No es lo mismo, ni es igual, caer que aterrizar suave. (Managua, París, Dios y el Diablo)
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
Sería hasta chistoso que yo dijera estar de acuerdo con el comentario de Félix Maradiaga, quien dice estar de acuerdo con el contenido de mi artículo https://ciudadanoequis.org/2020/04/27/aritmetica-del-sueno-democratico-y-un-tanque-de-guerra/. Me sentiría que estoy hablándome a mí mismo: “Te felicito Fran, has dado en el clavo, estoy de acuerdo con vos”; “gracias”, Fran”. Sería también triste olvidar que la vanidad de vez en cuando arma berrinches y pide esos gustos. Es consuelo de tontos saber que el monstruo es así, que se va con cualquiera, que es incurablemente promiscuo.
Lo importante, una vez que yo y yo nos hemos entendido, es caer en cuenta de que estar de acuerdo en principio (de palabra) no es suficiente, si no logramos que estos principios sean abrazados por la mayoría, y que la minoría que se dedica de lleno a la política (siempre ha sido una minoría), se percate de ese abrazo mayoritario, y lo comparta.
Yo creo que si algo se ha ganado en medio de la derrota táctica de Abril (la victoria estratégica está en el horizonte) es que la población se ha alejado de manera aparentemente irreversible del espejismo autoritario de las vanguardias, de los mesías, y de las soluciones utópicas (como la de ir a elecciones con el tirano), y por consiguiente el terreno está más fértil que nunca para propuestas que tengan un espíritu similar al de la que expuse en mi artículo: autogestión, autogobierno, dispersión del poder, desmilitarización, despartidismación, Constituyente democrática.
Donde no hemos avanzado mucho es en la postura de la minoría a la cual me refiero. Muchos de ellos han, sencillamente, claudicado ante los demonios del pasado, los de la opresión secular. Se arrodillan ante los dueños de la plantación postcolonial, les sirven a cambio de mendrugos. Otros vacilan como veletas en un viento indeciso; indecisos ellos, con miedo a optar entre principio y oportunidad. A mis ojos, lo he dicho antes, parecen gente que quiere el mango pero no quiere cortarlo, quiere que les caiga en las manos.
Una conocida dirigente de la UNAB (me reservo por hoy su nombre, porque hizo el comentario en una llamada de acceso restringido) lo confesó de esta manera: “tenemos que estar preparados para cualquier ‘salida’, ya sea elecciones (con Ortega), o luchar para desconocerlo, derrocarlo, formar un gobierno de transición; no debemos ver estas alternativas como que una compite con la otra”.
Es decir, según esta dirigente, da igual. Llegaremos a “la meta”, según ella, tanto si se derroca a la dictadura como si se acepta que los miembros de una pandilla criminal marchen, como niños de primera comunión, a la gran ceremonia de la democracia. Naturalmente–no creo que sea necesario explicar otra vez que una “elección con Ortega” legitima a los tiranos y estira en el tiempo su poder–esta visión chocó contra una pared que, por el ethos civilizado de la llamada, fue de escepticismo.
Modales aparte, quedó claro que la postura de la dirigente es oportunista. Quiere (quieren) estar bien con Dios y con el Diablo. Quieren que una población cansada de su palabrería, secretismo y maniobras palaciegas, vea en ellos a luchadores que van por las metas populares: desmantelar la dictadura, hacer justicia, fundar la democracia. A la vez, quieren que los poderes fácticos (los milmillonarios, los viejos zorros que se esconden tras oenegés, y los burócratas de la diplomacia internacional) los vean como socios dóciles, “razonables”, listos a negociar hasta el hastío, a interpretar el libreto que les dictan los ingenieros del “aterrizaje suave”. A veces, y esto es lo peor, ¡hasta parecen querer que Ortega y su clan “pierdan el miedo”! Lo he puesto entre comillas por más de una razón. La más preocupante, incluso tenebrosa, es que he leído la frase algunas veces en comentarios de activistas de la Alianza-UNAB. Y por supuesto, si no tenemos París, siempre tendremos el cinismo de políticos de la vieja guardia [escriba los nombres aquí] que aconsejan, sin pelos en la lengua, que en una negociación con Ortega “algo hay que darle”.
Todo esto para decir que no “da igual”. Que de nada sirve recitar el credo sin cumplir los mandamientos. Que ya se sabe que París bien vale una misa y por tanto es sabio el pueblo que increpa a quienes muy en público se dan golpes en el pecho.
De quienes dicen “estar de acuerdo” exigimos más. No basta que declaren su simpatía por nuestra causa, ni que nos digan que siguen luchando, que aunque no veamos ninguna evidencia ellos trabajan incansablemente para “aumentar la presión” contra el régimen. No basta que digan querer “la renuncia de Ortega”, si sus actos no demuestran que buscan el derrocamiento de Ortega, es decir, si siguen hablando de elecciones con Ortega “aunque en este momento no hay condiciones“, si no rompen con quienes abiertamente insisten en un “aterrizaje suave”. Porque el avión que bajaría intacto sería el sistema dictatorial.