La salida de la Alianza Cívica de espaldas a la población

Fernando Bárcenas
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El autor es ingeniero eléctrico.

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“Apostamos … por la máxima unidad de toda la oposición, con una estructura organizativa que permita ganar bajo cualquier escenario político a la dictadura”. Esta es la máxima insensatez. Ganarle a la dictadura en cualquier escenario no es posible pretenderlo con una estructura organizativa, para ello, se requiere una conducción estratégica capaz de derrotar a Ortega en los enfrentamientos tácticos. Lo esencial, como siempre, es la línea de acción de masas contra las posiciones orteguistas.

La Alianza Cívica abandona este lunes 26 de octubre la Coalición Nacional, después de meses de indecisión. Ha sido, una decisión indecisa que la ha paralizado en el último año. Más bien, fue una decisión irreflexiva, políticamente injustificable. Significa que la justificación esgrimida por la cúpula de la Alianza Cívica no es política, sino, absurdamente tonta. Y paga las consecuencias por su ignorancia e inmadurez con un enorme desprestigio político fulminante en el seno de la población. 

En 31 meses, luego de ser convocada de dedo por la Conferencia Episcopal, la Alianza Cívica ha caído en las encuestas de opinión, de torpeza en torpeza, como consecuencia de su origen sumamente burocrático, como un colectivo selecto caprichosamente entre distintos sectores sociales, sin representación real en algún sector de masas, sin identidad ideológica, sin capacidad de análisis político, sin disciplina consciente hacia una línea política.

Luego del fracaso del primer diálogo con Ortega, la Alianza Cívica debió proceder de inmediato a una reflexión ideológica especializada sobre su identidad, asumiendo los cambios cualitativos necesarios para convertirse en una opción política calificada, con principios que le dieran capacidad de analizar la coyuntura política con cierta coherencia metódica. Había que superar la improvisación y la espontaneidad, que tontamente se asume como una característica positiva de la rebelión de abril. Y que, en el colmo de la estupidez, se reclama abierta y repetidamente como una nueva forma de hacer política

<<No hay una unidad excluyente y una unidad inclusiva…. Lo que hay es unidad combativa y unidad oportunista>>

Lo que más ayuda a Ortega es precisamente la ignorancia e improvisación arrogante de quienes le adversan sin teoría política alguna, que es la principal característica del zancudismo y del pactismo sinvergüenza. Sólo hay una forma de hacer política combativa, actuando a favor de la contradicción progresiva de la realidad social.

No hay una unidad excluyente y una unidad inclusiva, como si se tratara de una diferencia conceptual de la unidad, o de una diferencia infantil del comportamiento. Lo que hay es unidad combativa y unidad oportunista, la diferencia es obviamente política, consiste en la línea de acción que se adelanta en la coyuntura dada. Todo se reduce –la combatividad o el oportunismo- a la línea de acción. En torno a ello se gestan las alianzas o las discrepancias y las luchas fraccionales.

En lugar de explicar sus diferencias en cuanto al análisis de coyuntura, y respecto a la línea política de la Coalición, la Alianza Cívica suscribe un comunicado muy torpe, titulado: “Asumimos la responsabilidad de seguir trabajando por la unidad incluyente”.

<<La unidad, en sí misma, sin línea política de acción en el momento, es un objetivo inútil, incapaz de hacerle cosquillas a la dictadura.>>

Se trabaja por una línea política, y es ella la que suscita la unidad de los sectores combativos. Toda discusión debe ser política. Para un político, una situación que afecta los intereses de amplios sectores de la sociedad reclama una posición combativa al respecto. Una posición que traza una respuesta de masas: es decir, una línea de acción de masas. Y esta línea concreta, no los discursos, es lo que permite definir a cada quien en el espectro de la sociedad en crisis, no el palabrerío inútil sobre “oposición verdadera”, sino, la coherencia programática en cada coyuntura y en la tendencia de evolución de la realidad política.

El comunicado de marras dice: “La unidad y acción conjunta de todos los sectores sociales y políticos del país es indispensable para hacer frente a la dictadura”.

Es una miserable expresión vacía de contenido. La unidad, en sí misma, sin línea política de acción en el momento, es un objetivo inútil, incapaz de hacerle cosquillas a la dictadura. Esta organización que se sale de la Coalición carece de pensamiento táctico, en consecuencia, es un zombi: un muerto viviente. No por salirse de la Coalición, sino, por las razones pusilánimes que esgrime para salirse.

<<Los líderes y las ideas no son nuevos únicamente por ser jóvenes.>>

Continúa el comunicado lamentable, refiriéndose a la Coalición: “Ha prevalecido (en la Coalición) el muro de una política tradicional, que se resiste a dar paso a nuevas generaciones de líderes e ideas”.

Los líderes y las ideas no son nuevos únicamente por ser jóvenes. Deberían ser innovativos, capaces de resolver problemas actuales, imprevistos, de planificar la transformación de la realidad en su complejidad actual, y de abrirse paso, para ello, no en las organizaciones burocráticas, sino, en el seno de las masas dispuestas a luchar por sus intereses. La crítica del comunicado es burocrática, de burócrata a burócrata. Del burócrata que se cree bueno al burócrata que describe como malo (posiblemente con un razonamiento infantil).

