Juan Latino: de esclavo a catedrático universitario

María Teresa Bravo Bañón
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La figura de Juan Latino supone un antídoto contra el racismo, que rompe con los estereotipos biologicistas y anima a avanzar en la justicia social”

Aurelia Martín, profesora de Antropología Histórica de la Universidad de Granada

ESCLAVOS NEGROS EN ESPAÑA EN EL SIGLO XVI

Desde El celoso extremeño de Cervantes, o los cuadros de Velázquez o Murillo, muestran una realidad muy común los esclavos negros en el Siglo de Oro español. Se calcula que vivían en España cerca de 58.000 esclavos a finales del siglo XVI. Los esclavos negros, ya en el siglo XV, procedían de Portugal. Los portugueses pusieron gran empeño en que Castilla reconociera el monopolio que por fin consiguió en el tratado de paz de Alcaçovas, firmado en 1479. Las fuentes de suministro humano estaban en Guinea, Cabo Verde, Angola y Mozambique, desde donde los mercaderes portugueses los llevaban a Lisboa, ciudad que se convirtió en aquella época en un gran mercado de negros. Muchos de ellos pasaron a España, sobre todo a Sevilla, donde en las Gradas de la lonja eran vendidos al mejor postor. Los esclavos negros fueron especialmente abundantes en Andalucía y Extremadura.

Juan de Pareja, cuadro de Diego Velázquez. Colección del Metropolitan Museum Art, New York. Imagen en el dominio público.
Juan de Pareja, cuadro de Diego Velázquez. Colección del Metropolitan Museum of Art, New York. Imagen en el dominio público.

Sevilla se convirtió en un mercado de compraventa y reexportación; los que trataban este tipo de mercancía inhumana eran fundamentalmente portugueses, pero también estaban implicados en este negocio: genoveses, florentinos, ingleses, flamencos y sevillanos. En Sevilla fueron tan numerosos que un contemporáneo decía que sus habitantes «Se parecían a los trebejos del ajedrez: tantos prietos -negros- como blancos«. De aquí la comparación de Sevilla con un «tablero de ajedrez« al que muchos se han referido para describirla.

DIVERSIDAD DE ESCLAVOS

Esclavos africanos (moros y negros), canarios desde el siglo XV, y americanos traídos en las primeras décadas del XVI. También como esclavos quedaron bastantes moriscos, los denominados «esclavos blancos«. Después de la rebelión de las Alpujarras de 1569, la reducción a esclavos de poblaciones enteras, aunque muchos de ellos recobraron su libertad -previo pago de un rescate- otros que no tenían medios económicos mantuvieron su estatus de esclavo. Según un censo realizado por funcionarios eclesiásticos en 1565, había 6.327, aproximadamente (el 7% de la población de Sevilla. Además de esclavos negros y musulmanes, los había canarios, guanches, principalmente de Gran Canaria y Tenerife por la conquista de las Islas Canarias. Según el historiador Domínguez Ortiz que “solo en la isla de La Palma hizo Alonso de Lugo 1.200 esclavos, y muchos más llegaron a España de La Gomera y Tenerife, hasta que la corona se hizo cargo de las islas y dio fin a esta odiosa explotación. El viajero Münzer, quien recorrió España en los años 1494 y 1495, vio en Valencia hombres, mujeres y niños de Tenerife, que tenía en venta un mercader; había traído en una nave 87, de los que 14 murieron en la travesía”.

PRECIO DE UN ESCLAVO NEGRO

El precio de un esclavo dependía del sexo, edad, estado físico y coyuntura ya que cuando se desataban las hambres y las pestes éstas repercutían en los precios.  En España peninsular eran un lujo muy caro, no así después en las colonias.

Con los años fue subiendo su valor y de 20 ducados (unos 750 euros) se paso a 80 (3000 euros) y 100 (3,750 euros) UN cerdo valía 4 ducados, unos 160 euros. Estos son precios aproximados y traducidos al valor actual. Recordamos que un soldado de los tercios cobraba un equivalente a 120 euros.

Hasta Sancho Panza pensó negociar con esclavos cuando estaba esperanzado en casarse con la princesa Micomicona de Etiopía y convertirse así en el rey de Micomicón: “¿Qué se me da a mí que mis vasallos sean negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde les podré vender y me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida?”.

En las ventas podía hacerse constar que la pieza no estaba endemoniada, ni tenía ojos claros, ni era borracha, ladrona o huidora, o que era «de buena guerra» (autorizada su esclavitud) circunstancia que en los esclavos canarios a veces no era cierta. Igualmente, para evitar engaños, se realizaban compras condicionadas, hasta comprobar las facultades del esclavo.

