Sobre la libertad de debatir

Daisy Zamora
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Escritora y poeta, nicaragüense, de las más importantes en nuestra literatura contemporánea. Fue viceministra de Cultura de Nicaragua. Su libro más reciente es El encuentro absoluto que obtuvo el XXIII Premio Casa de América de Poesía Americana (2023) y ha sido publicado en España por Visor, siendo esta la primera vez que lo gana una nicaragüense. Es editora de varias antologías, entre ellas, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses publicada en su país y en Latinoamérica, y la primera antología de talleres de poesía en español publicada en los Estados Unidos. Fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la guerra de liberación. Es conocida por su lucha en defensa de los derechos de la mujer.

Artículos de Daisy Zamora

«Lo sucedido al escritor Francisco Larios con Arana y la directiva del PEN/Nicaragua me parece revelador de la agobiante herencia que cargamos en nuestro ADN cultural y político.  Los “genes” tribales y excluyentes, sumados a los “genes” coloniales autocráticos/teocráticos, jamás han dejado de estar presentes a lo largo de nuestra precaria historia republicana»

He leído con interés lo expresado por los escritores Nicasio Urbina, Ulises Huete Altamirano, Erick Aguirre y Roberto Carlos Pérez, con respecto al bloqueo que el economista Mario Arana, representante de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, impuso en su cuenta de Twitter al escritor Francisco Larios, co-editor de la Revista Abril.  

Con la excepción de Roberto Carlos Pérez, los escritores mencionados —incluido el afectado Francisco Larios— coinciden en la opinión de que Arana tiene el derecho de bloquear a quien le parezca en su cuenta de Twitter; salvo que, como también lo dicen todos ellos (sin excepción), esa cuenta de Arana fue creada en las redes sociales con el objetivo fundamental de informar a la ciudadanía sobre las cuestiones relativas al frustrado diálogo que la Alianza Cívica ha venido sosteniendo con los representantes de la dictadura Ortega-Murillo. 

Aunque la cuenta sea administrada por una persona (Mario Arana), la función de la cuenta es pública, pues el doctor Arana la administra en su calidad de persona pública y no de persona privada.  Por lo tanto, una cuenta administrada en las redes sociales como plataforma pública en la cual, obligadamente, hay una constante retroalimentación de opiniones y/o debates con la ciudadanía, nada tiene que ver con las cuentas privadas, ya que estas últimas, por lo general, funcionan como la sección de “notas sociales” en los diarios y periódicos.  

El otro aspecto que han debatido los autores arriba citados es la respuesta que dio la directiva del PEN/Nicaragua por medio de su presidenta, la escritora Gioconda Belli, a la petición y protesta presentada a esa organización por el doctor Francisco Larios (miembro del PEN y coeditor de la Revista Abril).  La presidenta Belli desestimó la solicitud de Larios y expresó su respaldo al derecho de Arana de bloquearlo en su cuenta de Twitter, aduciendo, a la vez, que también existe otra cuenta oficial de la Alianza Cívica donde (se supone) Larios puede participar.

Lo sucedido al escritor Francisco Larios con Arana y la directiva del PEN/Nicaragua me parece revelador de la agobiante herencia que cargamos en nuestro ADN cultural y político.  Los “genes” tribales y excluyentes, sumados a los “genes” coloniales autocráticos/teocráticos, jamás han dejado de estar presentes a lo largo de nuestra precaria historia republicana; pues, si la analizamos con la mayor objetividad posible y sin apasionamientos partidarios, encontraremos, una y otra vez, el problema de los “manda-más” queriendo acallar o aplastar a los “manda-menos”, lo cual ha provocado numerosos levantamientos, rebeliones y guerras civiles, y ha sido definido de diversas maneras por expertos y estudiosos, y analistas políticos e historiadores que han identificado, desde el llamado “síndrome de Pedrarias” hasta el “zelayismo” y el “somocismo” para, finalmente, culminar con el actual chacuatol fascista-surrealista del “sandinismo/orteguismo/murillismo” que padecemos.

