Contra la “unidad”, por la liberación y la democracia

<<Después de la Insurrección dijeron que lo pragmático era la unidad, y salir de Ortega en elecciones bajo un solo candidato. Por eso, dijeron, iban a diálogo y para eso se presentaron candidaturas y se hizo campaña. Decían que todo lo demás era utópico e irrealizable. Pero los hechos eran otros, eran que Ortega mataba y encarcelaba, y no estaba dispuesto a ceder el poder en elecciones. Ya se conocen los resultados.>>

La “unidad” para elecciones: un chiste cruel

Ahora está más que claro que la pretendida «unidad» de la oposición era una mala broma de los que querían meter a grupos tan distantes ideológica y personalmente en un mismo saco, llamado «casillas«, para sacar a Ortega en elecciones.

No necesariamente lo hacían con el propósito consciente de favorecer al régimen. No, quizás lo hicieron con buenas intenciones, pero la realidad es que las consecuencias de sus actos fueron de oxigenación de la dictadura, y de una división casi irremediable entre los que formaron parte del diálogo y los que no formaron parte, de los que creían en esa vía y de los que creían en otra.

Abramos los oídos, pongámonos atención, construyamos democracia

Aceptar las bases de la democracia implica escuchar cosas que no nos gustan, sean verdad o mentira. Lamentablemente la política y las formas de llegar al poder se han rebajado tanto, éticamente, que toca leer y escuchar cosas de todo tipo. Pero hay que hacer un esfuerzo por la verdad, porque en el campo de la verdad es que juega la democracia. 

Antes habían lugares que se llamaban campos de la verdad, como uno que hay en Córdoba, Andalucía, porque eran donde iban a los duelos los caballeros o los enfrentados a buscar la verdad por la espada y la lanza: el que quedaba vivo había logrado imponer su verdad. Los tiempos han cambiado, y sabemos que ni la espada ni la lanza han sido instrumentos de búsqueda de la verdad.

Aceptar las bases de un régimen democrático implica escuchar desde que «el MRS quería muertos», como también leer que en el 2001 «la Convergencia Nacional era un proyecto de futuro» a pesar del pacto con Alemán, a pesar de las acusaciones de Zoilamérica, a pesar de la censura de los ochenta, y a pesar de las acusaciones de antidemocrático que se vertieron en el año 94, cuando se dividió el FSLN y apareció la rama renovadora.

El pleito por ficciones

La oposición en Nicaragua tiene dos salidas, tiene más, pero dos a corto o inmediato plazo. Una es comenzar a tolerarse, en medio de sus diferencias, de las mentiras y de las verdades que no nos gusta escuchar, de las verdades que están guardadas en las oficinas de la seguridad nacional de Somoza o la de la Seguridad del Estado de los ochentas. La otra es vivir eternamente en lucha defendiendo la “pureza ética” del MRS, del FSLN o de los somocistas, ficciones que quedaron superadas en 2018. 

Porque ni la reivindicación de la parte buena del sandinismo, ni mucho menos la de la parte buena del somocismo son soluciones para un país que según las encuestas, los números y los hechos, no cabe ni se somete a ficciones políticas tan simples, de buenos y malos. La ficción política de buenos y malos fue la que nos llevó a una guerra en los ochentas donde se buscaban vencedores y vendidos, cuando el tiempo ha terminado sentenciando que todos perdimos en esa guerra, hasta los que no habían nacido.

Renace el espíritu crítico: una nueva oportunidad que no hay que desperdiciar

Seguir en esta práctica politiquera y de toma de partidos es perder la oportunidad de un país que se volvió crítico, libre para hablar; para decir, de los partidos y de los lideres políticos, y principalmente de la dictadura, lo que quiere y lo que se ha venido silenciando desde hace tiempo.

