Israel: nacionalismo, racismo y misticismo

Carlos A. Lucas A.
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¿Es una voz de víctima del holocausto la que se oye, por ejemplo, en la expresión de Gilad Sharon (hijo de Ariel Sharon) en el 2012 cuando vocifera, decepcionado del alto al fuego: “Tenemos que aplanar barrios enteros de Gaza. Aplanar toda Gaza. Los estadounidenses no se detuvieron en Hiroshima….

No hay en toda la historia de nuestro mundo occidental, pueblo más influyente que el judío, que nos heredó un cuerpo de creencias, mitos y tradiciones de distinta naturaleza, hasta el punto de que si mencionamos el año en el que estamos, decimos “2,012 años después de Jesucristo”. Jesucristo fue un judío condenado a muerte por la justicia judía, ejecutado por la potencia imperial de Roma y que nunca Israel, el “pueblo elegido” por la divinidad, reconoció ni como Rey, ni como el Mesías liberador.

Mucho menos que Israel se haya identificado con esas tesis revisionistas de “amor al prójimo”, “Amar al enemigo”, “Perdonar 70 veces 7”, “si un ladrón te quita tu túnica, dale la otra”, “si te abofetean en una mejilla, pon la otra” –sugerencias radicalmente revolucionarias para cualquier época–que ese extraño judío se esforzó durante tres años en predicar, tratando de convencer al pueblo al que pertenecía.

No lo logró. Su pueblo lo condenó y lo entregó a las tropas ocupantes de su territorio, quienes le dieron muerte: Según las crónicas de sus seguidores, el Rey de los judíos murió con el suplicio romano de perforación de manos y pies, con clavos. Años después de aquella fecha, el pueblo judío fue expulsado de sus aldeas y pequeños poblados, de sus principales ciudades, por sucesivos conquistadores e invasores, desperdigándose principalmente por toda Europa y América, antes de haberse constituido histórica y políticamente en Estado durante el siglo XX.

Transcurridos 2,000 años de esos eventos, el cristianismo logró crecer en todo el mundo, pero no en el seno de Israel, el pueblo “elegido”. En cambio, desde aquella lejana fecha, el judaísmo se aferró a sus creencias y tradiciones, a sus libros sagrados, a sus costumbres y valores, con menor o mayor grado de asimilación de la lengua, la religión, las costumbres de los países donde echaron algunas raíces, hasta el punto de parecer un ente extraño incrustado en el entorno, provocando reacciones chovinistas y nacionalistas en el seno de las sociedades donde se “asimilaban”. Como lo afirman sus líderes religiosos, comenzaron a sentirse y considerarse ellos mismos “diferentes” a los otros pueblos.

Los judíos se consideraban miembros de una religión, de una nación dispersa, pero nunca una entidad política. Esa visión política conducía necesariamente a la necesidad de contar con un Estado y un territorio, después de 2,000 años de haber abandonado sus aldeas y poblados, cuando aun no se había logrado configurar un Estado como tal.

Esa visión política totalizante es la que trajo para este pueblo la corriente sionista, llamada así en alusión al regreso al Monte de Sión, supuesto lugar de la tumba de David[1]. Fue un intelectual, Theodor Herzl, (nacido en Austria), uno de los primeros en plantear claramente, en su libro El Estado Judío (Der Judenstaat, publicado en alemán, en 1896, antes que el propio libro “Mein Kampf” (1924) – «Mi lucha» -de Adolfo Hitler, que el judaísmo debía pasar a constituirse como una entidad política, como un Estado más en el concierto de las naciones del planeta. Aunque vaciló entre el territorio físico donde esto debía suceder: en Argentina (donde hubo un fuerte programa de inmigración planificada), en Uganda, África (ídem), en Inglaterra, donde se llegó a ubicar una zona, en áreas de Turquía o Egipto…o en la misma Palestina.

A pesar de sus desventuras, el sionismo en Israel ha venido sepultando no solamente  todo vestigio de cristianismo (a pesar del explícito origen histórico judío de esta corriente religiosa) sino más en general, de humanismo: En ese lapso, de manera algo extraña, ha sucedido  como si el pueblo judío de Israel (Israel tiene componentes no judíos) se haya auto-convencido mas bien de las prédicas de sus mas claros enemigos en diversas latitudes y épocas, renunciando internamente a cualquier sentido de compasión, de humanismo, de solidaridad, de convivencia con otros humanos diferentes a su humanidad judía. Ese ha sido el papel del sionismo.

