Sandinismo u orteguismo: Hora de quitarse el apellido
Pío Martínez
«Tiene que llegar un momento en que el sandinismo desaparezca de nuestra tierra y pase junto con el somocismo a ser estudiado como un negro período de nuestra historia predemocrática. Es una lástima, pero el FSLN puso una mancha horrible e indeleble en la palabra “sandinista”. Con sus acciones ensució para siempre el apellido del héroe antiimperialista. Lo convirtió en una palabra obscena y todas aquellas organizaciones que llevan esa palabra en sus nombres deberían cambiarla por otra más civilizada».
Hay quienes pretenden distinguir entre sandinismo y lo que ahora han dado en llamar «orteguismo». Yo no veo la diferencia. Yo veo la dictadura de Daniel Ortega y el orteguismo como la etapa última del sandinismo, como su lógico desenlace. De un grupo organizado verticalmente desde su creación, basado en la ciega obediencia a las líneas que llegan desde arriba, que ni siquiera en los años de revolución modificó nunca su rígida estructura (no podía esperarse otro resultado). De una organización que no es democrática no puede esperarse sino que su gobierno devenga en dictadura.
No se puede pedir peras al olmo.
Quienes vivimos en Nicaragua en la década de los ochenta en el primer gobierno sandinista sabemos que no hay mucha diferencia entre lo que eran las masas sandinistas de entonces y lo que son ahora. En aquellos tiempos las masas coreaban «Dirección Nacional, ordene» igual que ahora cantan «el comandante se queda». Igual de obedientes eran, igual de fanatizadas, igual de violentas cuando eran azuzadas contra los enemigos, como las de ahora. El «partido» sandinista ya no tiene a la misma gente que entonces, pero los métodos son los mismos, el modo de percibir el mundo es el mismo.
Si el «partido» antes pertenecía a los nueve comandantes, ahora pertenece al comandante y la compañera.
Pienso que ahora, después de tantos años de verlo funcionando y sobre todo desde abril de 2018 hasta la actualidad, podemos estar de acuerdo en que el FSLN es una organización criminal. No discutiré, pues no me parece relevante para este escrito, desde cuándo lo es. Algunos dirán que siempre lo fue, otros señalarán otras fechas, según su entendimiento o según sus intereses. Lo importante es que se trata de una organización criminal y como tal debería ser prohibida y disuelta y sus dirigentes llevados ante la justicia y pagar por sus crímenes.
Tiene que llegar un momento en que el sandinismo desaparezca de nuestra tierra y pase junto con el somocismo a ser estudiado como un negro período de nuestra historia predemocrática. Sandinismo y somocismo son la misma clara evidencia de que hemos fracasado como sociedad y no hemos podido encontrar, crear ni establecer una manera civilizada de conducirnos, de arreglar nuestras diferencias y de ponernos de acuerdo y construir una nación con un gobierno para todos.
El sandisomocismo es el fruto de nuestra inmadurez política. Para nuestra vergüenza está ahí visible ante nuestros ojos como la horrible obra de un alfarero torpe que no logra dar forma a la arcilla que tiene en sus manos.
Es una lástima, pero el FSLN puso una mancha horrible e indeleble en la palabra «sandinista». Con sus acciones ensució para siempre el apellido del héroe antiimperialista. Lo convirtió en una palabra obscena y todas aquellas organizaciones que llevan esa palabra en sus nombres deberían cambiarla por otra más civilizada.
El MRS, que pretende, sin conseguirlo, diferenciarse del FSLN y renovar el sandinismo, haría bien en cambiar su nombre, que ha perdido ya toda razón de ser pues no se puede renovar lo que está podrido y el sandinismo está podrido hasta sus cimientos, ya no tiene salvación, y debe, como he dicho, desaparecer. Podrían los miembros del MRS empezar por renovarse a sí mismos y renunciar a las locas, perversas ideas que les fueron insufladas desde arriba, pues ya se ha visto que solo conducen al abismo.
Deberían luego hacer acto de contrición, pues están en deuda con nuestra sociedad, y empezar de nuevo con otro nombre, siguiendo otra filosofía, más apropiada al mundo moderno. El sandinismo de ortodoxos y renovadores conduce sin duda al mismo lugar en que Ortega y Murillo han llevado al país. Ortodoxos y renovadores tienen los mismos vicios, son la misma cosa. Es estúpido pensar que haciendo las mismas cosas se puede obtener resultados diferentes.
Es hora, pues, de dejar atrás de una vez y para siempre el oscuro pasado que es el sandinismo.