LA RELACIÓN DEL ESCLAVO CON LOS DUEÑOS

En España las ocupaciones más corrientes de los esclavos urbanos fueron la domesticidad y en menor grado, el artesanado. Los esclavos gozaban de ciertas garantías jurídicas, podían pedir cambiar de amo si éste los trataba mal y, aunque no pueden desempeñar cargos de responsabilidad judicial, en 1482 una bula papal criticaba el hecho de que, en la Inquisición de Aragón, había habido esclavos que acusaban a cristianos. En 1509, una provisión promulgada por la Suprema declaró la legalidad del testimonio presentado por esclavos ante el Santo Oficio.

Los datos existentes indican que había tantas negras como negros, si bien aquellas estaban dedicadas casi en su totalidad al servicio doméstico. A pesar de no poder realizar trabajos más rudos, como las obras públicas, las minas o el remo en las galeras, las esclavas negras estaban bien valoradas por su capacidad de procrear nuevos esclavos (el hijo de una esclava nacía esclavo, aunque el padre fuera un hombre libre) y su mayor longevidad y docilidad. A los esclavos de segunda generación, es decir los que ya nacían en España, se les bautizaba de niños y eran tan católicos como los que más.  

En España las ocupaciones más corrientes de los esclavos urbanos fueron empleos domésticos, quizás como un lujo exótico que daba razón del estatus familiar, y también como artesanos. Una vez manumitidos, los esclavos libres seguían actuando y viviendo como cuando estaban bajo la condición servil. Algunos, incluso, procuraron pasar al Nuevo Mundo solos, con sus familias o con sus amos.

En muchos casos, esclavos y libres pertenecen a una misma familia, de ahí que la frontera legal, de suma importancia para el individuo, fuera en la práctica menos marcada, como veremos por varios ejemplos. No olvidemos que el estatuto de los esclavos estaba regido por las Siete Partidas promulgadas por Alfonso el Sabio, según las cuales los esclavos eran seres humanos y no bienes muebles, según consta en el título XXIII, que aclara que los seres humanos pueden ser libres, libertos (o ahorrados) o siervos.

Uno de los grupos mayoritarios de los «amos» era el eclesiástico. Un grupo numeroso y con los ingresos suficientes para costearse no uno sino varios esclavos y esclavas. Así, por ejemplo, en este sentido las actas notariales de compraventa manifiestan una acusada presencia eclesiástica en el mercado esclavo

LA IGLESIA Y LOS ESCLAVOS

La Iglesia no condenó la existencia de la esclavitud, que era perfectamente aceptada por los teólogos del siglo XVI y, en general, por la sociedad del momento.  Tenía la justificación de su existencia en la propia Biblia, tanto en el Antiguo Testamento (libro del Levítico) en que se regulan los derechos de los siervos, como en el Nuevo Testamento. San Pablo pedirá a los «Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos en este mundo... «, aunque también exigirá a los amos: «Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo» (Epístola a los Colosenses 3, 22).

Unos ejemplos pueden ser los del propio Maese Rodrigo Fernández de Santaella,  canónigo, insigne teólogo y fundador de la Universidad de Sevilla, que en su propio testamento le deja a su ama de casa una esclava, la que ella quisiese y si no le agradare ninguna le fuera dado para comprar una a su voluntad. Del mismo modo su albacea, el también canónigo sevillano Alonso Campos, en su testamento vendía al Colegio Santa María de Jesús (futura universidad de Sevilla) dos esclavos, Fernando y Juan, en cincuenta ducados, «Los cuales podian servir de despensero y cozinero y esto fago ansi por servir al dicho collegio porque ellos sean bien tratados e les fagan ser buenos cristianos«. La mayoría, por no decir todos los canónigos, tenían «cautivos». Muchos clérigos tuvieron esclavos y estos también eran frecuentes en los conventos, como el de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres). Lo que sí condenó la Iglesia católica fue el maltrato a los esclavos, de los que su dueño no debía abusar, de modo que los esclavos domésticos tenían que ser bien tratados por el padre de familia, al que algunos moralistas de la época le consideraban además responsable de su comportamiento, al igual que sucedía con sus propios hijos. La intolerancia religiosa terminaba cuando el esclavo se convertía al catolicismo, si bien esta cristianización era bastante superficial. El bautismo era administrado, muchas veces sin una previa instrucción religiosa adecuada, y también se dieron casos de esclavos que se bautizaban solo para mejorar su situación.

