Los jóvenes: por qué ellos y por qué a ellos
(Sobre su derecho preferente de participación en la solución a la crisis socio política que sacude Nicaragua)

Hulasko Meza Soza
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Vicerrector general de la Universidad Popular de Nicaragua (Uponic), una universidad no estatal. 

Artículos de Hulasko Meza Soza

Freddy Quezada
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Profesor de varias universidades nicaragüenses UCA, UPOLI, UNAN, UAM. Despedido por solidarizarse con las causa de los jóvenes rebeldes de abril de 2018.

Artículos de Freddy Quezada

…ningún actor de los tradicionales está pensando EN LA LUCHA QUE ES NECESARIA DAR HOY, para poder llegar a ese futuro que nos pintan. Se están preparando para unas elecciones mañana sin decir cómo revitalizar la lucha de hoy que nos pueda llevar a ese mañana.  Sin embargo, los jóvenes de Abril siguen insistiendo en los elementos que son permanentes en cualquier lucha hoy y que, por lo tanto, no deben ser dejados de lado. Ellos insisten en la lucha por la justicia y el castigo para los responsables de las masacres, insisten en la libertad de los reos políticos…. ellos insisten en la lucha por restablecer las libertades básicas de manifestación, movilización, expresión, etc. Los jóvenes universitarios inclusive han dado muestras de que la lucha por erradicar la cooptación que la UNEN ejerce sobre el movimiento estudiantil universitario [1] no puede esperar a mañana.

LAS JUVENTUDES DE NICARAGUA Y SUS MOMENTOS CLAVES [LOS JOVENES NICARAGUENSES – SUS LUCHAS Y SUS BANDERAS]

En los últimos meses ha surgido una discusión  -con argumentos y contra argumentos- en torno a la participación de los jóvenes y los campesinos en las distintas agrupaciones que pretenden aglutinar a todos los sectores opositores al régimen ORTEGA-MURILLO de cara a un eventual enfrentamiento electoral con éste. Tanto las opiniones como las distintas agrupaciones, si bien reconocen la beligerancia de ellos, su peso específico en la lucha, su derecho a participar en las instancias de búsqueda de solución a la crisis,  no terminan de materializar en el aspecto político y organizacional ese reconocimiento. 

No obstante lo anterior, es solo en torno a los jóvenes y ese derecho preferente que les reconocemos sobre lo que queremos tratar.

Los jóvenes, la juventud, tradicionalmente se piensan como el reservorio fresco de una sociedad. Y su plenitud de despliegue como el punto máximo de tensión de su energía, muchas veces derrochable (y derrochada) en causas y empresas sin garantías.  Sin embargo, ella misma, como los demás actores sociales, tiene una estratificación interna que de arriba hacia abajo va, si lo vemos solo por su escolaridad e ingresos, desde las capas más cultas, universitarias, hasta las más plebeyas, habitantes de barrios y comunidades precarias, pasando por una capa media, letrada pero no alta, de recursos modestos, pero no indigente. 

En el caso de Nicaragua, los jóvenes han tenido una influencia determinante en el desarrollo de los hechos más trascendentales de nuestra historia reciente. A diferencia de las juventudes de otras latitudes y/o hemisferios, en Nicaragua ellos si han cambiado el rostro de nuestro país.  Y cuando referimos las luchas con escenarios predominantemente urbanos -no hablando de la juventud universal sino de su fracción más letrada- es la que siempre las ha iniciado y desencadenado; siempre por un derecho conculcado que ellos son los primeros en resentir y en reaccionar por su restablecimiento.

Se puede comprobar que en las luchas modernas en nuestra sociedad, la juventud –y sobre todo la universitaria- ha sido actor de primera fila. Ha tenido la capacidad y la moral de arrastrar a otros jóvenes de menos escolaridad detrás de ella e incluso atreverse a ofrecer nuevos mundos que han terminado por desilusionarla y desilusionar a los que se le han sumado. En la marcha, exitosa o fracasada, se ha combinado con todos los demás sectores plebeyos, jóvenes o no, al grado de volverse indistinguible y solo recordable por el arrojo decidido de sus actos.

