El peligro de los Saakashvilis nicas 

<< Para ejecutar este tipo de estrategia, los intereses hegemónicos necesitan títeres sin escrúpulos, pero con alguna competencia profesional y una imagen de modernidad que los distinga de los pretendientes de la politiquería tradicional, expertos únicamente en el servilismo y el robo descarnado. Necesitan individuos que puedan hacer pasar por «líderes» pero que puedan manejar a voluntad …Hay que estar alertas, descubrirlos, e impedir que, en nombre de un cambio falso, de una falsa o “híbrida” democracia, consigan instalarlos en el poder.>>

Ante el empantanamiento, desmovilización y desmoralización del movimiento de contestación a la dictadura, se ha caído en una entropía nociva que no augura nada bueno. La dictadura se fortaleció, primero, por el concubinato con los oligarcas del «gran capital», siempre fusionados con ella por intereses comunes; segundo, por el control total de las instituciones; y, tercero, por el monopolio incontestado de la violencia.

El golpe de gracia fue magistralmente asestado con la aniquilación total de toda oposición política, nominal o zancuda, ya que ninguna era funcional.  Amenazas y billetes la exterminaron.

Los excesos derivados del poder total dictatorial produjeron una cierta inquietud en algunos caciques que vieron en peligro la predominancia histórica que creen poseer por derecho natural.

Impotentes, los caciques tradicionales se vieron confrontados con el monstruo que ayudaron a crear. Angustiados, vieron que la solución no vendría de su llamada clásica a la potencia hegemónica continental. No teniendo el país ningún peso geopolítico y con las manos llenas en otras crisis internacionales, sus protectores históricos no les iban a devolver el poder en bandeja de plata.

A lo interno, peor, ni autentico líder en venta ni pueblo que los siga.

¿Qué hacer? Rogar a la potencia hegemónica para que proceda de la manera que lo hace en zonas marginales que no ameritan grandes esfuerzos ni el regreso de cadáveres en bolsas plásticas a su país. Algo barato, eficaz y rentable. Sin riesgos militares embarazosos y dando una imagen de gran potencia responsable, la intervención indirecta y discreta sin plazos. Eso sí, sin prisas y con muchas pausas. Después de todo, un régimen, por desagradable que sea, sin peso geopolítico, es inocuo para una gran potencia.

Todo, absolutamente todo, menos escuchar ni apoyar las aspiraciones populares, a los opositores dignos, a la valentía de un obispo Álvarez, al coraje de auténticos lideres campesinos y al sacrificio de un pueblo anónimo y huérfano.

Para ejecutar este tipo de estrategia, los intereses hegemónicos necesitan títeres sin escrúpulos, pero con alguna competencia profesional y una imagen de modernidad que los distinga de los pretendientes de la politiquería tradicional, expertos únicamente en el servilismo y el robo descarnado. Necesitan individuos que puedan hacer pasar por «líderes» pero que puedan manejar a voluntad.

Estos “líderes” precisan tener menos patriotismo que obediencia ciega al diktat extranjero, una absoluta falta de moral y escrúpulos, y aceptar que, de ser elegidos, deberán administrar con moderada competencia, sin excentricidades ni fantasías, pero de ninguna manera gobernar con apego a la independencia de su país. En recompensa, se les permitiría meter los brazos hasta los codos en el tesoro nacional, siempre que repartan el botín con otros poderes facticos tradicionales que estén en buenos términos con sus protectores.

En título de ejemplo, Saakashvili, expresión suprema del títere mercenario

Si alguien encarna y ejemplariza magistralmente ese rol, es el impresentable expresidente de Georgia Mikheil Saakashvili. Este hombre, personificación del camaleonismo oportunista como estilo de vida, fue la materia prima perfecta para la creación del Frankenstein político ideal. Saakashvili nació con ciudadanía soviética, se convirtió en georgiano tras la independencia, y sus patrocinadores y protectores lo metamorfosearon a ucraniano. 

El perfecto apátrida. Surgido de medios relativamente modestos, dotado de una ambición cegadora y sin detenerse ante principio alguno, se ofreció a una potencia extranjera que vio su venalidad como virtud y lo preparó con becas prestigiosas, estudios avanzados y membresías, le financió institutos de estudios sociales y derechos humanos, le dio como por arte de magia acceso privilegiado a círculos políticos y organismos multinacionales reservados a jefes de estados, embajadores y figuras políticas conocidas con verdadera representatividad y apoyo popular. El apoyo decidido de sus patrocinadores, quienes no escatimaron en formación, tutelaje, financiamiento, publicidad intensiva, manipulación, promoción, presiones y amenazas, lo impulsó irresistiblemente hasta la presidencia de Georgia. 

Pero como ocurre inevitablemente en los casos en que el individuo no está a la altura de su rol, Saakashvili fue poseído por la maldición, común entre políticos y gobernantes, de la Hubris, y terminó hundiendo al país en la corrupción. No contento con eso y deseoso de demostrar su entrega hacia sus patrocinadores, al tratar de impresionarlos y de quedar bien con ellos, sobreestimó su propia importancia y provocó a una potencia vecina adversaria de sus protectores, lo que le costó a Georgia ser invadida y sufrir la pérdida del territorio de dos de sus provincias principales.  Derrocado dos veces, huyó del país, acusado de cargos criminales.

Sus patrocinadores, aunque contrariados, supieron reconocer los servicios del títere georgiano y no solo lo rescataron, sino que encontraron para él otro rol de mercenario. Así que Saakashvili renunció a su ciudadanía georgiana y recibió, apoyado por la presión asfixiante de sus patrones, la ciudadanía ucraniana, para ser gobernador regional en un país que apenas conocía, y de una provincia en la que jamás había estado. ¡Ah, la gratitud! ¡Qué útiles son los apátridas liberados de todo sentido de lealtad!