He comentado en notas anteriores sobre la similitud entre la práctica de la violencia y xenofobia de Israel contra los palestinos, especialmente contra los millones de ellos atrapados en el gueto de la Franja de Gaza, con la práctica de la violencia y xenofobia de los nazis alemanes contra los judíos. Es como si los descendientes de las víctimas del Holocausto saboreasen una especie de venganza, llevando a cabo su propio holocausto contra otro pueblo sin tierras, sin patria, sin arraigo: el pueblo palestino.

Esta similitud entre nazismo y sionismo, tiene hechos históricos mas notorios, como las expresiones, incluidas algunas voces del seno mismo del sionismo, que interpretan que el holocausto fue una especie de bendición y pretexto para convencer a las naciones del mundo (1947)[2] sobre la necesidad de concederle al pueblo judío su derecho a asentarse en tierras palestinas, desde donde se habrían dispersado 2 mil años atrás.

Todavía mas, son conocidos los hechos históricos de los acuerdos y entendimientos, antes de la Segunda Guerra Mundial, entre el sionismo y el nazismo, partiendo de compartir criterios políticos comunes, tales como el desprecio al liberalismo, el pensamiento de la nación como concepto supra para el conjunto de individuos, la necesidad de la pureza racial y física y la conclusión que Alemania nunca podría ser patria para los judíos. Más adelante, complementando a Theodor Herzl, declaraba Stephen Samuel Wise, uno de los líderes sionistas, al New York Herald-Tribune, el 13 de junio de 1938: “Hitler tiene razón en una cosa: él llama al pueblo judío una raza, y somos una raza”.

La colaboración del nazismo y el sionismo en la invasión y conquista de Palestina

De estas últimas conclusiones se derivó un planteamiento, de las organizaciones sionistas ante el nuevo Tercer Reich:

“Está bien, nuestros pueblos no deben mezclarse, luego, deben estar separados. Apóyenos para ingresar, para regresar a Palestina”.

Estas conclusiones eran históricas, pues durante casi 2 mil años los judíos no habían llegado a verse a sí mismos como raza ni Estado. Así cristalizaba el sionismo actual, que supone una sola religión (concibiéndose como el único pueblo elegido de Dios), una sola nacionalidad, un Estado, meramente judío, en territorio como expresión de su espacio vital. Y una única raza, la judía…los mismos elementos que hay en pensamientos totalitarios, como el nazismo.

Esta afinidad provocó concordancias o mas bien absurdos históricos: mientras Hitler evolucionaba desde su inicial desprecio contra “la raza judía” hasta su exterminio físico total, masivo e inmediato, la dirigencia sionista negoció y llegó a acuerdos directamente con el hitlerismo, aceptando ese rechazo para justificar la necesidad, para los alemanes nazistas, de apoyar la migración de los judíos de Alemania hacia Palestina, como en efecto sucedió.

Una de las evidencias sobre esto último son las explicaciones del rabino Joachim Prinz[3], quien escribió acerca del ya famoso memorándum que la ZVD (Zionistische Vereinigung für Deutschland -Federación Sionista de Alemania) remitió al Partido Nazi el 21 de junio de 1933:

“[…] El sionismo no se engaña acerca de la dificultad inherente a la condición judía, que consiste sobre todo en un modelo profesional anómalo y en la falta de una postura intelectual y moral arraigada en la propia tradición. […] En la fundación del nuevo Estado (alemán; n.b.), que ha establecido el principio de raza, deseamos fortalecer nuestra comunidad dentro de la estructura general, de manera que también nosotros, dentro de la esfera que se nos ha asignado, podamos desarrollar una fructífera actividad a favor de la patria. […] Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía garantiza una relación clara y sincera con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales. Precisamente porque no deseamos adulterar estos fundamentos, nosotros también estamos en contra del matrimonio mixto y abogamos por el mantenimiento de la pureza del grupo judío.”