Es por esa razón que vimos  a una juventud universitaria fuerte y decidida organizarse y ponerse al frente de la lucha por el derrocamiento de la Dictadura Somocista. Es por eso que también fuimos testigos de cómo los jóvenes campesinos se integraban a la contrarrevolución para protagonizar una SUBLEVACIÓN CAMPESINA que terminó por dar al traste con el modelo que venía implementando el FSLN en el poder y el gobierno. Y fueron los jóvenes los que a partir del 18 de Abril del 2018 desenmascararon al régimen Ortega-Murillo obligándolo, con sus protestas y resistencia, a mostrar su verdadero rostro; produciendo un cambio tan radical en la política y en la forma de hacer política en nuestro país y en la imagen que del gobierno de Daniel Ortega se tenía tanto dentro como fuera del país, que aún no hemos terminado de ver las consecuencias de esa “vuelta de calcetín” que propiciaron nuestros jóvenes.

En todos esos momentos, aunque las banderas visibles que levantaban en sus luchas aparentemente eran diferentes, basta con detenerse un poco en el análisis para percatarse que siempre han sido las mismas banderas de fondo las que han abrazado. Y todas tienen que ver con DERECHOS: Derecho a decidir, derecho a participar, derecho a expresarse libremente, derecho a organizarse como se quiera, derecho a luchar por lo que se quiere y se cree, derecho a ser respetado y tomado en cuenta….. Es decir: DERECHO A SER Y A ESTAR….

POR QUÉ ELLOS…?  LOS PARADIGMAS DETRÁS DE LAS BANDERAS

Como en toda lucha y para todo luchador, las banderas y causas por las cuales lucharon esos jóvenes tenían un referente, un universo paradigmático que usaban en alguna medida para definir el qué hacer, el cómo hacerlo, etc.

Así, los jóvenes que vencieron a la dictadura somocista, abrazando paradigmas de base marxista, creyeron en la necesidad de desaparecer las clases sociales, creyeron en una revolución con una vanguardia de clase obrero-campesina dirigiéndola y creyeron en un partido representando a toda la nación, planificando y organizando ese proceso; creyeron en la construcción de un “hombre nuevo”, de una “sociedad nueva”…… Creyeron en todas las demás ideas que en teoría solamente se podían materializar en una sociedad socialista. 

Por su lado, los jóvenes campesinos que se integraron a la contra de entrada no compartían ni mucho menos aceptaban los postulados marxistas sobre la desaparición de clases, clases vanguardias, partido único, etc. Y sus temores ante la imposición que estaban viendo y/o imaginando que estaba haciendo el FSLN en el poder, los llevaron a levantar las armas en contra de ese gobierno. Sus banderas tenían que ver con paradigmas de libertad y, también, de derechos.

Aunque ambas juventudes (ya con cierta separación generacional) terminaron enfrentándose militarmente, ambos grupos tenían el mismo referente paradigmático: EL PARADIGMA DE LA CONTRADICCIÓN.

La esencia de dicho paradigma radica en considerar que siempre existe un “UNO” y siempre existe un “OTRO” enfrentados en la lucha social; que ese UNO considera a ese OTRO como un enemigo al que hay que vencer y, eventualmente, destruir físicamente, pues su sola existencia amenaza y se opone a lo que interesa y conviene al “uno”. Adicionalmente, ese “uno” se considera a sí mismo como el sector más avanzado de la sociedad que está “predestinado históricamente” a triunfar sobre el “otro” y así poder garantizar un mejor futuro para todos en la misma. 

Hoy por hoy, fácilmente podemos identificar en el Orteguismo estos postulados del paradigma de la contradicción. 

