La comitia, elecciones a duunviri en la Tarraco romana
María Teresa Bravo Bañón
Durante 15 días, cada año, en el mes de mayo, vivimos apasionadamente en mi ciudad, Tarragona, la TARRACO VIVA: un festival cultural internacional dedicado y especializado en la divulgación histórica de época romana. Las jornadas Tarraco Viva comenzaron en 1999 con motivo de una serie de actos que pretendían dar apoyo ciudadano a la candidatura de Tarraco como Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una vez declarado patrimonio mundial, las jornadas siguieron organizándose y con cada vez mayor aceptación y participación de público tanto local como nacional e internacional.
El festival acerca al público la realidad histórica de Tarragona; para ello no se decoran los espacios ni las calles, se muestra la ciudad tal y como es, o mejor, tal y como ha llegado a ser. Se valora principalmente el valor didáctico de las propuestas de actividades, por encima de su valor escénico; por eso existen multitud de actividades dedicadas a las escuelas. Potenciar y estimular el interés por la historia en los colectivos escolares, para que sean en el futuro ciudadanos con la idea del valor cultural y por tanto humano del patrimonio histórico.
Tarraco Viva no es un festival de artes escénicas, la divulgación histórica es el único valor fundamental de este festival. Los actos se desarrollan en espacios monumentales o arqueológicos relacionados con la época romana. Y hay restaurantes en la ciudad que esos días muestran su menú especial basado en la gastronomía de hace 2000 años.
Así, hemos asistido en las murallas a monólogos, o representaciones escénicas de la fundación de una ciudad romana, en el anfiteatro, a la escenificación de las luchas de gladiadores, más allá de las películas y sus tópicos, así como, por la noche, al funeral de un gladiador. Hemos recorrido el forum, asistido a conferencias, a documentales especializados, a lecturas de escritores clásicos, a las termas, al circo; hemos conocido cómo era una taberna romana, una lavandería, el mercado, los diferentes oficios y hasta el lupanar con sus precios, tal como se encontró en las ruinas de Pompeya. ¡Hay tanto para contar de la Tarraco viva!
Voy a empezar por la COMICIA, tal como nos la representaron el grupo de reconstrucción histórica de Némesis. Muy apropiada en época de elecciones.
LA COMICIA EN TARRACO HACE 2000 AÑOS
El sistema de administración de las ciudades constaba de un decurión o asamblea de tipo hereditaria y los duunvir, dos alcaldes, uno senior y otro joven, que eran elegidos cada año por los ciudadanos, cargo que no podía ser consecutivo en su reelección; si alguien quería presentarse de nuevo, tenía que esperar otro año, nunca seguidos.
Una vez convocadas se ponía en marcha toda la administración de censos, proclamas por la ciudad con trompetas. Cualquier ciudadano tenía opción a ser candidato, si tenía más de 25 años, no tenía antecedentes con la justicia, ni deudas con el ayuntamiento.
Pero el mayor problema al que se tenían que enfrentar los que se postulaban para candidatos era tener que depositar una importante suma de dinero en prestación de garantías por parte de los magistrados electos, que debieran manejar fondos públicos.
Es decir, si al acabar la legislatura, los questores, que eran los que llevaban la contabilidad de fondos públicos, detectaban alguna malversación, ese cargo electo perdía la fianza depositada. El candidato que resultara elegido debía dar inexcusablemente “praedes o praedia “en garantía de una buena administración de los recursos públicos (res publicam salvamfore). Para ello era preciso que tuviera bienes patrimoniales en la ciudad o dentro del territorio municipal, a fin de que la comunidad pudiera ejercer el desahucio o confiscación sobre sus propiedades en caso de una gestión financiera considerada “ilegal”.
La responsabilidad del magistrado en el terreno económico era un principio vigente ya en época republicana que funcionaba en el siglo I AC, tal como recogen los testimonios históricos. El candidato podía incluso retirarse en el mismo instante de la votación. Si no renunciaba y era finalmente aceptada su candidatura, se incluía su nombre en la lista electoral, se dejaba expuesta en el Foro y en otros lugares frecuentados, entre los que se encontraban las asambleas que eran las únicas en las que se podía hacer uso de la palabra, lo que las convertía en un magnífico instrumento de propaganda electoral, permitiendo al candidato exponer a una mayoría de la población, sin excesiva formación, los ejes de su campaña electoral y sus cualidades para poder llevar a cabo su proyecto, lo que facilitaba crear opiniones favorables al candidato que demostrase ser un buen orador, como era el caso de Cicerón.