Una vez en su nuevo puesto de poder en Ucrania, y validando una vez más el refrán de que «gallina que come huevos ni que le quemen el pico…» Saakashvili volvió a las andadas, a saquear el erario al por mayor. Sus anfitriones forzados, resentidos ahora por la imposición de semejante espécimen, abrogaron su nacionalidad ucraniana; nuevamente tuvo el ambicioso político que escapar, acusado de corrupción.  Y una vez más, sus protectores presionaron intensamente a Ucrania para que le restituyera la nacionalidad ucraniana: otro caso de «es un HdeP, pero es NUESTRO HdeP». 

En resumen, tras destruir su país de origen y devastar una región de su país de refugio, este delincuente disfruta de sus millones en completa impunidad.   De becado anónimo a figura infame y multimillonaria.

¿Saakashvili para Nicaragua? 

A muy pocos se les hará difícil extrapolar la historia de Saakashvili a la ascensión fulgurante de personajes de la política nicaragüense que llenan todos los requisitos de base y desarrollan un modus operandi similar.

Requisitos de base son tan simples como cínicos: Ambición desmedida y vanidad sin límites, vicios magnificados en aquellos sufriendo de resentimientos sociales por no provenir del origen ‘tradicional’ apropiado ni de apellidos ‘adecuados’. ni pertenencia a clanes rancios y trasnochados.   Innecesarios los escrúpulos y valores; patriotismo, no requerido.  Imprescindible una sumisión canina a ‘las manos que mueven la cuna’, a los padrinos poderosos en la sombra quienes les prometen puestos y dinero.

Modus operandi es igualmente abyecto: Cero transparencia, cero rendición de cuentas. Evasivas, no respuestas; charlatanería, no ideas. Imposición por medio de una visibilidad mediática pagada por sus padrinos turbios de una relevancia desproporcionada en relación con su insignificante, prácticamente nula representatividad y popularidad. La fabricación de un culto a la personalidad a la medida de una vanidad y ambición que los padrinos conocen y promueven.  Por más amable y jovial que parezca el rostro que supuestamente represente “cambio”, detrás se esconde un personaje como el georgiano, individuo de enorme peligrosidad para cualquier país, porque esconde el anzuelo del engaño bajo la carnada de los modales. 

Para que la mascarada de marrullerías y matrerías funcione, hace falta un escenario de comparsas. Crear un coro de carroñeros compuesta de inservibles ‘politólogos’ y ‘analistas’ al que se une la casta charlatana de ‘intelectuales’, la quintaesencia de la seudo oposición caviar. En plan de vedetismo jet-set, no falta quien lleve la superchería al falso e hipócrita victimismo, clamando ser ‘apátridas’ y víctimas de despojo de ciudadanía, cuando en realidad han ostentado y viajado desde siempre con otros pasaportes extranjeros. Todo esto mientras coleccionan ciudadanías a la carta (y aceptan ‘humildemente’ reconocimientos inmerecidos), burlándose de la que dicen representar desde la impostura.

Las naciones se construyen con patriotas honestos e íntegros, no con testaferros, títeres ni seudo-intelectuales que nunca han producido nada cuantificable de valioso en sus vidas.

¿Cómo se puede creer que individuos como los descritos puedan estar interesados en un cambio real cuando va contra sus propios intereses, al ser su objetivo último el remplazo de algo malo por algo peor para el país mientras se enriquecen? Han hecho de la ‘oposición’ una industria, un negocio rentable que ha hecho millonario a algunos entre los cuales hay quienes han reconocido que se beneficiaron del privilegio de que no se les hiciera daño, confirmando que hay dos oposiciones, la real y la suya.

Es fácil distinguir una de otra. Una de las formas infalibles es el lenguaje. A falta de argumentos y pudor, lanzan irresponsablemente acusaciones espurias de ‘divisionismo’, ‘extremismo’ y de atentar contra una cacareada ‘unidad’ que no puede existir entre oprimidos y opresores. Con desenmascararlos no ‘se le hace el juego a nadie’ ni se compromete el presente. Al contrario, se trata de resguardar el futuro.

Mamando alegremente de subvenciones sin responsabilidad ni imputabilidad, esta legión errante de vividores se encuentra en el Eldorado del oportunismo. Mientras los opositores bona fide sufren oprimidos y reprimidos en todos los sentidos.

Por eso no puede aceptarse Frankenstein prefabricados, ni dejar que se desarrollen hasta que sea ya demasiado tarde. Y no por las razones que podrían mover a las oligarquías locales en algún momento a la desconfianza y el desdén hacia un actor que no sea “uno de ellos” si la ambición del Pinocho lo lleva a adquirir vida propia.

No queremos un Saakashvili marrullero nica sencillamente porque no queremos un engaño de cambio, otro paso en falso al tratar de salir de una dictadura, porque repudiamos firme y conscientemente que intenten dar al pueblo de Nicaragua más atol con el dedo, más miseria, desesperanza y sangre derramada.
Los poderes fácticos locales y extranjeros necesitan Yushchenkos, Timoshenkos, al-Malikis, Kaizais, Napoleones Duarte y–en su expresión suprema de títeres mercenarios–Saakashvilis. Hay que estar alertas a estos Gauleiters de medio pelo, descubrirlos, denunciarlos, exponerlos e impedir que, en nombre de un cambio fraudulento, de una falsa o “híbrida” democracia, consigan instalarlos en el poder sofocando así toda aspiración de democracia real con justicia social.

Carlos Quinto
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