Fueron esas ideas, más fuertes y definidas en los jóvenes más letrados, las que acompañaron su lucha contra la dictadura somocista hasta derrocarla. También fueron las que los pertrecharon y las que llevaron a su enfrentamiento militar a la contrarrevolución en campos y montañas  “en defensa de la revolución”.

Algo que debemos resaltar es que en este paradigma BASTA CON QUE UNO SOLO DE LOS ACTORES SOCIALES LO TENGA COMO CIERTO para que todas la contradicciones y diferencias que naturalmente existen entre los sectores de una sociedad sean abordadas de manera que, a la postre, resulta perjudicial y destructiva para la misma.  No era necesario, entonces, que los campesinos sublevados conocieran y/o creyeran en esos postulados; bastaba que los jóvenes de la ciudad y sus periferias lo hicieran. El enfrentamiento entre la ciudad y el campo/montaña era entonces inevitable [2] y los jóvenes serían sus protagonistas. 

Adicional a ese paradigma también encontramos otro paradigma que es común tanto a los jóvenes que lucharon contra la dictadura somocista como a los que lucharon contra el gobierno sandinista posteriormente. Tiene que ver con la posibilidad de que un individuo, una organización, un estamento o sector social, REPRESENTE a otros individuos, organizaciones o sectores sociales: EL PARADIGMA REPRESENTACIONAL Y más concretamente, la idea puesta en práctica de LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA.

En la idea y práctica tradicional, conocida y existente de la representación política, el individuo/organización/sector social/etc. representado DELEGA en un “representante” su capacidad de decidir, de discutir y llegar a acuerdos con otros y comprometerse a cumplirlos, delegando, por ende, la responsabilidad de hacerse cargo de los resultados concretos de sus decisiones. Con esto, el representado termina delegando no solo su derecho de pensar, de crear, sino también su derecho a soñar y su derecho a luchar por construir aquello en lo que sueña; y, con ello, su derecho a equivocarse en la construcción colectiva de ese sueño

Esa representación política devenida en DELEGACIÓN-DESPOJO es la contradicción que resume las luchas sociales entre “los de abajo”, que pugnan por adueñarse, controlar y forjar su propio destino y “los de arriba” que se erigen en los “sabedores únicos” de cuál es ese destino y, por tanto, los únicos que lo pueden garantizar. De ella surgen, como su hijo legítimo, la realización de los pactos y componendas de cúpulas.

Es bien conocida la frase/consigna que caracterizó el gobierno sandinista en los 80´s…. ¡¡DIRECCIÓN NACIONAL, ORDENE!!.  Era la máxima expresión de ese paradigma. Una frase en la que una nación entera –por lo menos es lo que quería el sandinismo gobernante- obedecía ciegamente a una cúpula dirigente que se había arrogado, por efecto de su representatividad, la capacidad de decidir los destinos de todos los sectores de la nación. 

También son conocidas y han sido meridianamente estudiadas y documentadas las insatisfacciones y quejas de los desmovilizados de la Contra y del Ejército después de la firma de la suspensión del enfrentamiento militar. En ambos sectores hay claridad ahora de que los acuerdos firmados y la forma en cómo se materializaron éstos NO CONLLEVARON NINGÚN BENFICIO para los combatientes de ambos bandos. La representación de los combatientes por sus cúpulas dirigentes les impidió procurarse mejores condiciones posteriores. 

A diferencia de esas juventudes, los jóvenes de Abril del 2018 ni creen en promesas ni prometen a nadie nuevos y mejores mundos. No hay en ellos ninguna pose o actitud prometeica. Tampoco creen que haya un sector social que sea el llamado por la historia a dirigir algo. En sus banderas y reivindicaciones subyace un universo paradigmático completamente diferente: EL PARADIGMA DE LA DIFERENCIA. 

