Amor pasional en tiempos de crepúsculos y califatos

María Teresa Bravo Bañón
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A la manera de las antiguas narradoras de leyendas orientales, les quiero relatar esta historia. Podría creerse que es una leyenda que hubiera llegado hasta nosotros atravesando los siglos sobre héroes y heroínas de un romance antiguo cantado por juglares; pero la realidad siempre supera cualquier ficción que pudiera inventarse.

Hafsa y Abu
Hafsa y Abu

HAFSA BINT AL RAKUNIYYA, LA POETISA

«Fue única en su tiempo por su belleza, elegancia, cultura literaria y mordacidad».
Ibn Al Jatib, escritor y biógrafo de Hafsa

Era Hafsa Bint Al Rakuniya hija de un noble de origen bereber, nacida en Granada en 1135, donde pasó su infancia y juventud en un contexto de intensa agitación política, que condujo, de la caída del Imperio Almorávide, a la instauración del Califato Almohade.

Por aquel entonces, los restos de Al-Andalus[1] estaban gobernados por los almorávides, una casta de soldados caracterizada por la profunda religiosidad y el odio eterno hacia los cristianos. Habían llegado 100 años antes, como una tropa mercenaria llamada por los reinos taifas enfrascados en luchas cainitas, unas veces, otras contra los reinos cristianos; pero después, cuando conocieron las riquezas de Al Andalus, decidieron quedarse, conquistar y reunificar los reinos taifas.

Los almohades, surgidos del norte de África, llegaron en el año 1147 a la Península dispuestos a conquistar los reinos del Norte. Y aunque finalmente no lograran tal empeño, su carácter extremadamente belicoso y su exacerbada religiosidad fanática (tipo el Isis actual) extendieron el temor entre los reyes cristianos como hacía siglos no se recordaba. No fue una invasión fácil. Alertados los almorávides de su llegada, se inició una cruenta guerra fraticida que se extendería por más de veinte años,

Todo musulmán que no siguiese la doctrina almohade era tachado de hereje y, por tanto, susceptible de ser castigado. En cambio, los almorávides habían ido relajando sus costumbres al ir compartiendo su estilo de vida con otras culturas peninsulares. Un enriquecimiento mutuo que los almohades interpretaron como una debilidad y que intentaron erradicar proclamando la yihad o guerra santa.

Imperio Almohade

Para ayudarle en su tarea, el califa almohade se hizo rodear de élites militares llegadas del Magreb. Los nuevos invasores no querían repetir los fallos de sus predecesores, los almorávides, quienes optaron por incorporar a cristianos y a judíos en sus sistemas de gobierno. La pureza debía mantenerse ante todo. Hasta tal punto llegó la obsesión almohade por imprimir su sello religioso, que las monedas comenzaron a ser acuñadas en forma cuadrada y con inscripciones de tipo religioso, para asemejarse al libro del Corán.

Desde el mismo momento en el que un pueblo o ciudad caía en su poder, se decretaba la ley islámica en toda su población, incluidos cristianos y judíos, obligados a convertirse a la nueva fe si no deseaban ver en peligro sus vidas. Ya lo decían las leyes almohades: “la pena para aquellos que incurrieran en el delito de desobediencia o en el del incumplimiento del deber religioso de la oración, es la muerte.”

En ese contexto socio-político tan adverso vivió Hafsa bint al-Hayy ar-Rakuniyya, una poetisa afamada y alabada, respetada por su cultura e ingenio, al igual que por su belleza y elegancia. Estas cualidades le permitieron ocupar pronto un lugar destacado en la corte almorávide de Granada, donde desarrolló una intensa actividad literaria y educativa y alcanzó rápidamente la fama y el respeto.

Ella demostró ser una mujer valiente cuando decidió rechazar un matrimonio acordado; cuando se encaprichó de un hombre libre; cuando se enfrentó al poder político para defender su cultura y sus ideales. Hizo oídos sordos a los consejos familiares, aceptó con orgullo sus derrotas y festejó sus logros, amó con pasión y con todo su corazón.

El historiador Al-Maqqari llegó a decir que “la superioridad literaria en Al-Andalus es como el instinto y la poseen las mujeres y los niños”.

En total, han llegado hasta nosotros diecisiete de sus poemas, de gran calidad literaria. Fue capaz de expresar sus sentimientos reales en un lenguaje llano, espontáneo y de gran sensibilidad. Tenemos, por ejemplo, un poema que escribió en un libro suyo como dedicatoria a una muchacha que se lo solicitó.

