Un viejo mañoso y muy peligroso

Ismael Sánchez S.
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El autor es ciudadano nicaragüense.

“La política ha sido utilizada para que hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria”.

Voltaire

La gran tarea pendiente es la conformación de una alternativa política distinta, de un nuevo liderazgo que desarrolle una estrategia unitaria sobre la base de un programa mínimo para salir de la dictadura. El gran capital sigue jugando a dos bandas. Por un lado, evitar un conflicto con el régimen para asegurar sus beneficios. Por el otro, conservar influencia política en el movimiento social, la cual cultiva a través de una concepción un poco “mitológica”: que la dictadura caerá con las sanciones internacionales individuales y sin presión social interna.

En el 2018, era pensable la caída de la dictadura y la construcción de una sociedad democrática estaba a la vuelta de la esquina. En estos momentos, aquella marea de cambio que se mostraba imparable ya no existe. La dictadura Ortega-Murillo no cayó, lejos de ello, se muestra muy activa. Hoy se mantienen algunos focos de lucha, pero no son los que marcan el ritmo de los acontecimientos. Abril de 2018 nos enseñó que la dictadura es muy peligrosa cuando está asustada y cree que puede ser derrocada.

Vistas así las cosas, el panorama sociopolítico pareciera sombrío. En un sentido, lo es. Las represiones brutales que siguieron a las protestas del 2018, los miles y miles de exiliados, torturados y los cienes de asesinatos que sucedieron durante los últimos años (2018-2021), son elementos que configuran nuestro actual estado de cosas, que sin ninguna duda es de desmovilización, de desorganización en términos de lucha política. Lo cual no quiere decir que la historia está terminada. La historia continúa y la protesta social subsiste ante el estado de injusticia sigue presente.

El pacto Ortega con el gran capital no está muerto. Las ganancias, gracias a los favores del régimen, siguen creciendo.

Aunque es cierto que la lucha no ha terminado, las protestas sociales están adormecidas. En términos generales lo que el régimen y el gran capital quieren es inocular en la población el conformismo, la mansedumbre y la protesta política “light”. Eso marca el momento actual. Es decir, la combinación de las políticas neoliberales y la represión para acallar protestas, por lo que se trabaja sin prestaciones sociales, con bajos salarios, sin sindicatos y en pobreza laboral. En ese sentido, el pacto Ortega con el gran capital no está muerto. Las ganancias, gracias a los favores del régimen, siguen creciendo.

El pacto de Ortega con el gran capital no está agotado. Con varios años de existencia, sabe arreglárselas muy bien para permanecer vigente. Eso no es una buena noticia para el movimiento de Abril, porque la prosperidad de unos pocos se asienta en la permanencia de la dictadura en el poder. Por el momento no se ve un horizonte inmediato post Ortega. Al contrario, todo augura más autoritarismo, con una dictadura en declive. Ortega está estratégicamente derrotado, pero se volvió un viejo mañoso muy peligroso.

La represión no ha desaparecido del escenario político nacional, y las posibilidades de nuevas capturas están siempre abiertas. Ante esta “normalidad” que se avecina los luchadores sociales no pueden sentir ninguna alegría. Se vive, por el momento, en un callejón sin salida. Por lo tanto, la gran tarea pendiente es la conformación de una alternativa política distinta, de un nuevo liderazgo que desarrolle una estrategia unitaria sobre la base de un programa mínimo para salir de la dictadura.

La estrategia de impulsar el desarrollo del país por medio del fortalecimiento del capital productivo se ha ido reemplazando por la acumulación por medio de la corrupción, la especulación en los negocios y el despojo de las tierras a los campesinos y a los indígenas de las tierras comunales.

A partir de esa estrategia unitaria, la dictadura entrará en una fase de agonía, aunque para seguir sobreviviendo apelará a cuanto juego sucio podamos imaginarnos, de lo más deleznable, bajo y ruin; pero siempre reciclando y manteniendo su alianza con el gran capital. Es un dato muy importante, y que en términos estratégicos marcan un escenario de mediano plazo.

A partir del 2018, la dictadura se ha dedicado a sobrevivir. Se ha mudado hacia formas de acumulación basado en el parasitismo social, que son fabulosas para los poderes fácticos y la cúpula del poder, pero inservibles para el bienestar de la gran mayoría de la población y para el sistema capitalista mismo. La estrategia de impulsar el desarrollo del país por medio del fortalecimiento del capital productivo se ha ido reemplazando por la acumulación por medio de la corrupción, la especulación en los negocios y el despojo de las tierras a los campesinos y a los indígenas de las tierras comunales. En ese sentido, el orteguismo no está muerto, pero sí severamente enfermo, aunque pueda sobrevivir por un tiempo más.

El capitalismo de compadrazgo, promovido por Ortega, se basa en la obtención de la ganancia por cualquier método, con el menor esfuerzo posible y aprovechando las exoneraciones del estado, y nada más. Sin embargo, la inercia misma del sistema capitalista hace prescindible a la cúpula en el poder, ya que lo único que le interesa es mantenerse en el poder y que la acumulación de la riqueza sea por cualquier medio, sin ampliar las inversiones productivas. Lo que han hecho es comprar, con el dinero no transparente, las empresas ya existentes. El sistema político autoritario no puede sostenerse de esa manera indefinidamente.

