Postal indignada

Aymara Aymerich
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Soy una persona sumamente pacifista. En algún momento he llegado a ser ridículamente pacifista. Mis manos siempre están abiertas. Pero esas manos pueden convertirse en puños si mi derecho a la vida, o el de los míos, se ve amenazado en lo más mínimo. A no dudarlo. Estoy en la piel de los indignados, en la piel mulata de mi abuela y en la piel negra de mi bisabuela y demás ancestros. No creo en sermones cómodos desde tus privilegios. Ve con tu moralina y mírate al espejo con una rodilla que te va a asfixiar. Mírate muriendo y después hablamos. También soy ridículamente blanca, y pelirroja y pecosa. Por favor, no me vengas con el discurso racista de la no-violencia, y dime si quieres o no detener el crimen. No me vengas a joder. ¡Estoy que corto!