Dama de la hermosura y la nobleza, cierra los párpados,
benévola, ante las líneas que trazó mi cálamo, y míralas
con ojos de cariño, sin prestar atención a los defectos
del contenido y de la letra.
Envío un saludo, que los cálices de las flores abre
y hace zurear a las palomas en las ramas,
a quien ausente está, pero mora en mis entrañas
aunque mis ojos no puedan verlo.

ABU YAFAR AHMAD IBN SAID

Fue en el ambiente cortesano de Granada donde conoció al poeta granadino Abu Yafar ibn Said, del ilustre linaje de los Banu Said, con el que inició una pública relación amorosa hacia el año 1154.

Se enamoraron y se dedicaron los más hermosos poemas de amor y sensualidad de la época. Sus amores también fueron cantados en los versos de los poetas contemporáneos.

RESPÓNDEME ENSEGUIDA…

Respóndeme enseguida
¿Voy yo a ti o tú vienes a mí?
Mi corazón acepta lo que digas.
A salvo te hallarás de la sed y del sol
cuando ocurra tu encuentro conmigo,
pues mi boca es dulce fuente cristalina,
las ramas de mi pelo, sombra umbrosa,
Respóndeme enseguida…

Abu Yafar destacaba con sus poemas descriptivos de sus encuentros con su enamorada en los jardines de Granada.

¡Por tu vida!, el jardín no se alegraba con nuestro amor,
antes bien parecía lleno de celos y envidia;
el río no batía palmas alborozado por nuestra presencia
y la tórtola no gritaba sino sus penas;
y no creo que el cielo mostrase sus estrellas
si no era para espiarnos.

La poetisa le dedicaba sensuales y apasionados poemas que describían sus encuentros:

EL VISITANTE

Un visitante llega a tu casa:
su cuello es de gacela, luna creciente sobre la noche;
su mirada tiene el embrujo de Babilonia 
y la saliva de su boca es mejor
que la de las hijas de la parra; 
sus mejillas afrentan a las rosas
y sus dientes confunden a las perlas,
¿puede pasar, con tu permiso,
 o ha de irse, por alguna circunstancia?

Elogio aquellos labios porque sé
lo que digo y conozco de lo que hablo,
y les hago justicia, no miento ante Dios;
en ellos he bebido una saliva
más deliciosa que el vino.

ABU SAID UTMAN, EL VILLANO DE LA HISTORIA

Dos años más tarde llegó a Granada el gobernador almohade, el príncipe Abu Said Utman, hijo del Califa Abd Al Mumin, y de quien Abu Yafar fue nombrado Secretario personal. El príncipe gobernador Abu Said se enamoró de la poetisa, pero ella lo rechazó una y otra vez.

En 1158, Hafsa Bint fue enviada a Rabat en misión diplomática con un grupo de poetas y nobles granadinos ante el califa Abd Al Mumin, quien, fascinado, le concedió el feudo de Al Rakuna, cerca de Granada, sobrenombre con el que fue conocida.

Durante mucho tiempo Hafsa rechazó al gobernador, pero finalmente se convirtió en su amante, quizá cansada de las veleidades amorosas de Abu Yafar o por presiones del príncipe hacia ella o su familia.

Para ese entonces, los poemas de ambos enamorados ya se habían tornado agrios. En ellos, el despecho, los celos y los reproches se sucedían como un tormento.

SIENTO CELOS

(A Abu Yafar Ibn Said)

Siento celos de mis ojos y de mí misma,
de ti, de tu tiempo;
aunque te encerrase en mis ojos hasta el día del juicio,
no estaría satisfecha.

Y él le contestaba con su dolorosa súplica:

SÚPLICA A HAFSA

Tú, a quien escribí el billete,
a nombrarte no me atrevo,
di, ¿por qué no satisfaces
mi enamorado deseo?
Tu tardanza me asesina;
de afán impaciente muero.
¡Cuántas noches he pasado
dando mil quejas al viento
cuando las mismas palomas
no perturban el silencio!
¡Infelices los amantes
que del adorado dueño
ni una respuesta consiguen,
ni esperanza ni consuelo!
Si es que no quieres matarme
de dolor, responde presto.


Pero los celos y el despecho no dejaron de atormentarle:

DILE A ESE POETA….

