Un video revelador, más algunas ideas y esperanzas
Francisco Larios
El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.
Esto es lo que viene. En esta esquina han arrinconado al pueblo. En esta esquina han acorralado a algunos políticos y activistas que –al menos en mi opinión—no desean el infame “aterrizaje suave”, pero se sienten impotentes ante la montaña de recursos de la oligarquía tradicional y el régimen orteguista, incluyendo la capacidad de ambos para “incidir” sobre políticos extranjeros como el ex-eurodiputado español Jáuregui, ahora “experto” en Nicaragua, y otros a quienes los políticos de la oposición oficial del país llama “la comunidad internacional”, para decir “no somos nosotros, son ellos” los que quieren arreglo con Ortega, y “nos obligan”. Muchas veces me pregunto, al escuchar a gente como Jáuregui, si se trata de maldad o se trata de ignorancia. Pero sé que a la ignorancia no se tiene derecho si se toman acciones que afectan la vida, la seguridad y la esperanza de millones de seres humanos.
Esto es lo que viene. Ya este video de autor anónimo había circulado, hace meses; lo reprodujo en esa oportunidad la revista. Pero vale la pena verlo de nuevo, ahora que ya se sienten los olores que salen de la cocina privada en que los políticos “preparan” el destino de Nicaragua.
Es notorio el talante del Sr. Pallais, que ilustra la actitud de la clase política y las clases regentes ante la crisis. Para ellos la implacable tragedia es un “juego” (palabra que pronuncian con deleite gourmet). Y es un juego entre conocidos y familiares. Un pleito que muchas veces es dentro de las mismas familias, y hasta dentro de las mismas casas. Y por supuesto, dentro de los mismos clubes y ‘círculos’ sociales. Un pleito de parientes, con unos cuantos advenedizos que eventualmente se convierten en parientes.
Comé y comamos
Ausente en sus disputas: el sueño de un país mejor, de una patria más grande. “Si la patria es pequeña” –parecen decir– “busquemos cómo repartírnosla”, no “uno grande la sueña” como respondiera nuestro gran poeta. En sus disputas, los que están fuera de la oligarquía deben quedar bajo su dominio. Pueden participar, siempre y cuando aguarden y sigan órdenes, y no se atrevan a cuestionar el orden establecido.
El “juego” debe ser entre ellos, un juego de póker, un juego de la astucia en el que los ruidos y las demandas de la ciudadanía distraen la concentración de los maestros. Y el objetivo del juego no es— ¡por supuesto! – derrumbar el casino. No faltaba más. El objetivo del juego político de esta gente no es, ni puede ser, desmantelar un sistema arcaico de opresión y explotación que es fábrica de dictaduras y miserias para la mayoría.
Las “parcelas de poder”
Por eso quedan felices de escuchar al ‘experto’ Jáuregui decir que, aunque ya se sepa que las elecciones son fraudulentas, que deben participar para conseguir “parcelas de poder”.
¿Poder para quién? No para la ciudadanía. Más bien, parcelas de poder sobre (o contra) la ciudadanía. Es decir, el propósito de este “juego” es un re-pacto que proteja el poder económico de unos, y estabilice el poder político de otros.
¿Y la democracia? Asunto tan secundario, tan enterrado en la lista de preocupaciones de los “señores principales” que Pallais nos revela, orgullosamente, que para ellos el “juego democrático” consiste en que… ¡Ortega pueda ser candidato! Y lo dice, como dice tantas otras bellezas “liberales”, con el aire satisfecho de quien se cree en posesión de una sabiduría inaccesible a su entrevistador y a su audiencia. En posesión, también, de su “parcela de poder”.
Mañana, y mañana, mañana (otro día)
¿Y la justicia? Otra vez, orgullosamente, el Sr. Pallais se jacta de que han hecho una propuesta “excelente”. “Justicia transicional”, le llama.
Independientemente lo que estos términos quieran decir en un aula de universidad europea o en una conferencia de diplomáticos, usted y yo, respetado lector, sabemos lo que esto quiere decir en Nicaragua: “mañana”. O mejor dicho “otro día”. En otras palabras, no es prioridad; si se puede, pues bien, si no, pues que quede [palabras de Mario Arana] “para otra ‘administración’”. Y de poderse, para echar sal sobre la herida, el Sr. Pallais nos explica que en su “excelente” propuesta, los culpables de crímenes de lesa humanidad recibirían “penas inferiores a las normales”.
