¿Podemos seguir esperando a la comunidad internacional?
Fidel Ernesto Narváez
<<Es triste que ni los crímenes de lesa humanidad, ni una pandemia, nos quiten de la cabeza la idea de que vendrán otros de afuera a salvarnos. Estamos solos frente al sistema, y si no nos salvamos nosotros mismos, no nos salva nadie.>>
Si a la «comunidad internacional» le importaron poco los crímenes de lesa humanidad en Nicaragua, ¿ustedes creen que les va a importar el contagio por Coronavirus que promueve la dictadura con sus marchas y silencio?
Es triste que ni los crímenes de lesa humanidad, ni una pandemia, nos quiten de la cabeza la idea de que vendrán otros de afuera a salvarnos. Estamos solos frente al sistema, y si no nos salvamos nosotros mismos, no nos salva nadie.
Somos como Haití y su terremoto con más de 300,000 muertos, somos los hijos de los supervivientes de la navidad del 72, del sueño convertido en pesadilla del 79, de la ilusión desengañada del 90, somos Honduras, sus cadáveres en bolsas negras, su palma africana y minería intensiva, su impunidad.
Somos muchas naciones de África queriendo salir de los traumas de la guerra, somos los indígenas desalojados de sus tierras, somos los que salen en manada de sus países para llegar a otros, somos el virus que muchos xenófobos quieren fuera de sus países, somos la gente que vive en permanente cuarentena de pobreza, violencia y miseria.
Somos los que mueren en cañaverales, en universidades, en fronteras, en cárceles; los que presenciamos la pandemia del genocidio, del feminicidio; somos, en definitiva, víctimas de otros coronavirus y de nada servirá que nos lavemos las manos. Todos nacemos ya con ese virus que tarde o temprano nos mata el cuerpo, o el alma, donde la única distancia de seguridad que te aplican es de tres metros bajo tierra.
Nacemos y aprendemos a leer y escribir con un epitafio, luego te lo dan para que lo cargués, y que el día menos pensado, cuando te atraviese un plomo la cabeza, nadie tenga que escribirlo por vos.
Sólo el pueblo salva al pueblo.
«Todos nacimos medio muertos en 1932», dijo Roque Dalton.