Cuesta admitirlo, pero en la oposición hay de todo: somocistas, renovadores, sandinistas, liberales, campesinos, estudiantes, feministas y conservadores, y ninguno de ellos por sí solo va a cambiar el país o derrocar a la dictadura. Solo en la medida que cualquiera de esos grupos trabaje por convencer a la gran mayoría de nicaragüenses de que son respetuosos con el sistema democrático y no justicieros de lanza y espada, solo en esa medida es que los grupos opositores podrán aportar algo al futuro democrático del país, y no llevarlo a tiempos que ya se vivieron en los ochentas y en los setentas, tiempos de persecución y de armas levantadas en nombre de relatos de los buenos y los malos.

La división (la diversidad) no es obstáculo para la construcción de la democracia

Por lo tanto, es mejor admitir la división, que es natural diversidad, y no perseguir una unidad irreal. Es mejor dar el ejemplo de que, en medio de la división y las posturas más beligerantes posibles, se es capaz de construir, porque si destrucción ya hay de sobra y el pueblo no está dispuesto a transitar hacia otra, por mucho que la vistan de azul y blanco. Respetar la diversidad, la división, es clave, es realista, porque cuando una dictadura alcanza los niveles de la de Nicaragua es natural que genere oposición en todo el arco de la diversidad, desde lo religioso, lo económico, lo social y lo internacional. Solo quienes están ciegos por su ambición de poder creen que van a poder aprovechar esa oposición general al régimen y ponerla bajo una sola bandera, la suya. Esto es tratar de hacer una vez más lo que se ha hecho antes, y que debe parar: venderle al pueblo nicaragüense un horizonte falso, proyectos que pretenden ser la panacea y la solución al enorme problema cultural del autoritarismo, del que la dictadura actual es la principal muestra, la más reciente, pero no la única. 

Unos podrán decir que esta posición es una posición cómoda, buenista o fácil, que hay que tomar partido contra los que unos llaman fascistas o lo que los otros llaman comunistas, en nombre de cuyas ideologías se han cometido crímenes históricos.

Pero en realidad esto no es una posición, es una realidad sustentada por hechos, y quién más se aleje de los hechos menos esperanza podrá generar en la población de Nicaragua. Porque nadie desde una tribuna política y partidaria puede enseñarle el pueblo lo que es sufrir uno u otro yugo, porque aunque se pinten de colores el yugo y la bota es la misma. 

El falso pragmatismo de la “unidad”

Después de la Insurrección dijeron que lo pragmático era la unidad, y salir de Ortega en elecciones bajo un solo candidato. Por eso, dijeron, iban a diálogo y para eso se presentaron candidaturas y se hizo campaña. Decían que todo lo demás era utópico e irrealizable. Pero los hechos eran otros, eran que Ortega mataba y encarcelaba, y no estaba dispuesto a ceder el poder en elecciones. Ya se conocen los resultados. No hace falta describirlos. «Doctrina res ipsa loquitur», los hechos hablan por sí mismos.

Un filósofo napolitano dijo, a inicios del XVIII: «Verum ipsum factum«. Que quiere decir algo así como la verdad es lo que podemos hacer o producir, o la verdad es lo hecho. Mientras más nos alejemos de los hechos más lejos estaremos de la verdad. No hay verdades inmutables, pétreas ni eternas, y solo en la medida en que seamos participes y creadores de los hechos podemos ser creadores y buscadores libres de la verdad.

La verdad (si la buscamos entre todos) nos hará libres

A ver si en Nicaragua empezamos a entender que la verdad no la tiene nadie, ni los que tienen más cuentas en Twitter ni más medios de comunicación; que la verdad es una cosa tan democrática que todo el mundo cree tener la suficiente, parafraseando a Descartes cuando hablaba de la razón. Los filósofos de carrera dirán, qué atrevido este, poniendo a Descartes y a Vico en un mismo escrito, cuando defendían sistemas bastante enfrentados.

 Si hay algo interesante de un libro poco democrático como la Biblia es cuando dice que «La verdad os hará libres», eso es algo como un caballo de Troya que se coló en un libro hermético y amurallado, porque solamente en la permanente búsqueda de la verdad es que somos libres; una vez que se cree tenerla, se sacan las espadas.

Fidel Ernesto Narváez
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