Queda entonces la interrogante hacia dónde se dirige el proyecto Ortega-Murillo. Lo que resulta descaradamente evidente es que el dictador, ya envejecido, se mueve cada vez más como un capo mafioso, como un viejo mañoso, lleno de ardides y tretas sucias, pero en todo caso no tiene un proyecto país. Por ejemplo, entre las actividades más dinámicas, hoy en día, se encuentra el tráfico de drogas y los dineros ilícitos que marcan el rumbo de la acumulación de la elite mafiosa en el poder. En ese sentido la dictadura está estructuralmente enferma, sin perspectivas de un desarrollo sostenible en beneficio de las mayorías.

La inercia misma del sistema capitalista hace prescindible a la cúpula en el poder, ya que lo único que le interesa es mantenerse en el poder y que la acumulación de la riqueza sea por cualquier medio, sin ampliar las inversiones productivas.

Si el negocio turbio se ha entronizado, si lo que duplica las fortunas de manera inconmensurable, si lo que mueve los circuitos de la economía son las constantes operaciones no transparentes sin incrementar el capital productivo, sin un incremento de la producción tangible, es decir, si las operaciones oscuras al amparo del gobierno son las predominantes, esto quiere decir que la dictadura, como sistema, no tiene propuesta de salida a la crisis.

Por supuesto, a los poderes fácticos financiero, agrícola y comercial no le molesta ese sistema de acumulación si da dinero y produce ganancias; para ellos, eso es lo que cuenta. Así nació, creció y se generalizó el sistema corrupto promovido por la dictadura. La dictadura olvidó que para hacer un buen gobierno tiene que dejar de lado los eslóganes, el sectarismo y enfocarse a buscarle solución a los problemas de la vida real del país.

Pero hoy, el capitalismo ha entrado en una fase donde al sistema no sólo ya no le interesa únicamente la continuación de esa acumulación mafiosa, ya que para el capitalismo para seguir siendo hegemónico necesita generar nuevos espacios productivos para desarrollarse, donde puede seguir reproduciéndose; por lo tanto, la dictadura se ha transformado en un tapón para la reproducción del capital ampliado que hay que eliminar. Esa es una de las contradicciones que sufren los poderes fácticos: son favorables en sostener a la dictadura para obtener ganancias, pero son bloqueados en su desarrollo ampliado por el régimen mafioso.

Esta fase mafiosa de acumulación de capital que atraviesa el sistema, que es la tónica dominante en la actualidad en Nicaragua, no puede solucionar cuestiones básicas de la población: trabajo, tierra y tierra. Y, por lo tanto, el descontento social tiende a incrementarse y poner en peligro la acumulación de la riqueza de las elites.

El poder autoritario del viejo mañoso no es sino la expresión actualizada de algo que, desde el 2007, sabemos que lo ejerce el poder dictatorial. El viejo mañoso no es sino la patética expresión de la barbarie, la negación de los derechos humanos y la eliminación de todo signo de democracia. ¿Cómo es posible haber llegado a esta situación? ¿Cómo es posible que el gran capital se mantenga en silencio ante semejante barbarie? La única explicación es que el deseo de enriquecerse por cualquier medio es más importante que oponerse a la barbarie, transformándose en cómplices pasivos y/o activos.

Esa es una de las contradicciones que sufren los poderes fácticos: son favorables en sostener a la dictadura para obtener ganancias, pero son bloqueados en su desarrollo ampliado por el régimen mafioso.

El régimen promueve una política mediática para que la gente adopte una actitud sumisa frente al poder, de amor a los valores patrióticos y de confianza en el dictador. Desafiar al gobierno es considerado una traición. En paralelo, los resultados de las políticas públicas no quieren que sean evaluados, prefieren recibir reverencias y devoción.

Sin embargo, las encuestas de opinión revelan que la gente desconfía del dictador, rechaza las prácticas de corrupción, denuncia los escándalos frecuentes por negocios turbios, pide más transparencia y rendimiento de cuentas. El desencanto de los ciudadanos “de a pie” se agrava por ineficiencia del sistema político e institucional. Es decir, la decepción de “los de abajo” se ha dilatado, como un acordeón.

Es vital separar los intereses económicos del gran capital y la estrategia política para derrotar a la dictadura. También es asunto prioritario luchar contra la corrupción e impunidad y evitar como “la clave de todo” la relación entre la delincuencia de cuello blanco y el gobierno.

Cuando el poder mafioso domina el gobierno se genera más desigualdad y pobreza. Cuando no hay frontera y los delincuentes de cuello blanco son los que dominan el gobierno rige la injusticia y manda los grupos minoritarios con intereses creados. Se requiere la separación del poder económico del poder político y viceversa.

El gran capital sigue jugando a dos bandas, tomando una posición muy clara: evitar un conflicto con el régimen para asegurar sus beneficios, y conservar una influencia política en el movimiento social que cultiva a través de una concepción un poco “mitológica”: que la dictadura caerá con las sanciones internacionales individuales y sin presión social interna.

El viejo mañoso, la cúpula en el poder tiene las manos manchadas de sangre inocente y todos aquellos que permiten que la dictadura continúe la barbarie contra el pueblo, guardando silencio.

Ismael Sánchez S.

El autor es ciudadano nicaragüense.