Nada nuevo trajo el barco: cárcel para un hambriento que robe una gallina, regaño para el paramilitar que asesinó a Álvaro Conrado, para el que mató al niño Teyler, para los que mataron a 600 civiles desarmados, para los que torturaron cruelmente a tantos, algunos de ellos casos ya tristemente célebres, como el que en revista Abril ha presentado José Luis Rocha [“Un año en la vida del Cap”], como el de Marcos Novoa, como tantos otros.
“No hay falla”
Eso es lo que viene. Porque para la oligarquía los crímenes de lesa humanidad no son “gran vara”, ciertamente no son suficientes para trazar “líneas rojas” al tirano. Eso sería, para ellos, “inmaduro”. Para esta gente, todo el alboroto de derechos humanos y libertades públicas es más bien un estorbo. Pronto nos dirán que hay que olvidar, perdonar, y reconciliarnos.
El pueblo “degollador” de Arturo Cruz
Esto es lo que hay. Mientras el Sr. Vivanco, abogado chileno de Human Rights Watch, describe, horrorizado, crímenes de Estado como los que en 30 años de carrera “jamás” presenció, a nuestros “compatriotas” y “líderes democráticos”, desde Pallais hasta Cristiana Chamorro, cometer genocidio les parece cosa menor, nada que descalifique a nadie.
Tal es la corrupción que otro “candidato”, Arturo Cruz, más bien se preocupa de que la ciudadanía no “degolle” al “25%” que según él apoya a Ortega.
Como si el movimiento por la democracia fuera un movimiento criminal, ilegítimo, motivado por la sed de sangre. Retórica orteguista.
Esta es la “oposición” oligárquica, y a estos sigue un chayulero de “nuevos políticos” que han caído deslumbrados por la magia de los salones, las pantallas y los viajes a las grandes capitales.
¿Hay esperanza?
No dudo que haya—lo he dicho al comienzo—quienes estén embarcados en el velero de elecciones bajo y con la tiranía de Ortega porque creen que no tienen alternativa.
La tienen, pero no es nada fácil. Sin embargo, es la única alternativa democrática: aprovechar toda oportunidad, incluyendo la que en teoría provee el calendario electoral, para organizar y movilizar al pueblo, empezar un proceso de lucha sin duda ardua y dolorosa para desalojar del poder a los genocidas, que no se irán porque tengan menos votos, sino porque tienen menos fuerza política. Porque la fuerza política al final de cuentas es la que decide las luchas, y viene de la voluntad de la mayoría. Nada de esto es descubrir el agua tibia. Miles de años de historia han transcurrido así.
Sobre los liderazgos alternativos
De hecho, yo diría que este puede ser un momento clave para que, quienes quieren hacer un cambio verdadero, un cambio que arranque el poder al sistema dictatorial (que incluye la oligarquía) se diferencien de los demás. La gente en Nicaragua está ávida de cambio, deseosa de creer en gente que no pertenezca a los círculos del poder terrorista y sus socios, beneficiarios y parásitos. De ahí deriva, creo yo, la simpatía que despiertan los líderes del movimiento campesino, como Medardo Mairena, y la simpatía que ha despertado el líder afrodescendiente George Henríquez Cayasso.
¿Qué pueden hacer los líderes alternativos?
Si ambos son candidatos, y si en verdad creen en la posibilidad de un cambio democrático, este podría ser un momento determinante para ellos, y para Nicaragua. Lo he pensado y dicho: si estamos oficialmente en campaña electoral, si de eso se trata el libreto en que dicen creer todos; si ese es el camino “protegido” por la “comunidad internacional”; si son elecciones con un mínimo de realismo, pues lo que corresponde es que llamen a mítines de campaña a sus partidarios, a las calles
Si logran romper de esa manera el cerco de la tiranía, pues el pueblo habrá reconquistado las calles, y la energía con la que puede ponerse en marcha un movimiento que termine con la dictadura.
Y si la dictadura no permite que se hagan esos mítines, pues entonces, el objetivo de “desenmascarar” al régimen habrá tenido éxito, y podrá presionarse por medidas internacionales más verdaderas de las simbólicas que hasta hoy han ocurrido. Se habrá disminuido también el poder de los oligarcas que viajan a Washington a pedir cacao en nombre de Ortega. Habrá avanzado aún más la conciencia del pueblo, y, sobre todo, se habrá evitado caer en la trampa de una pantomima electoral que legitime a la naciente dinastía orteguista, continuidad de una nefasta dominación oligárquica que dura ya siglos.