Además, con la presencia de las mujeres en dichas asambleas públicas, los candidatos tendrían un mayor auditorio popular al que dirigir sus promesas electorales, porque aunque carecían del derecho al voto, podrían inclinar la balanza a su favor al gozar de influencia en el seno familiar. Del mismo modo, las mujeres que por su ocupación laboral tenían cercanía con los clientes de tiendas, posadas y tabernas, podían, por sus relaciones con el público, sugerir el nombre del mejor candidato. Una vez aceptada su candidatura, se vestía de blanco, en señal de pureza y honestidad; así todos podían reconocerle como aspirante y se ponía en marcha toda la maquinaria de persuasión que aún hoy día, después de dos milenios, sigue vigente.
MANUAL DEL CANDIDATO
Existe la obrita titulada “Manual del Candidato” (Commentariolum petitionis) que se atribuye a Quinto, el hermano de Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a.C.). En este breve texto de no más de seis páginas, Quinto le hace una serie de observaciones y sugerencias a Marco ante la inminencia de su campaña electoral, dado que se presenta como candidato al cargo de cónsul, la más alta magistratura de la antigua república romana.
El año correspondería al 63 antes de Cristo, pero si lo leemos con nuestros ojos actuales, veremos que bien podrían los asesores de campaña de nuestros muchos candidatos de ahora ponérselo como lectura de “mesita de noche”, para que al menos sepan por qué están haciendo muchas de las cosas que hacen. “A pesar de todos sus inconvenientes, una campaña electoral tiene al menos la ventaja de que permite decir y hacer cosas inconcebibles en situación normal y de que, incluso, está bien visto mezclarse con individuos cuyo trato sería impropio o vergonzoso en otra situación. Te aseguro que si no haces eso (y cuanto con más gente, mejor) se pensará que no te tomas en serio las elecciones”.
Ya en la Tarraco antigua, se vivía la campaña electoral (y piensen que esta era cada año, como un periodo de carnaval en el cual todo estaba permitido, todo era válido para lograr el objetivo final), desde el momento en que el aspirante se vestía con la toga blanca (toga candida) hasta la parafernalia que rodeaba su casa y su día a día.
El manual recoge la estrategia que debían mantener los candidatos para tener éxito electoral. En él se explica, por ejemplo, que era preciso ir al Foro —espacio donde se desarrollaba gran parte de la vida pública en las urbes romanas— todos los días a la misma hora para que los ciudadanos se pudieran dirigir a ellos y preguntar todo lo que quisieran. Además, esto permitiría que le hicieran peticiones, a las que deberían tratar de responder siempre favorablemente.
“Estar siempre en el candelero es indudablemente necesario, pero los beneficios de una continua presencia no vienen solo de ser bien visible en Roma y en el Foro sino de no olvidarse jamás de los votos; de —si fuera preciso— pedirlos una y otra vez a las mismas personas y, en la medida de lo posible, evitar que haya alguien que pueda decir que no le ha llegado —y de modo claro y convincente— el mensaje de tu candidatura”.
“Lucha, pues, con todas tus fuerzas por lo que deseas. No creo que una elección pueda amañarse hasta tal punto que algunos grupos —sin necesidad de comprar sus sufragios— dejen de votar a su candidato preferido; por lo tanto, si no te descuidas, si movilizas suficientemente a tu gente, si repartes bien las responsabilidades entre los tuyos con influencia, amenazas a tus oponentes con investigarles, metes miedo a los caciques y espantas a los que compran votos, podrás conseguir que las elecciones sean limpias o, al menos, que la corrupción no afecte al resultado”.
Recomendaba Quinto Tulio Cicerón: ser simpático, besar niños y no negarse de forma taxativa a nada, rehusando amablemente a lo que no se puede cumplir, intentando quedar bien con cualquier posible elector; nos muestra con toda claridad la fragilidad de las promesas realizadas por los participantes .
De hecho, el propio Quinto nos muestra la dirección que debe seguir un buen petitor o candidatus, la de la diplomacia más elevada al servicio del éxito final.
Dentro de la estrategia verbal, convenía saludar a los posibles votantes por su nombre, ya que tal gesto de cercanía es siempre interpretado como una muestra de interés del candidato hacia los demás. Sin embargo, en Tarraco resulta difícil creer que un candidato pudiera saberse los nombres ni tan siquiera de las familias más importantes de la ciudad, ya que la inmigración pujante proveniente de otras partes de Hispania, hacía del todo imposible saber los nombres de estas oligarquías.
Para resolver esta dificultad existía el Nomenclator, un esclavo que debía aprenderse de memoria los datos más importantes de las personas de mayor renombre de la ciudad, para susurrárselos al candidato cuando se encontrase con los miembros de estas familias, paseando por el Foro o en cualquier otro lugar.
