La suma de lo que costó bastante: diálogos que debimos tener, y no tuvimos

Fidel Ernesto Narváez
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Hubo un diálogo que no tuvimos: el de la Constitución. Nunca nos preguntamos por qué no hemos votado ni ratificado una, ni por qué tampoco lo han hecho nuestros antepasados, ni nunca nadie en la historia de Nicaragua. Los fantasmas existen, y nuestra Constitución es uno.

Hubo un diálogo que no tuvimos, y fue aquel donde no se habló de la Infección Renal Crónica; no porque sea una cuestión de médicos, no, sino porque eran muertos que nunca tuvieron justicia, se fueron apilando y apilando, y nunca se habló porque era el ron de Nicaragua, y el ron no solo emborrachaba, sino que pagaba medios, funcionarios públicos, artistas, hípicos, campañas.

Hubo un diálogo que no tuvimos: no se habló de la desclasificación de los archivos de la extinta Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE) durante los ochenta, y los de la Oficina de Seguridad Nacional de Somoza, no porque quisiéramos escribir novelas de espías o de mafias, para eso ya está John Le Carré o Mario Puzo, sino para acostumbrarnos a la verdad, a esa verdad que tantas familias hoy esperan escuchar para empezar a hacer justicia. Todo se tapó, se ocultó, se emparedó, como emparedaron a Antígona hace tantos siglos.

Hubo un diálogo que no tuvimos: el de la deuda pública. Como no hablamos de eso, entonces termina pasando que hay quienes pudieron piñatear propiedades que luego terminarían pagando las generaciones venideras con intereses; se las pagarían a los bancos que compraron esa deuda para especular en la Bolsa de Valores de Nicaragua, y así, lamentablemente, al robo le siguió el pago, al pago la deuda, y a la deuda la compra, y a la compra los intereses, y a los intereses el empobrecimiento. Esa es la historia de los Bonos de Pago por Indemnización. 

Hubo un diálogo que no tuvimos: el de la Costa Caribe. No lo tuvimos porque siempre ha sido concebido como lugar para minas, para palmerales, para la tala de bosques, para la ganadería intensiva, nunca para hablar del pasado colonial, para hablar de autonomía, para hablar de gobiernos indígenas territoriales y demarcación de territorios comunales.

Hubo un diálogo que no tuvimos: el de la Constitución. Nunca nos preguntamos por qué no hemos votado ni ratificado una, ni por qué tampoco lo han hecho nuestros antepasados, ni nunca nadie en la historia de Nicaragua. Los fantasmas existen, y nuestra Constitución es uno, todos la ven, pero nadie sabe si existe realmente.

<<Hubo un diálogo que no tuvimos y la suma de los diálogos que no tuvimos es la causa del silencio que ahora tenemos.>>

Hubo un diálogo que no tuvimos: el de hiperpresidencialismo. Jamás hablamos de por qué en una historia llena de dictaduras y dinastías familiares teníamos que seguir aceptando como única forma de gobierno la del presidente, ni por qué nunca nos dimos a la tarea de crear los contrapoderes, las alternativas, las asambleas, la autogestión, la autonomía.

Hubo un diálogo que no tuvimos: el de la guerra, el de la exoneración de impuestos a los grandes capitales, el de la congelación de salarios mínimos, el de un tribunal constitucional independiente, el de la suscripción popular, el del precio y negocio de la energía, el del latifundio, el del origen de las grandes fortunas, el de la quiebra culposa de los bancos, el de las armas del Ejército que llegaron a los paramilitares colombianos, el de las personas señaladas en los Papeles de Panamá.

Hubo un diálogo que no tuvimos, y entonces llegaron los de 2018 en adelante, y empieza de nuevo el conteo de los que no tuvimos más los que se vinieron después.

Hubo un diálogo que no tuvimos y la suma de los diálogos que no tuvimos es la causa del silencio que ahora tenemos.

El Diálogo 2 costó más que el Diálogo 1 

el Diálogo 1 costó bastante.

Fidel Ernesto Narváez

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