Puro cuento
«El exteriorismo bueno como nosotros,
da gato por gato, y liebre por liebre,
como la ley del talión.»
Los exterioristas (Manifiesto) –EMS
El libro Puro cuento, compilado por Julio Valle-Castillo y publicado por Editorial Anamá en 2013, contiene relatos inéditos y algunos conocidos del poeta y narrador Ernesto Mejía Sánchez (1923-1985), autor perteneciente a la “generación de los 40”, según Julio Valle-Castillo, junto a los poetas Carlos Martínez Rivas y Ernesto Cardenal. Fue el único de ellos que incursionó y produjo narrativa, en este caso, relatos. Relatos de toda gama: fantásticos, realistas y policíacos; cortos, extensos y muy poéticos.
Mejía Sánchez es, además, un académico, pero eso no le hizo encerrarse en una torre de marfil, más bien le permitió hundirse en los recovecos de toda la literatura hispanoamericana, dominar el lenguaje a la perfección y saber qué hacer con el oficio. El oficio demanda muchas cosas, en primer lugar, la asidua lectura, y en segundo lugar, el ejercicio de la escritura como modo de vida. No hay otra forma, se vive para el arte, para crear obras maestras, y en este caso los relatos de Mejía Sánchez son obras maestras. Para comenzar, el primer título que aparece en el índice del libro se trata del relato o poesía extensa más conocido, titulado «La carne contigua».
Como si se tratase de una tribu los personajes junto con el narrador son cómplices de un amor incestuoso. La forma escrita es precisa, el lenguaje y el léxico bastante sencillo. La historia logra el cometido de embrujar al lector. Desde los nombres, que parecen de una antigua tribu: “Amnón”, “Thamar” y “Absalón”, suenan a nombres del medio oriente. Se habla de un templo, y que Amnón es un profeta. Una frase memorable del relato me hace pensar que se trata de una época ancestral:
Yo creía que, si la tierra fuera redonda, ella hubiera podido sostenerla en sus manos, como una manzana; pero creer esto era pecado, decía mi madre; así lo aseguraban los libros y los doctores respetables.
Mejía Sánchez deja muchas pistas para discernir que se trata de una tribu ancestral con pocos conocimientos astronómicos. Llama la atención “la manzana” del conocimiento, que se relaciona con la del paraíso, el Edén, y la misma narradora relata que “creer esto era pecado”.
El relato “Tejido con su sangre” es aniquilador con su juego borgeano al decir lo siguiente:
“He copiado los párrafos anteriores de una falsa autobiografía que trato de escribir”.
El personaje es un paleógrafo en el Archivo, un paleógrafo es un profesional dedicado a las escrituras antiguas. Textos como “El misterioso crimen de Hernán Cortés” y los documentos de Urdiñola también captan la atención y hacen creer que en verdad se trata de un ratón de archivos antiguos. Además de esto, el narrador tiene publicado un libro titulado Inquisición de la nueva España. Se está frente a alguien muy culto y letrado. El desarrollo trata sobre el asesinato de la señora Blanche, todos tienen una coartada para la noche que ocurrió el asesinato en una fiesta: nadie recuerda nada. Es un relato policíaco escrito en los años cincuenta. Parece ser que Mejía Sánchez leía mucha literatura policíaca, debido a la perfección del relato. Ya de por sí el género policíaco resulta difícil, pero Mejía Sánchez logra muy bien su cometido.
Como si fuera poco en el relato “El rey (Autobiografía)” de género fantástico, sucede que Mejía Sánchez acierta con lo onírico y lo mítico. Combina la fantasía con seres como el minotauro, haciendo de este relato una evolución o superación del relato costumbrista.
Consecuentemente, el relato “El ciudadano” trata sobre un hombre en la cárcel con una libreta donde anota nombres de “embajadores, comunistas, sacerdotes, pintores y mujeres de mala vida, que se dedican a la literatura”. Un relato existencialista con un protagonista que procura enunciar sus aventuras por todo el mundo porque ya la vida se le ha ido y no tiene nada más que hacer. Un ritmo verborreíco hace que uno se sienta igual de desesperado que el protagonista.
En el relato “Camino de paciencia” parece que Mejía Sánchez se esmeró en plasmar palabras escogidas que le dan ritmo y musicalidad al texto. Es diferente a los otros cuentos por la forma escrita, con un lenguaje más exhaustivo. De por sí, el relato trata sobre literatura, ya se podrán imaginar que la exigencia de Mejía con el lenguaje sucede en este texto con mayor rigurosidad. Figuran trazos de palabras como si fuera un pintor con una brocha. Forma enunciados perfectos a través de un léxico nutrido. Está lleno de aforismos o sentencias como la siguiente:
El iracundo puede ser muerto por Ira Divina a manos de otro más iracundo; el iracundo puede matar o matarse, como la dama del grabado, y liberar así al asno o a la oveja; el iracundo muere primero por afanoso, presuroso y presuntuoso.
En cuanto al relato corto “Volvimos a Jaén”, muy bien escrito e igualmente lleno de simbologías como los gitanos de Granada (España) y los ciegos cuentacuentos, hacen de este relato una especie de sombra oscura que debe leerse con cautela para entender los hechos. El otro relato corto “Casa de la justicia” trata sobre el albergue de unos extranjeros, en donde el protagonista tiene que inyectar a una señora para sanarla, pero teme que la aguja esté infectada. En “Picasso y el argentino”, el argentino reta a Picasso a dibujar un triángulo y luego de dibujado, le pide su firma y que le regale el cuadro. Picasso accede, y el argentino vende el cuadro. Otro relato interesante por ficcionalizar la realidad es “Entrevista con Borges”. Despierta nostalgia y melancolía.
-¿Dos o tres?, -lo interrumpí bruscamente
-Quién sabe, -dijo-. Los hombres y los rostros cambian todos los días.
-No sólo los rostros -le dije yo con irritación-. Hasta las piedras. Mírelas, Borges, todas desportilladas o deslavadas, pintarrajeadas como putas de pueblo o señores de buena familia.
Esta alusión a las piedras me hizo recordar a Joaquín Pasos y su poema «Canto de guerra de las cosas». Las piedras como objeto y el sujeto como receptor visual acaban siendo sensibles. Sensibles ante una simple piedra y le dan un significado mayor por el grado mismo de sensibilidad por las cosas.
En el relato “Las primas del pueblo”, con afán de soltar frases largas, Mejía Sánchez logra un ritmo al mejor estilo de Gabriel García Márquez. Y con una frase que derrota cualquier poema cursi sugiere un campo semántico con sentido lógico y coherente:
A uno le de la impresión de que la gente no vive o no cambia mientras no la ve; pero cuando la ve cambiada, sentimos el ventarrón del tiempo sobre la cara. Lo mismo pasa con los pueblos que vemos desde la ventanilla del ferrocarril, que nos parecen pintados no más, para distracción del viajero, pero en una ocasión se descompone la máquina o se emborracha el maquinista y tenemos que pernoctar en ese lugar inimaginado y quizá hasta nos den ahí una bofetada: entonces nos damos cuenta de que el pueblo existe o que todo espacio está colmado, aunque sea de nada.
Los demás relatos como “Del Perú a México, por mar, tierra y mula, traduciendo a Ovidio”, “Del portugués, del latín y del toscano, con azogue en la sangre” “Los faroles” “Los exterioristas (Manifiesto)” “Los andarines”, “La intervención”; “Borges y Reyes” “Los magos enemigos”, “Un coup de lettres” e “Inquietudes de la postal”, son relatos cortos con una fuerza poética que expresan los más recónditos lugares de la memoria del autor y su imaginación.