Esas son las convulsiones de mi tierra, de esa tierra adorada. ¿Puede Nicaragua recobrar la salud, levantarse, andar, ser lo que el país puede ser si el talento de su gente rompe las cadenas de desorden y dictadura, si cae el laberinto de celdas que encierran a nuestra gente en la oscuridad? No cabe duda. No me cabe duda. Pero la libertad comienza y termina ante el espejo, y lo que la sociedad nicaragüense puede ver en el espejo es terrible. Verlo, sin embargo, ya es progreso, es el gran logro, imperfecto, inconcluso, de la Insurrección de Abril, el brillo sanguinolento de una nueva oportunidad. No la desperdiciemos.
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