En este paradigma, lo esencial es que todos los “unos” existentes en la sociedad, reconocen y aceptan la existencia de todos los “otros”. No solamente en términos de aceptación como realidad, sino también en términos de “sujetos sociales reales, con derechos iguales”.  Dicho paradigma no establece la necesidad de que “desaparezca” ningún otro; antes bien, la existencia y posibilidad de reproducción y crecimiento de ese otro es lo que llena de contenido y le otorga validez social al paradigma.  Tampoco necesita el paradigma de la diferencia que ninguno de los sectores de la sociedad sea ni se convierta en “el sector más avanzado” de la misma, ni que recoja o represente en sí los “intereses objetivos” de toda la sociedad para ser válido; su fuerza y validez radica precisamente en el reconocimiento y aceptación de la variopinta conformación social que todo país y sociedad tienen.

A la par de no confiar ni en promesas de maravillosos mundos futuros ni en vanguardias prometeicas dirigiendo la marcha hacia éstos, los jóvenes de Abril tampoco creen en la representación política. En ese sentido, no están dispuestos a delegar en nadie la discusión con nadie en torno a lo que ellos quieren y por lo que luchan; no están dispuestos a permitir que nadie en su nombre tome acuerdos y decida sobre el futuro de la sociedad y mucho menos sobre su futuro. 

Es precisamente la negación y el rechazo a la REPRESENTACIÓN POLÍTICA la que, además de desconcertar a los representantes del régimen en la primera negociación, les daba las armas para poder, como lo hicieron a la postre, negar toda viabilidad de una solución negociada al conflicto. 

Y si bien es cierto que los sectores sociales que se habían tomado las calles en su protesta anti dictatorial se identificaron con los jóvenes que estaban en dicha negociación, esa identificación era más de cara a que REPRESENTABAN SUS DESEOS Y ASPIRACIONES, que de cara o en el sentido tradicional de la representación política.

Fue una delicia y motivo de aplauso y reconocimiento posterior para todos los nicaragüenses opositores a Ortega el ver a un LESTHER ALEMÁN decirle al dictador todo lo que esos nicaragüenses pensaban y querían decirle.  En ese acto, un joven expresaba con sus palabras las ideas, esperanzas y voluntad de esos nicaragüenses. Por supuesto, ese hecho no convertía a Lesther ni a sus otros acompañantes en los representantes políticos de los luchadores. Y bien que se sintió posteriormente esa no representatividad política. 

Como hemos visto, los paradigmas que denotan los jóvenes de Abril del 2018 en sus actitudes y demandas constituyen, en nuestra opinión, un avance significativo en la cultura política de este país y devienen en un nivel que supera la política y la forma de hacer política que nos ha caracterizado.

Lo anterior no es, sin embargo, lo único nuevo que esta generación de jóvenes nos presenta a todos los sectores de la nación nicaragüense. Hay algo más que a simple vista no es posible identificar pero que refuerza aún más esa superación de la cultura política que los jóvenes de Abril están planteándole a la sociedad nicaragüense.

La lucha por la justicia social es una lucha permanente en toda sociedad en la que los más interesados son, precisamente, los sectores que son víctimas de la injusticia social. Y esa es, en gran medida, la que han llevado a cabo todos los luchadores sociales de los últimos dos siglos. Sin embargo, es necesario resaltar que en los últimos tiempos esta lucha ha dejado de ser una por la sola redistribución económica: el norte que le debe al sur, los ricos a los pobres, los empresarios a los trabajadores, etc.; y ha pasado a incorporar un nuevo componente: la lucha por EL RECONOCIMIENTO. 

En este nuevo componente de la justicia social se tiene como objetivo un mundo que acepte la diferencia, en el que la integración en la mayoría o la asimilación de las normas culturales dominantes no sea el precio a pagar por recibir un respeto igual. 

La incorporación del reconocimiento como parte de la justicia social implica también la aceptación de la idea de que ésta excede las cuestiones distributivas y trasciende hasta incorporar las ideas de identidad y derecho a la misma, trasciende la idea del DERECHO A SER IGUALES y llega a la de IGUALES DERECHOS A SER DIFERENTES.