La verdad es que, cuando Pedro Joaquín Chamorro clamaba porque Nicaragua volviera a ser república, estaba expresando un sueño más que una realidad, pues en nuestro país la aspiración democrática es, y ha sido siempre una utopía o quizás, una quimera.  Ni siquiera la Revolución Popular Sandinista —verdadera insurrección de todo el pueblo nicaragüense que derrocó a una dictadura dinástica y, también, la última gran revolución del siglo XX que tanta esperanza suscitara en el mundo entero— fue capaz de remontar el fatídico ADN político y cultural que padecemos: muy pronto, toda voz crítica o disonante fue brutalmente acallada bajo el slogan ensordecedor de “Dirección Nacional, ordene”.

El problema de fondo es, entonces, que no sabemos debatir. Tanto en la política como en la cultura los “mandamases” de Nicaragua consideran ofensiva cualquier opinión de los “mandamenos” que no les cuadre o no les parezca, y no la validan; no analizan el por qué la otra persona tiene un punto de vista diferente sobre un asunto determinado. No hay empatía ni voluntad de entender los motivos del “otro” al que divisan desde la altura, allá a lo lejos, y al que sólo hay que regañar por atreverse a decir algo “fuera de lugar” en el mundo mandamás.

Si el “regañado” no arrienda, entonces se pasa a la siguiente etapa de descalificarlo como “conflictivo” o que “sólo locuras dice”, y si aún con todo esto el “mandamenos” sigue insistiendo en ser escuchado, sencillamente se le hace el vacío y el silencio, y se cierran filas para condenarlo al ostracismo.  Porque, como decía una queridísima amiga mía que ya no está entre nosotros y a quien siempre extrañaré (y era, además, uno de los seres más lúcidos que ha dado Nicaragua), en nuestro país la gente “camina en gavillas” alrededor de un mandamás que viene a ser híbrido de cacique, virrey, obispo y caudillo, y todo aquel que no pertenezca a una de esas gavillas vive en “tierra de nadie”.  Es decir, está frito.

La intolerancia y la absoluta incapacidad para el debate es lo propio de la cultura política en Nicaragua, pero no debería de serlo en el ámbito cultural y artístico, pues los escritores e intelectuales están llamados a ser una suerte de “conciencia” de la sociedad, obligados a debatir “la verdad esencial…” que señalaba el escritor mexicano Carlos Fuentes, porque “es al escritor latinoamericano a quien finalmente le toca decir lo que la historia teme decir, lo que los medios se niegan a decir”.

Atrevernos a buscar la verdad y a decirla y sustentarla sin temor alguno al debate, es el primer paso para ir creando lo que el mismo Fuentes denomina “nuestros propios modelos de desarrollo, verdaderamente consonantes con lo que hemos sido, con lo que somos y con lo que queremos ser”. Sin embargo, esto nos obliga a considerar que nos encontramos “ligados a un mundo de comunicaciones instantáneas y de integración global, pero sometidos a problemas que, en ocasiones [datan] de la época anterior a la conquista”.

Nos toca entonces reconocer el funesto ADN de intolerancia que llevamos dentro y tomar plena conciencia del mismo para desterrarlo; pues, si no somos capaces de evolucionar y debatir, nunca tendremos ni república ni democracia, porque somos nosotros mismos —la sociedad nicaragüense— la que engendra y gesta y hace posible la existencia de los Pedrarias, los Somoza y los Ortega-Murillo.

San Francisco, 9 de agosto de 2019

(Foto de Daisy Zamora por Marta Leonor González)

Daisy Zamora

Escritora y poeta, nicaragüense, de las más importantes en nuestra literatura contemporánea. Fue viceministra de Cultura de Nicaragua. Su libro más reciente es El encuentro absoluto que obtuvo el XXIII Premio Casa de América de Poesía Americana (2023) y ha sido publicado en España por Visor, siendo esta la primera vez que lo gana una nicaragüense. Es editora de varias antologías, entre ellas, la primera antología de mujeres poetas nicaragüenses publicada en su país y en Latinoamérica, y la primera antología de talleres de poesía en español publicada en los Estados Unidos. Fue combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la guerra de liberación. Es conocida por su lucha en defensa de los derechos de la mujer.

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