Estos manejos de identidad entre sionismo y nazismo están explícitamente expuestos en el ensayo “La raza como factor cultural” (“Rasse als Kulturfaktor”), donde se afirmaba que los judíos no sólo debían guardar silencio ante los dictados del nazismo alemán, sino que debían comprender los grandes beneficios de la separación racial:

“Los que vivimos aquí como una ‘raza extranjera’ tenemos que respetar totalmente la conciencia y el interés racial del pueblo alemán. Sin embargo, esto no impide una convivencia pacífica entre los pueblos de distinta identidad racial. Cuanta menor sea la posibilidad de una mezcla indeseable, menor será la necesidad de ‘protección racial’. […] Hay diferencias que, en último análisis, tiene sus raíces en los ancestros. Solamente los periódicos racionalistas, que han perdido el sentido de las más profundas razones y profanidades del alma, y de los orígenes de la conciencia comunal, pueden dejar de lado a los ancestros como si formaran sólo parte de la historia natural.”

El sionismo es el nazismo actual en el medio oriente

¿Es una voz de víctima del holocausto la que se oye, por ejemplo, en la expresión de Gilad Sharon (hijo de Ariel Sharon) en el Jerusalem Post (18-11-2012) cuando vocifera, decepcionado del alto al fuego, “Tenemos que aplanar barrios enteros de Gaza. Aplanar toda Gaza. Los estadounidenses no se detuvieron en Hiroshima, y como los japoneses no se rindieron lo suficientemente rápido, también se los golpeó en Nagasaki.” clamando por un extermino total de 1.5 millones de personas hacinadas en la Franja de Gaza? ¿No es típicamente hitleriana esta peligrosa diatriba?

Por tanto, las actuales tesis sionistas de instalar “El Gran Israel” a costa, no sólo de las tierras de la franja de Gaza, sino de Cisjordania o la península de Sinaí, son una manera de plantear las tesis del “espacio vital” típica del nazismo.

Esto se mira mas claro en palabras del propio Adolf Hitler, uno de los verdugos mas crueles e implacables del pueblo judío:

Sólo cuando el Reich, abarcando la vida del último alemán, no tenga ya la posibilidad de asegurar a éste la subsistencia, surgirá de la necesidad del propio pueblo, la justificación moral de adquirir posesión sobre tierras en el extranjero. El arado se convertirá entonces en espada y de las lágrimas de la guerra brotará para la posteridad el pan cotidiano”[4].

Es obvio, que lo que Hitler y el nazismo no pudieron lograr en Alemania, el sionismo lo ha hecho realidad en el territorio de Palestina.

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Literatura consultada en la Web

  • Publicación de Lenni Brenner. 1983. “Sionismo en épocas de dictadores”. Brenner hace un detallado repaso de los antecedentes del sionismo, especialmente en Alemania, detallando el proceso que el propio Hitler describe en su Libro “Mi lucha” sobre los judíos y sobre el sionismo en particular, Hitler coincide con los sionistas en que el sitio natural para deshacerse de los judíos es Palestina. Brenner refiere el discurso del 6 de julio de 1920, donde Hitler proclama que Palestina es “el lugar adecuado para los judíos y que sólo allí ellos podían esperar lograr sus derechos. Ver:  http://www.geocities.ws/obserflictos/lenni.pdf
  • Artículo de Lenni Brenner.” Medalla conmemorativa de la colaboración sionista con Hitler”. Abril 2007. Refiere el hallazgo de una moneda conmemorativa del viaje conjunto (1933, dos meses después del ascenso de Hitler al poder) de un enviado nazi y otro sionista a una inspección de seis meses a Palestina, para analizar la posibilidad de afincar allí a los judíos de Alemania: http://just-another-inside-job.blogspot.com/2007/04/nazi-medal-commemorating-zionist.html
  • Publicación del Comité Central Árabe Pro-ayuda de Palestina. “El libro negro sobre la agencia judía y el terrorismo”. 1948. Denuncian los manejos de la Agencia Judía y la Haganagh (fuerzas paramilitares judías, organizadas en los alrededores de 1948 y dedicados por un lado, a la expulsión de los británicos y árabes de las primeras áreas del colonialismo militarizado del territorio palestino)

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[1] En el salmo bíblico 87:2-3 se lee: “Su cimiento está en el monte santo. Ama JEHOVÁ las puertas de Sion más que todas las moradas de Jacob. Cosas gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios”. Este tipo de alusiones a puntos territoriales explica la pasión con la que el sionismo interpreta estos escritos para fijar sus derechos de espacio vital.

 [2] Resolución 181 II de Naciones Unidas “Plan de Partición de Palestina con Unión Económica

[3] Joachim Prinz (1902-1988); fue Vicepresidente del Congreso Judío Mundial.

[4] Adolf Hitler en su libro “Mein Kampf”. 1924.