Cuando las organizaciones juveniles surgidas al calor de la lucha contra el régimen Orteguista reclaman su participación en la COALICIÓN NACIONAL y resto de esfuerzos de una  manera distinta a la que las cúpulas de esas organizaciones les están proponiendo, ellos:

  • Rechazan en la práctica las implicaciones sociales negativas del paradigma de la contradicción. Con ello debilitan las pretensiones hegemónicas de los grupos de poder que están detrás de algunos esfuerzos y sectores de la lucha anti Orteguista y le salen al paso a las ideas de “el ganador se lleva todo” que pretenden aplicar también algunos sectores que están en la lucha.
  • Rechazan la pretensión que en la práctica tienen los grupos económicos y sociales hegemónicos de infiltrar en la lucha y en las organizaciones la idea de la validez  de la representatividad política. Con ello los jóvenes disparan al centro de la posibilidad de un nuevo arreglo de cúpulas.
  • Incorporan en la lucha por la justicia social en nuestra sociedad la idea de EL RECONOCIMIENTO como un elemento indispensable de la justicia que le confiere a esta un nivel superior y más satisfactorio para la sociedad en su conjunto. En este sentido no solamente elevan la lucha social a un plano superior sino que con ello también invalidan el discurso hegemónico que propone la necesidad de asimilarse y aceptar las normas y la práctica política dominantes para poder ser reconocido y tenido como igual. A partir de ahí, los partidos políticos y demás organizaciones sociales tradicionales y vetustas dejan de tener el derecho exclusivo de participación política y pueden entrar otros actores a la contienda política formal. 

Con todo lo anterior, y precisamente por todo lo dicho es que afirmamos: 

POR ESO ELLOS… LOS JÓVENES DE ABRIL… TIENEN UN DERECHO PREFERENTE A LA PARTICIPACIÓN EN CUALQUIER ESFUERZO PARA RESOLVER LA CRISIS SOCIO POLÍTICA QUE ESTREMECE NUESTRA NACIÓN.

POR QUÉ A ELLOS..?  –  EL TIEMPO Y SU SIGNIFICADO 

Mucho se habla en los medios de comunicación social sobre las expectativas que se abren a la sociedad nicaragüense ante la posibilidad de vencer finalmente a la dictadura Orteguista. Políticos y politólogos a título individual, partidos políticos, organizaciones sociales, etc. se ocupan de describirnos algunas características de la sociedad que necesita nuestra nación y que deberíamos o debemos construir una vez que demos al traste con la dictadura Orteguista. 

En ese sentido, hay como cierta tendencia a creer y a actuar como que ese futuro NO DEPENDE DE ESTE PRESENTE y que se puede materializar independientemente de lo que acontezca hoy.  Es decir, el presente es un tiempo inexistente en esos sueños y elucubraciones.  Tan es así que, aparentemente, ningún actor de los tradicionales está pensando EN LA LUCHA QUE ES NECESARIA DAR HOY, para poder llegar a ese futuro que nos pintan. Se están preparando para unas elecciones mañana sin decir cómo revitalizar la lucha de hoy que nos pueda llevar a ese mañana.  

Sin embargo, los jóvenes de Abril siguen insistiendo en los elementos que son permanentes en cualquier lucha hoy y que, por lo tanto, no deben ser dejados de lado. Ellos insisten en la lucha por la justicia y el castigo para los responsables de las masacres, insisten en la libertad de los reos políticos…. ellos insisten en la lucha por restablecer las libertades básicas de manifestación, movilización, expresión, etc. Los jóvenes universitarios inclusive han dado muestras de que la lucha por erradicar la cooptación que la UNEN ejerce sobre el movimiento estudiantil universitario [3] no puede esperar a mañana. 

Adicionalmente a lo anterior tenemos el concepto de tiempo presente y tiempo futuro. 

En la temporalidad de vida propia del ser humano aceptamos la idea de que el tiempo es inexorable y no se detiene. También es aceptable la idea de que lo que para un individuo o sector social puede ser un tiempo corto, para otro individuo o sector social en ese mismo momento esa porción de tiempo puede ser demasiado largo.