Dile a ese poeta de quien nos ha librado
el que se haya caído sobre mierda:
vuelve a tu pozo, hijo de la mierda,
igual que hace la mierda.
Y si vuelves a vernos algún día,
verás, oh tú, el más despreciable y vil,
sin discusión, de entre los hombres
que esa es la suerte que te espera
si andas medio dormido.
¡Barba que ama la mierda y odia el ámbar,
que no permita Dios que nadie vaya a verte
hasta que te hayan enterrado!

TRÁGICO FINAL DEL POETA ABU YAFAR

Abu Yafar se vengó del rival de este singular triángulo amoroso, mofándose con sus sátiras, y hasta acabó participando, por venganza, en una rebelión política contra el gobernador, razón por la que lo mandó a encarcelar y finalmente lo crucificó en el año 1163, en Málaga.

Hafsa, sintiéndose responsable, se retiró de la corte y guardó luto toda su vida, a riesgo de ser encarcelada y correr la misma suerte que el poeta crucificado. Finalmente, Hafsa abandonó la actividad poética, centrándose en la enseñanza.

POR VESTIRME DE LUTO…

Por vestirme de luto me amenazan
por un amado que me han muerto con la espada.
¡Qué Dios tenga clemencia con quien sea
liberal con sus lágrimas,
o con quien llore por aquél que mataron sus rivales,
y que las nubes de la tarde,
con generosidad como la suya,
rieguen las tierras donde quiera que se vaya!

Hacia el año 1184, aceptó la invitación del califa Al Mansur y se dirigió a la capital del Imperio Almohade, la ciudad de Marrakech, para dirigir la educación de las princesas y de las hijas de la nobleza. Allí permaneció hasta 1191, año de su muerte a los 56 años.

Hafsa es la poetisa de Al Andalus de la que se conserva en mayor número su producción poética, gracias, sobre todo, al interés de sus biógrafos y de la familia Banu Said. Heredera de la tradición poética árabe, la mayoría de sus versos son de tipo amoroso, dirigidos a Abu Yafar, aunque hay algunos satíricos y de elogio a Abu Said, alcanzando la cima de su inspiración en aquéllos en los que se lamenta de la prisión y muerte de su amante.

Encarnación de la mujer independiente y culta de la época de esplendor y decadencia de al-Andalus, Hafsa fue muy respetada, a pesar de sus aparentes libertades. A pesar del mundo de intransigencia religiosa que se instaló en su época, los biógrafos posteriores siempre la consideraron como una gran poetisa.

De sus últimos poemas tenemos esta elegía a la ausencia:

Si no fueras un
lucero,
mis ojos no
habrían quedado a oscuras
ahora que estas
lejos.

En este poema la poetisa habla del triángulo amoroso que vivió entre sus dos “ amados”:

RELÁMPAGO

Preguntad al relámpago tremolante,
mientras la noche está en calma,
¿Cómo es que me produce debilidad, al recordar a mis amados?
Su efecto ha sacudido en mi corazón un pálpito
y la abundante lluvia de su nube,
me hizo llover el párpado.

De Abu Yafar nos ha llegado este poema dedicado a Málaga, la ciudad en que fue crucificado y donde pagó con su vida el amor que le tuvo a la poetisa.

MÁLAGA TAMPOCO MI CORAZÓN OLVIDA

A Málaga tampoco mi corazón olvida;
no apaga en mí la ausencia la llama del amor;
¿Dónde están tus almenas ¡oh Málaga querida!,
tus torres, azoteas y excelso mirador?
Allí la copa llena de vino generoso
Hacia los puros astros mil veces elevé,
y en la enramada verde, del céfiro amoroso,
Sobre mi frente el plácido susurrar escuché.
Las ramas agitaba con un leve ruido
y doblándolas ora, o elevándolas ya,
prevenir parecía el seguro descuido
y advertimos si alguien nos venía a espiar.

BIBLIOGRAFÍA

  • Un poeta granadino del siglo XII: Abu Yafar
  • Autor Ibn Said
  • Traducción Celia del Mora
  • Ediciones Cultura Hispánica
  • Diwan de las poetisas de Al- Andalus,
  • Teresa Garulo, Ed Hiperión,
  • Historia de la España Medieval,
  • Vicente Ángel Álvarez Palenzuela, Ed. Ariel

[1] Al-Ándalus es el nombre que en la Edad Media dieron los musulmanes a lo que hoy conocemos como península ibérica o España.

María Teresa Bravo Bañón

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