COFRADÍAS Y HERMANDADES COMO MEDIO DE INTEGRACIÓN

Desde 1393 el arzobispo sevillano Gonzalo de Mena fundó una Hermandad para auxiliarlos, e hizo construir un hospital para ellos, así como una capilla y lugar de reunión, junto a la actual calle del Conde Negro, donde podían reunirse para sus bailes y fiestas. Este piadoso clérigo defendió en muchos casos los intereses de los esclavos contra sus amos. En teoría, solo podía ser esclavo el infiel, aunque en la práctica el bautismo por sí solo no podía redimir al esclavo, aunque si éste no se hacía cristiano nunca podía llegar a ser libre. 

Por otra parte, llegaron a formarse cofradías integradas por negros y mulatos que desfilaban por las calles de Sevilla durante la Semana Santa. Baste reseñar la Hermandad de los Negros de Triana, la de los mulatos de San Ildefonso y la de Nuestra Señora de los Angeles, vulgo «Negritos», nacida a partir de la fundación del arzobispo Mena. Esto multiplicó la multiculturalidad sus habitantes, que se reunían, con licencia de sus amos, en los días festivos; siendo generalmente bien tratados y queridos; por lo cual, el Arzobispo, que entonces era D. Gonzalo de Mena, les formó esta hermandad de cofradía del Viernes Santo, con hospital anejo a su capilla, que desde luego principió a labrarse en el sitio que hoy ocupa, y que se estrenó el año de 1403. Algo después pudieron tener a uno de ellos como mayoral y juez para resolver asuntos internos del grupo y representar a la colectividad en ciertos casos.

Como el medio más apto para la integración era el religioso, los esclavos intervenían de forma activa en las celebraciones de la Iglesia y participaban en las procesiones religiosas, vistiendo trajes de gran lujo. En la celebración del Corpus algunas negras tocaban y bailaban, pagadas por el propio Cabildo. En esta procesión tenían el papel de diablitos, representando, al igual que la tarasca o los cabezudos, el desorden y el pecado que el Sacramento venía a redimir. Están documentados al menos 21 grupos de danzas en Sevilla desde mediados del XVI a mediados del XVII, con los expresivos nombres de los «Los negros», «Los negros de Guinea», «La cachumba de los negros», «Los reyes negros» o la «La batalla de Guinea», ésta última compuesta de «ocho hombres y cuatro mujeres , y un tamboril y una guitarra, los cuatro con paderetes y sonajas y los otros con atabalillos, y las cuatro mujeres con sonajas y banderas«.

En Sevilla llegaron a formar cofradías de negros y mulatos, y una de ellas, “la de los negritos”, fundada en 1554, todavía conserva este nombre en la actualidad.

JUAN DE SESSA O JUAN LATINO

En este contexto histórico-social de la esclavitud, nació en Baena, Córdoba, Juan Sessa, en 1518.

Hijo de sirvientes negros pertenecientes al cuarto conde de Cabra, Luis Fernández de Córdoba y a la II duquesa de Sessa, Elvira Fernández de Córdoba, marchó a Granada y fue educado e instruido allí en las artes liberales junto a Gonzalo, hijo de su señor y nieto de otro famoso Gonzalo, el Gran Capitán. Incluso tampoco se descarta que su padre fuese el propio señor de la casa de Aguilar, Luis Fernández de Córdoba. El hecho real es que Juan Latino era ligeramente mayor que Gonzalo Fernández de Córdoba, el nieto del Gran Capitán, a quien fue adjudicado como paje y sirviente personal.

El niño Gonzalo Fernández de Córdoba y su paje Juan de Sessa fueron compañeros de juegos y recibieron una formación casi paralela. El esclavo negro resultó ser sumamente atento y aprovechado de las lecciones que recibía su amo, primero de manera privada en casa de la Duquesa y después en el Colegio Real-Universidad. En el Colegio Real se produjo un encuentro que marcó el futuro de Juan Latino como eminencia de las letras granadinas: conoció al catedrático de Gramática Pedro de la Mota, que era profesor de su señor. De la Mota había venido desde la Universidad de Alcalá a dar clases en lo que muy poco tiempo después resultó ser la Universidad de Granada, si bien por entonces inseparable de la institución católica.

Juan Latino quiso ser médico, e incluso parece que llegó a cursar alguna asignatura. Pero sus amigos, consejeros o amos (seguía siendo esclavo) lo encaminaron hacia las humanidades. Aprendió latín, griego, música, retórica, etc. Pronto empezó a destacar en una ciudad en plena efervescencia cultural y social. Supo arrimarse a poderosos –Iglesia-, nobleza y aristocracia local. Fue protegido de todos los arzobispos de su tiempo y, especialmente, estrecho amigo del presidente de la Real Chancillería, Pedro de Deza.

