Doña Coquito y la paciencia cruel de la alianza oligárquica

Queremos que haya luz, que haya libertad. Y la libertad podemos dárnosla únicamente nosotros. La libertad requiere que nosotros, la ciudadanía, los nicaragüenses de día, del día, los que no vuelan y conspiran en la oscuridad, tengamos el poder, y por primera vez en nuestra historia podamos construir una república democrática. Y que nunca más tenga que pasar una compatriota el calvario de doña Coquito. Que descanse en paz nuestra digna señora. En pago, y en su honor, no podemos dar paz a la tiranía, ni a todos los que esperan el momento para reemplazar al tirano sin abolir el trono.

Murió doña Coquito, la señora. Nuestra compatriota mayor de las calles en protesta. La abuela “vandálica”, cuando el pueblo arrojó de regreso, con justa sorna, lo que para la tiranía era el veredicto moral condenatorio de sus oponentes. Seríamos, somos, en el discurso destartalado de los genocidas, “vándalos” o sea, en su acepción comportamental, “gente salvaje y destructiva”. Lo opuesto, según el diccionario, de “civilizado, cívico”.

El veredicto viene de un tenebroso elucubrar de murciélago (solo así puede explicarse la confusión patas arriba). Murciélago. Un animal, regresando al diccionario, que “es nocturno y pasa el día colgado cabeza abajo, por medio de las garras de las extremidades posteriores, en los desvanes o en otros lugares escondidos”.

“Lugares escondidos” hace saltar “El Carmen” a la mente. Hace que uno piense también en todos los “desvanes” y en el mundo oscuro de la política de Nicaragua, mundo de perenne conspiración de grupos privilegiados, que pueden darse el lujo de esconderse y vivir, como sus adversarios de El Carmen, colgados cabeza abajo, viendo el mundo al revés, dormidos durante el día, cuando casi todos los nicaragüenses laboran en pobreza, en exilio, en silencio; en un terror que fermenta la ira; un terror que es humillación cotidiana y, por hoy, desesperanza.

Mundo al revés de los que pueden darse el lujo de negarse a la luz diurna, de volar en las tinieblas, escondidos de la vista de quienes dicen representar y ser líderes. El lujo de dormir, el lujo de esperar, la necesidad de que haya oscuridad, de tener garras con qué aferrarse, como los de El Carmen, al mundo oscuro que es el sistema de poder oligárquico-autoritario. Es su mundo también, o, mejor dicho, es su mundo antes de que existieran los de El Carmen. Deberá ser, sueñan, su dominio, como lo ha sido por doscientos años, después de que acaben de disecarse aquellos.

El capo oligárquico Carlos Pellas Chamorro llamó a esto “la solución biológica”. La frase tiene un eco que eriza la conciencia de quien la tenga viva, y de todo aquél que necesite una solución para la tragedia nacional. Esta, para Pellas Chamorro y resto de murciélagos, es apenas un problema que comienza cuando el resto de nosotros, agobiados, fatigados, robados de toda expectativa de avance, estallamos en Abril.

“El problema”, para Pellas Chamorro y resto de la minúscula oligarquía, consiste en que el sistema de poder del que son pilares puede colapsar sobre ellos si los murciélagos de El Carmen son desprendidos por la fuerza; si el resto de nosotros hace entrar el día en la oscuridad que ellos han instalado sobre nuestro país.

“El problema”, para todos los participantes de ese siniestro mundo no es, por tanto, el que vivió doña Coquito y vivimos los demás, sobre todo la mayoría que habita la pobreza o el exilio.

“El problema” para ellos es, de hecho, uno muy diferente; en realidad, opuesto al nuestro: nosotros queremos que se vayan los de El Carmen, y que no haya más El Carmen, que la oscuridad no sea el color que nos gobierne. Nosotros queremos que se haga la luz, que el mundo no sea de los murciélagos que pueden dormir mientras los demás siguen encerrados en la caverna oscura de la pobreza o el cielo triste del destierro.

Nosotros queremos que Nicaragua no sea el dominio de una oligarquía de media docena de grupos familiares traslapados, por lazos familiares o de conveniencia, con operadores políticos, relacionistas y conspiradores que antes se llamaron a sí mismos “revolucionarios”; que fueron, incluso, parte de la cúpula de poder hasta que estorbaron a los hoy decrépitos murciélagos de El Carmen.

¿Y ellos, qué quieren? Apenas, si se puede, si es que no hace colapsar el edificio de la opresión que tantas ganancias les da, que “la biología” borre de la oscuridad lo más oscuro, la pareja de monstruos que cuelgan de cabeza en la caverna.

Pero que quede lo demás igual, que quede el dominio tal y como ha sido siempre, en sus garras. “Si es que se puede”, porque temen tanto lo que nosotros deseamos, temen tanto a la luz, que ya optaron, en el 2018, por una salida de su problema que no solo ha llevado al colapso demográfico, económico y cultural del país, sino que resultó costosa para muchos de los participantes directos de la “negociación”, quienes han pagado la derrota de su maniobra como es normal y usual en la oscuridad de la barbarie del sistema: aplastado el movimiento popular, la lucha entre quienes tienen las riendas del mando y quienes sueñan tenerlas es lo que ha sido siempre en Nicaragua. Se expropian, se encarcelan, regatean, pactan, a veces incluso se hacen la guerra para regresar al pacto; muere uno de ellos y entra otro, arrastran tras de sí una estela de sangre y violencia al servicio de sus intereses. Sangre ajena.

