Bukele, “Coyoles”, y Ortega: volver al principio

Nos fascinan los hombres fuertes, esos que si los dejamos sueltos después de un tiempo se convierten en dictadores …Decimos que no hay líderes y nos lamentamos porque no vemos aparecer un hombre que “se eche los huevos al hombro” y se enfrente a la dictadura y nos enamore y nos haga correr tras de él. Deseamos que nos caiga del cielo un macho alfa que nos libre de este dictador, uno que más adelante se convertirá él mismo en uno igualito a este que hoy nos mantiene bajo su bota.

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La dictadura y el Coronavirus

Con o sin estado de emergencia la dictadura no tiene maneras de enfrentar el virus, ni tiene voluntad de hacerlo. Con estado de emergencia lo único que procurará la dictadura será silenciar de una vez y para siempre a la oposición. Bajo la sombra del Estado de Excepción Ortega procurará eliminar los obstáculos a su poder. Como Somoza García, su mentor, el dictador solo conoce tres instrumentos para mantenerse en el poder: plata, palo y plomo, y en esta etapa de la dictadura la plata y el palo no bastan ya, ahora subirá la dosis de plomo hasta ahogarnos en el humo de la pólvora.

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El fetichismo de la unidad

Tanto se habla de unidad últimamente en Nicaragua que hasta parece haberse convertido en un fin en sí misma, unidad por unidad y nada más. A la unidad se la ha convertido en un fetiche, se le atribuyen poderes mágicos, como si ella sola fuese capaz de conseguir cualquier cosa. Pero la unidad sola no sirve para nada, o peor aún: la unidad puede ser con frecuencia peligrosa.

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Bajar el gas

No podemos ni debemos bajar el gas y menos aún en este momento: es que por bajar el gas estamos donde estamos, es que por mirar hacia otro lado y esperar que los problemas se resolvieran solos hemos llegado aquí, a esta situación. En este momento crucial de nuestra historia estamos obligados a subir el gas y a subir la barra, a no mirar hacia otro lado, a no dejar pasar las cosas, sobre todo si son nuestros amigos quienes hacen las cosas indebidas.

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Aquel otro pacto del que no se habla mucho: «Gentes vemos, arreglos no sabemos»

Como todo mafioso que se respete, Ortega se la pasa repartiendo favores por aquí y por allá y tiene anotados todos los nombres de quienes le deben favores y guardadas las pruebas, no vaya a ser que los deudores quieran alguna vez renegar de la deuda. Así, con sus favores y promesas de poder y esa otra arma suya, la amenaza, va comprando a las personas, sometiéndolas, convirtiéndolas en agentes suyos. Ortega siempre cobra a sus deudores en el momento justo, en el momento en que aquel pago le sirve mejor, como procurarle una salida en momentos difíciles, por ejemplo, o abrirle el camino a la obtención de más poder.

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