“Es evidente –dice el comunicado lamentable- que hay que buscar otros caminos nuevos que permitan aglutinar a todas las fuerzas democráticas de la oposición que quieran ir a las elecciones”.

<<¿Por qué la condición requerida para la unidad es que las organizaciones quieran ir a las elecciones? Es simple, porque no es una unidad de combatientes para luchar contra la estrategia de Ortega, para derrotarle estratégicamente…>>

¿Cuáles serían esos caminos nuevos? Se trataría de una unidad distinta a la Coalición, que sería convocada por la Alianza Cívica. La idea es que la Alianza Cívica sí podría convocar a las fuerzas democráticas de la oposición. ¿Por qué podría convocarlas ahora, luego de fracasar en dos ocasiones anteriores? No se sabe. 

¿Cuáles son esas fuerzas democráticas de la oposición? ¿Cuál es el peso de cada una, cuál es su línea política, cuáles son sus principios? No se sabe. 

¿Por qué la convocatoria de unidad se dirige a organizaciones llamadas democráticas, y no a los sectores sociales? Es simple, porque se trata de una unidad hueca, y no de impulsar una línea de acción de masas. 

¿Por qué la condición requerida para la unidad es que las organizaciones quieran ir a las elecciones? Es simple, porque no es una unidad de combatientes para luchar contra la estrategia de Ortega, para derrotarle estratégicamente, sino, para encasillarse en candidaturas en unas elecciones cuya convocatoria o menos, cuya limpieza o fraude, depende de la estrategia de Ortega, a quien se le cede la iniciativa, al punto que se espera negociar con él. 

“La unidad –dice el comunicado- tiene que ser un instrumento eficaz para ganar al régimen e impulsar nuevas formas de hacer política, basadas en principios éticos y democráticos, para que la gente entienda que queremos hacer las cosas mejor y de forma diferente a como se ha hecho en el pasado”.

La gente está dispuesta a luchar, y debe luchar por sus propias condiciones de existencia. No precisa entender que alguien –supuestamente- hace las cosas mejor que en el pasado, porque este alguien se base, en apariencia, en principios éticos y democráticos. 

La política no se orienta por la ética, tampoco la ingeniería, la economía, la matemática o la física se orientan por la ética. La ética no interviene en la relación entre medios y fines en las distintas ramas del saber humano. A lo sumo, podemos vincularla únicamente a obtener una armonía de la actividad humana con la naturaleza, en su justa medida para hacer sostenible el ulterior desarrollo humano.

Nadie sensato se contenta con hacer las cosas mejor que en el pasado (menos aun si a ello se le llama retóricamente una “nueva forma de hacer política”). Los problemas actuales requieren innovación. Se trata de resolver, con eficacia, en concreto, los riesgos y amenazas del momento. Ello presupone –en lugar de un palabrerío vacío sobre el pasado- un análisis de coyuntura, y una línea de acción concreta con la participación y movilización activa de los agentes sociales progresivos involucrados en la contradicción presente.

Apostamos –continúa el comunicado- por la máxima unidad de toda la oposición, con una estructura organizativa que permita ganar bajo cualquier escenario político a la dictadura”.

Esta es la máxima insensatez. Ganarle a la dictadura en cualquier escenario no es posible pretenderlo con una estructura organizativa, para ello, se requiere una conducción estratégica capaz de derrotar a Ortega en los enfrentamientos tácticos. Lo esencial, como siempre, es la línea de acción de masas contra las posiciones orteguistas.

<<Derrotar a la dictadura y conquistar la libertad son dos cosas cualitativamente distintas.>>

Concluye el comunicado sumamente ignorante: “Confiamos sostener relaciones bilaterales, para luchar por una reforma electoral integral y la realización de elecciones libres, en las que podamos participar en una alianza nacional para derrotar a la dictadura y conquistar nuestra libertad”.

Derrotar a la dictadura y conquistar la libertad son dos cosas cualitativamente distintas. La dictadura no es más que un obstáculo inmediato para el desarrollo. Pero, el atraso productivo y cultural es un obstáculo estructural más complejo de derrotar, en torno al cual hay contradicciones sociales más esenciales que confrontan a la nación.

La realización de elecciones libres presupone no sólo la derrota previa de Ortega y el desmantelamiento completo del orteguismo, sino, la construcción de nuevas instituciones adecuadas a la participación de todos los sectores de la población en formas más directas en la toma de decisiones políticas, que la simple delegación en partidos políticos que aún no existen.

No se trata de luchar por elecciones libres, sino, por sacar a Ortega del poder, por cambiar la correlación de fuerzas en los términos de la confrontación impuesta por Ortega (no necesariamente por los mismos medios utilizados por Ortega, pero, en los escenarios en que la dictadura emplea sus fuerzas). 

Las relaciones bilaterales entre organizaciones llamadas democráticas carecen de importancia. La unidad que se requiere es la del pueblo en lucha, en torno a reivindicaciones que le permitan apuntar a la toma del poder (no necesariamente al triunfo electoral, porque este podría no ocurrir, ya que no es un objetivo determinante ni inevitable en la tendencia de evolución de la realidad bajo la dictadura actual).

Fernando Bárcenas

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