Y esperan. Esperan con toda la paciencia que les da la certeza “biológica” de que el mandamás del momento tendrá su fin, y habrá en la caverna espacio para reconciliarse entre murciélagos.

Pueden esperar, pueden darse ese lujo que no estuvo al alcance de doña Coquito. Pueden lanzar, una y otra vez, su propuesta de “diálogo y elecciones”, como lo ha hecho Carlos Fernando Chamorro, como lo ha hecho Cristiana Chamorro, como antes hizo, (para eterno ridículo del “posicionamiento”) sin la protección sacra de los medios que controla el poder criollo, un incauto llamado Noel Vidaurre. Siguen haciéndolo voces menores en la órbita de la alianza adúltera del gran capital con los antiguos FSLN y oenegés derivadas. A la proliferación de “mesas”, “encuentros”, y “talleres” me remito.

Los argumentos, si puede honrarse con tal denominación afirmaciones que exhiben gigantescos cráteres lógicos, son los mismos de siempre. Los hermanos Chamorro, que por hoy articulan el perenne control familiar sobre los medios de comunicación del sistema, y son evidencia prima facie de la falsedad del dilema izquierda-derecha en Nicaragua, proponen que “se presione” (que “alguien” aísle) a los de El Carmen para que, según el galimatías de Carlos Fernando Chamorro, pueda haber “reformas electorales”, “sin Ortega y Murillo”, y así poder llevar a cabo “elecciones libres”.

Hay que subrayar, aunque difícilmente escapa a ojos mínimamente alertas, que lo que no explica el Sr. Chamorro es cómo es eso de “sin Ortega y Murillo”, habida cuenta de que Ortega y Murillo no pueden dejar el poder voluntariamente, porque sería su fin, y de que no hay voluntad alguna, o no la ha habido en seis años, de parte de quienes podrían haber hecho posible tal resultado.

Esto incluye, evidente y fundamentalmente, a Estados Unidos. Pero incluye también, digamos muy generosamente que “a medias”, a quienes tuvieron tanto miedo al colapso del sistema de poder que empujaron un “diálogo” con quienes son demostrados criminales, culpables ya de decenas de miles de asesinados; sujetos cuya confiabilidad es nula, y cuya foto –– contrariamente a lo expresado por Cristiana Chamorro–– no es digna de un cartel electoral sino de un expediente criminal. Por eso, y por múltiples complicidades y corrupciones anteriores, los discursantes, y quienes detrás del discurso se parapetan, no quieren la luz, quieren que “alguien”, que no sea la ciudadanía, que no sea el pueblo de Nicaragua, “aísle”, a sus antiguos compinches, para “hacer elecciones libres”.

La propuesta resulta natural, cómoda, a quienes tienen tiempo, quienes tienen fortuna y la fortuna de poder esperar a que la “biología” (o sea, el ritmo para ellos normal de la historia de su dominio) se imponga. A fin de cuentas, no es a o para Ortega y Murillo que proponen. Es por lo menos dudoso que los proponentes esperen que la pareja genocida acepte rebajarse a negociar con la facción de la élite a la que han derrotado con gran holgura.

La propuesta de los Chamorro, de la oligarquía en su conjunto, y de su alianza con los antiguos MRS, con otros expulsados del FSLN, y con la caterva de oportunistas que escogen estar cerca por si llega a detenerse la música, es más bien para los gobiernos de Estados Unidos y para el Ejército, a quien ven como amigo inevitable y socio (“el pueblo es injusto con el Ejército”, dijo Humberto Belli).

La propuesta, en fin, es un mapa para el reparto intraélite (dentro del sistema de poder), de los restos del país. “Hablemos, hombre, que un mal arreglo es mejor que un buen pleito”, se dicen entre ellos. “Hablémonos después, ya sin Ortega y Murillo”.

Ellos pueden esperar. Tienen un libreto, una tradición, hábitos, y los medios para sobrevivir hasta regresar en plena forma a sus dominios. Lo han hecho muchas veces en los últimos 200 años. Quieren repetirlo.

Nosotros queremos evitar esa repetición. Nosotros queremos que haya luz, que haya libertad. Pero la libertad podemos dárnosla únicamente nosotros. La libertad requiere que nosotros, la ciudadanía, los nicaragüenses de día, del día, los que no vuelan y conspiran en la oscuridad, tengamos el poder, y por primera vez en nuestra historia podamos construir una república democrática. Y que nunca más tenga que pasar una compatriota el calvario de doña Coquito. Que descanse en paz nuestra digna señora. En pago, y en su honor, no podemos dar paz a la tiranía, ni a todos los que esperan el momento para reemplazar al tirano sin abolir el trono.

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios

Un comentario en «Doña Coquito y la paciencia cruel de la alianza oligárquica»

  • el 2 de marzo de 2024 a las 5:31 pm
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    Francisco, ya se me acabaron los comentarios, las prpuestas, las ganas, «los sueños de seguir soñando » la confianza en algo mejor, si el pueblo de a pie se cansó de caminar, y dejaron que los murciélagos llenaran de caca el Pais. Yo estoy vieja y fuera del Pais, las organizaciones internacionales se quedan solo en bla,bla y no actuan, los que siguen proponiendo salidas no tienen ni siquiera la puerta para entrar.

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