En Granada acompañó a su amo Gonzalo a sus estudios de Bachillerato, y fue tal la absorción que realizaba de la enseñanza que al final sus dueños decidieron darle vía libre para que se dedicase al estudio de las letras. Su currículo empezó con la obtención del Bachiller en Filosofía (2 de febrero de 1546, según el acta extendida por el maestro Benedicto del Peso, que le consignó el último de 38 alumnos, llamándole Ioannes Latino).

Se convirtió en bachiller con 28 años, de forma algo tardía, dadas las cargas que suponía su situación, y poco después fue manumiso por el ducado de Sessa para alcanzar al fin la libertad . Su protector le ayudó con una mediana renta de dos mil escudos de oro a su independencia y así se conviertió de hecho en Juan de Sessa (o el negro Juan Latino para todo el mundo), latinista, poeta y músico reconocido con todos los derechos civiles que marcaba la ley del momento.

EL PROFESOR DE MÚSICA ENAMORADO

Juan de Sessa, convertido pronto en Juan Latino por su dominio de este idioma culto, se movió por las parroquias de San Gil y Santa Ana. En este barrio del centro granadino residía el caballero Veinticuatro (concejal) Bernardino de Carleval, administrador del patrimonio del Ducado de Sessa y Terranova que contrató a Juan para que impartiese clases de latín y música a su hija Ana de Carleval; parece ser que se trató de clases de música.

Ambos se enamoraron perdidamente y se propusieron matrimonio. Parece que el noviazgo fue apoyado y alentado por la casa de Aguilar, el arzobispo y otras autoridades. Juan Latino había obtenido ya la libertad y continuaba ganándose el respeto de la sociedad católica de la que era un ejemplo a seguir.

El dramaturgo sevillano  Diego Jiménez de Enciso compuso sobre él y sus amores con su alumna y futura esposa blanca, la joven Ana Carleval, la comedia Juan Latino. El caso es que la extraña relación interracial de entonces fructificó, y el casamiento tuvo lugar entre 1547 y 1548. La pareja casó por amor y fijó su residencia en la Parroquia de Santa Ana. En los libros parroquiales de bautismo de Santa Ana y San Gil queda la huella de aquella familia mixta. Tuvieron 4 hijos mulatos: Bernardino (2 de abril de 1552); Ana (22 de junio de 1556); Juan (5 de marzo de 1559); Juana (30 de junio de 1569).

LICENCIADO Y CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

En la década siguiente, compatibilizó el estudio con la docencia, en la que fue adquiriendo notable fama. Así hasta que en noviembre de 1556 consiguió licenciarse con el respaldo del arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, y de Íñigo López de Mendoza, IV conde de Tendilla. El propio arzobispo, que se había hecho célebre como profesor en Salamanca y con gran influencia, lo propuso unos meses más tarde como catedrático de Gramática de la Santa Iglesia Catedral de Granada, lugar en el que Juan de Sessa acabaría sucediendo al fallecido Pedro de la Mota, humanista que había sido previamente su propio profesor

Fue el primer catedrático negro en la historia de los estudios superiores en España, cargo que desempeñó durante veinte años. Su prestigio debió acrecentarse sumamente, pues el día de San Lucas de 1565 fue el encargado de pronunciar el discurso de apertura académica de la Universidad de Granada. Para alcanzar el grado de catedrático había sido examinado por una comisión que encabezaron el arzobispo Pedro Guerrero, el jurista Pedro de Deza, el gobernador Conde de Tendilla. El asombro fue total en la ciudad: ¡un negro actuando de primus inter pares en la Universidad!

FELIPE II LE PIDE UN RETRATO


El destino ha querido que no nos haya quedado ningún retrato de Juan Latino. Su enorme fama en todo el imperio español en la segunda mitad del siglo XVI hizo que Felipe II pidiese que le enviaran un retrato del ilustre humanista. Se lo mandaron y lo colocó en la galería de sabios del Alcázar de Madrid. No obstante, el incendio que destruyó el palacio madrileño en 1734 se lo llevó por delante. 

TERTULIA DE ESCRITORES Y SU INFLUJO EN LOS ESCRITORES DEL SIGLO DE ORO

Acudía con cancilleres y hombre ilustres aficionados a las Letras a las tertulias de la Casa de los Tiros, (Cuadra Dorada) y fue solicitado para lances poéticos y musicales y en algún caso para arreglos de amor o mediación en disputas familiares entre nobles. No era asunto fácil entrar en estos templos intelectuales de la época pues en estas elitistas tertulias se sometían a prueba imitaciones de los grandes autores latinos: Horacio, Cátulo, Virgilio… y Juan Latino sobresalió entre sus contemporáneos lo bastante como para ser admitido.