Lo anterior nos coloca en la pregunta que surge al escuchar las descripciones o propuestas de ese futuro para la sociedad nicaragüense:  

QUIENES SON LOS QUE VAN A VIVIR ESE FUTURO?  En ese sentido, más bien nos podemos preguntar: DEL FUTURO DE QUIÉN ESTAMOS HABLANDO?  

Y la respuesta, aunque a algunos les pueda parecer excluyente y hasta discriminatoria, TIENE QUE SER EN TÉRMINOS ETÁREOS. Es decir, tenemos que responderlas en términos de la edad cronológica que tienen los integrantes de los diferentes sectores sociales en Nicaragua.

En otras palabras, ese futuro…. Es preferentemente el de los jóvenes de hoy o no?  Es para ellos preferentemente o no?. 

Porque cinco, diez, quince y hasta veinte años adelante no significan lo mismo para los que hoy están entre los catorce y veinticinco años que para los que son mayores de sesenta; si ponemos como referencia la edad de jubilación en nuestro país y si tomamos también como referencia la esperanza de vida actual en Nicaragua que para las mujeres es de (75.8) años  y para los hombres es de (69.7).

Es decir, el futuro del que estamos hablando en todo momento ES EL FUTURO DE LOS QUE HOY SON PARTE DE LA JUVENTUD NICARAGUENSE…. En ese sentido, ESE FUTURO ES DE LOS JÓVENES… LES PERTENECE.

Es por esa razón que nosotros afirmamos:

POR ESO A ELLOS…. A los jóvenes.  A ellos les pertenece ese futuro que todos queremos desde nuestros propios intereses y motivaciones. A ellos les corresponden CONSTRUIRLO según sus capacidades y aspiraciones. A ellos les tocará equivocarse o acertar.  Es su derecho.

REFLEXIÓN FINAL (Recurso discursivo de  los autores para curarse en salud)

Aunque no ha sido nuestra intención hablar en nombre de y por los jóvenes de Abril ni por la juventud nicaragüense en general, estamos claros de que se nos podría señalar de que si lo hemos pretendido hacer. En ese sentido, estamos claros que al hablar de la representación nosotros también corremos el riesgo de anularnos por autorreferencia.

Sin embargo, asumimos el riesgo como los monjes trapenses que cuando violan sus votos de silencio, tienen que violarlos otra vez al ordenar callar, para restablecerlo.

También queremos resaltar el hecho de que, aun cuando pertenecemos a esa generación de jóvenes que derrotó a la dictadura somocista, creemos que la juventud universitaria en y con sus luchas es, a lo mejor, la contracara decolonial de lo que sucedió en Europa con sus intelectuales rebeldes que desafiaron papados y coronas pero que luego en sus colonias, sus pares, los intelectuales criollos, como demostró Ángel Rama, más bien sirvieron de consejeros, asesores y sirvientes del poder local. 

Los estudiantes acaso por eso sustituyeron en rebeldía y desobediencias a los intelectuales europeos. Ojalá y mañana no sustituyan a los criollos en su hipnótica atracción por el poder. Y no terminen, igualmente, de consejeros, asesores y sirvientes de los hegemónicos en nuestro país.


[1] Las elecciones estudiantiles del año pasado en la UNIVERSIDAD AGRARIA (UNA) fueron el primer escenario de esa lucha.

[2] Con esto no pretendemos negar el papel que el gobierno norteamericano jugó en ese enfrentamiento. Solo resaltamos un hecho que hoy por hoy, incluso hasta miembros de la Dirección Nacional del FSLN de ese momento, han tenido que  reconocer: la incomprensión del mundo campesino, unido a las concepciones marxistas, propiciaron los errores que facilitaron la integración de los jóvenes campesinos a la contrarrevolución.

[3]  Las elecciones estudiantiles del año pasado en la UNIVERSIDAD AGRARIA (UNA) fue el primer escenario de esa lucha .