdido el control de sus territorios; éstas pueden seguir extorsionando, desapareciendo y matando gente cuando quieren: existe una denuncia seria y documentada de que hay una negociación con las maras y muchas dudas sobre dineros que podrían haber sido entregados a éstas.
En conclusión, hay suficiente base para pensar que la milagrosa reducción de homicidios de Bukele es resultado de un acuerdo con las maras que además les está permitiendo a éstas aumentar su poder. Esta paz mafiosa terminará cuando ya no haya dinero para pagar a las pandillas, y cuando eso ocurra enfrentaremos una violencia mucho mayor a la de años anteriores.
Bukele está aplicando la vieja fórmula de regalar para ganar votos. La pregunta que surge es ¿de dónde sacará el dinero para mantener la ilusión de la gente con los regalos y construir sus trenes? En Venezuela, Chávez regalaba casas, refrigeradoras, comida; hacía grandes obras, pero el petróleo y el oro venezolano pagaban todo. En Nicaragua, Ortega regalaba chanchos a los campesinos, materiales de construcción, comida; y hacía grandes fiestas con el dinero que le regalaba Venezuela; cosas similares ocurrieron en Bolivia y Ecuador, que tienen gas natural, petróleo, litio y muchas riquezas naturales. Y nosotros, ¿qué tenemos? Mucha gente con hambre, un gran desempleo, remesas, una deuda enorme, y nadie que nos regale nada.
Bukele está construyendo castillos en el aire, toma préstamos internacionales al 10% y presta a los pequeños negocios al 3%. Compra comida en el extranjero en vez de a los productores nacionales, sostiene su pacto con las pandillas y gasta millonadas en publicidad, todo con dinero prestado.
No da una sola idea de cómo reconstruir la economía para producir; por el contrario, amenaza y asusta a los empresarios que son los únicos que pueden generar empleos. Cuando a Maduro y a Ortega se les acabó el dinero, en vez de comida repartieron garrotazos y balazos. El dinero ya no les alcanzó para regalar, pero sí para robar. Bukele dice que está refundando el ejército y la policía y éstos se han convertido en los niños bonitos de su propaganda.
Estamos frente al peligro de que cuando el dinero solo alcance para robar ya no importará tu voto, sino las botas de los soldados y policías.
Bukele no está inventando nada nuevo, su gobierno pertenece a la corriente llamada populista. Los populistas venden ilusiones, definen un enemigo a odiar, se asumen como únicos representantes del pueblo y concentran el poder. Son ignorantes con habilidad para explotar la ignorancia de otros. Rodrigo Duterte, de Filipinas, que proclama que mata delincuentes con sus propias manos; Ortega, Maduro, y hasta Trump, gran amigo de Bukele, son populistas.
No hay populista bueno ni exitoso, todos los populistas comienzan como comedia y terminan como tragedia. Si Bukele concentra más poder habrá más corrupción, más homicidios, más desempleo, más pobreza, más hambre, más emigración, más frustración, y reaparecerá la represión.
Esta tragedia la sufriremos pronto, porque en nuestro país no hay dinero para sostener la comedia. En Venezuela hay quienes lloran al recordar que votaron por Chávez y viendo las recientes escenas en Washington seguro ahora hay muchos estadounidenses arrepentidos. Todavía es tiempo de que los seguidores de Bukele eviten llorar en el futuro.»