Pero sí, por su pulcritud y extenso dominio de las letras clásicas se hizo un hueco en tan elitista tertulia, a la que concurren personajes como: Bermúdez de Pedraza, Venegas, Barahona de Soto, Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña o Gregorio Silvestre. También con Juan Boscán y toda la élite cultural de la ciudad y de Andalucía.

Publicó tres libros de versos, el más famoso de los cuales es el conocido como la «Austriada Cármine» (1573), que dedicó a don Juan de Austria y que fue el primer libro de poemas dedicado a la victoria española en Lepanto.

Otra obra suya que nos ha llegado es la de reclamar a Felipe II con verso ardoroso que los restos de los Reyes Católicos permaneciesen en Granada y no se trasladasen a El Escorial, según el escritor Juan Vicente Pascual, erudito en la biografía de Juan Latino, quien concluye que si los restos de los monarcas siguen hoy en la ciudad de Granada, en la Capilla Real, «Fue por la habilidad, el ingenio y la lucidez de aquel hombre extraordinario».

MUERTE Y DESAPARICIÓN DE SUS RESTOS

Muere como una celebridad: Tras largos años de felicidad matrimonial y acomodo social le llega la hora de partir: Muere a la edad de 90 años, una edad extraordinariamente longeva para el siglo XVI, ciego e ilustre, ciego como un Borges renacentista. Años antes compró, como era costumbre entre los nobles, sepultura y capilla en la iglesia de Santa Ana, y lo enterraron con todos los honores y reglamentos; y ahí debería reposar hasta mediados del siglo XlX cuando, con las nuevas disposiciones higiénicas que obligaban a sacar los cementerios de los templos,  se perdieran sus huesos en la fosa común de la parroquia.

OBRAS Y RECONOCIMIENTOS

La producción poética conservada de Juan Latino se resume en tres volúmenes:

Epigramas (Ad catholicum pariter… PhilippumDeque Sanctissimi Pii Quinti… y Austrias Carmen.), (1573).   La compuso en menos de un año, pues el privilegio de impresión está fechado en octubre de 1572, y utiliza el difícil latín humanístico de la época, a lo Virgilio, y de un gran estilo retórico.

De translatione corporum regalium (1576)

Un minucioso y detallado relato del traslado al panteón del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial de los cuerpos reales depositados en Granada, por mandato de Felipe II: el de su madre la emperatriz Isabel, su primera mujer María de Portugal y sus dos hermanos Fernando y Juan. Junto al relato se publica el conjunto de epigramas que decoraron los túmulos.

Ad Excellentissimum et Invictissimum D. D. Gonzalum Ferdinandez a Corduba, (1585)

Una sentida elegía a su amigo y protector. Cervantes alabó su manejo del latín” y lo menciona en el prólogo de El Quijote como pleno conocedor de las letras; y Lope de Vega lo dejó plasmado en sus escritos, otorgando dignidad a la negritud hasta reconocer que él quería ser el “Juan Latino blanco” del duque de Sessa:

“No era tan blanco en Granada
Juan Latino, que a la hija
de un veinticuatro enseñaba;
y con ser negro y esclavo
porque era su madre esclava
del claro Duque de Sessa,
honor de España y de Italia,
vino a casarse con ella
que gramática estudiaba,
y la enseñó a conjugar
en llegando al amo, amas.”

Ximénez de Enciso escribió una obra de teatro sobre el personaje. Se convierte en el símbolo de la fuerza de voluntad y de la tenacidad para conseguir los más amplios objetivos.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

Latino, Juan (1981). La Austriada de Juan Latino. Int., Trad. y notas por José A. Sánchez Marín. Universidad de Granada.

Marín Ocete, A. (1923 y 1924). «El negro Juan Latino. Ensayo de un estudio biográfico y crítico». Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino: 97 102 y 25 82.

Naveros Sánchez, Juan; Santos Flores, María Eugenia. El negro Juan Latino, gloria de España y de su raza.

Aurelia Martín, profesora de Antropología Histórica de la Universidad de Granada  autora  de Juan Latino, talento y destino, 

Ángel Hernández Sobrino : Los esclavos en España durante la Edad Moderna, Diario de la Mancha

José Vicenta Pascual , Juan Latino

https://personal.us.es/alporu/histsevilla/esclavos_sevilla.htm

https://es.wikipedia.org/

María Teresa Bravo Bañón

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