De este modo, al saludar de forma adecuada al rango que poseía una determinada persona, el aspirante político sumaba apoyos a su candidatura, al halagar al destinatario de su saludo público, reconociéndolo como ciudadano de especial y elevada condición social.
El Nomenclator iba en la comitiva de su amo, ayudándole a ofrecer sus respetos a los conciudadanos a la vez que les pedía el voto. Era sin duda, un magnífico reclamo publicitario soporte de la campaña electoral de todo candidatus, desempeñando el papel de un asesor de imagen que ayudaba a reforzar su estrategia electoral.
Otro medio de hacerse publicidad, dentro de una política de gestos, consistía en la solicitud del voto mediante los apretones de manos que transmiten la cercanía del aspirante y creaba un vínculo de afinidad con quien recibía el saludo del candidato.
Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta era la ostentación, el mostrar las fuerzas con las que se contaba de cara a los comicios, lo que se reflejaba en los acompañantes asiduos del político, de todo tipo y condición, signo de éxito y por lo tanto publicidad real de la imagen y el poder del candidato
Para ello existía el séquito que acompañaba y arropaba al petitor a todas horas.
Así, tendría que celebrar banquetes fastuosos, los epulae, con motivo de funerales, juegos o triunfos; hacer repartos públicos, por ejemplo, de aceite, si hubiera juegos, o celebrar unos munera funerarios que exaltasen las virtudes de la familia del candidato. A tal punto llegaba el interés por estos actos publicitarios, que en ocasiones se retrasaron los munera hasta fechas próximas a los comicios, a fin de que los futuros votantes pudiesen comprobar las excelencias de los miembros de la familia del aspirante a un cargo político.
Existían otras formas de publicitar electoralmente a un candidato, pero entraban dentro de la ilegalidad. El reparto de dinero entre los posibles votantes, claramente un soborno electoral, ilegal, y penalizado con no poder presentarse nunca más a ninguna magistratura del estado, además de ser un desprestigio para él y su familia, puesto que quedaba la mancha en el honor de la estirpe.
PROPAGANDA ELECTORAL
Se utilizaban como escaparate las tumbas más llamativas y costosas situadas a lo largo de la Vía Augusta con el objetivo claro de que los incontables viajeros que accedían a Tarraco contemplasen la riqueza de las familias propietarias de tales monumentos funerarios.
Lo más llamativo de la epigrafía funeraria conservada es sin duda la contra publicidad presente en los sepulcros situados a lo largo de las vías principales de acceso a la ciudad, conformada por escritos de lo más variado. Unas veces contenían veladas o claras amenazas para el candidato propuesto por el autor del indigno “graffiti”, deseando que perdiera e incluso que nunca más pudiese ser elegido para ningún cargo, y otras sin embargo eran escritos indulgentes e incluso portadores de fortuna para quienes superasen la tentación de profanar las tumbas mejor situadas.
El candidato podía contratar a unos especialistas en los grafitis que ponían en las paredes de las casas, previo pago al propietario. Se hacían pintadas en las paredes, sobre fondos previamente encalados, en colores rojos o negros, según lo hemos sabido por las ruinas de Pompeya. En ellos se publicaban mensajes favorables a uno u otro candidato; pero también criticando a los opositores. Unas veces era pidiendo el voto, pero, también otras, haciendo de contra propaganda, como esa de “Los borrachos y vagos vamos a votar a …” o en la fachada de un lupanar “Nosotras pedimos el voto para.. y la más joven recién llegada también pide el voto para … porque le ha gustado mucho.”
Durante 27 días se vivía con pasión la campaña electoral. El día de las elecciones se votaba en el fórum. Los aspirantes podían enviar a sus representantes, los interventores, a modo de notarios; presidía la votación el duunviri senior. Era votación pública, todo el mundo podía contemplarlo, para dar fe que no hubiese pucherazo. Se constataba que estuviera censado, para eso tenían una potente administración de funcionarios; el votante escribía el nombre en una tablilla de madera con pátina de cera, se depositaba en una cesta. Después estaba el recuento, también público y transparente, y a continuación se proclamaban los elegidos. Toda una lección de historia viva.
La democracia, como sistema participativo del pueblo, hace 2000 años ya estaba en nuestra sangre romana, en nuestras leyes, en nuestra política y en nuestras ciudades romanas. Nuestra civilización Occidental tiene sus bases en la Grecia y Roma de nuestros antepasados a los que honramos y admiramos tanto en este festival de la Tarraco Viva; porque nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y cómo seguimos siendo romanos.
FUENTES CONSULTADAS
https://descubrirlahistoria.es/2015/12/las-campanas-electorales-de-la-antigua-roma/