Montoya y El Carmen
Esta fotografía (espero no sea montaje) de Alejandro De la Guerra, es una audaz provocación a la indiferencia con la que a veces vemos la historia.
En la fotografía, vemos el casi incógnito en su significado, monumento en Managua al niño-soldado-campesino-liberal Ramón F. Montoya (14 años), expresando en la escultura (italiana, según referencias), el mítico relato nacionalista del momento en el que Montoya, señalando el rumbo por donde está el enemigo, pierde la vida al llegar a una loma en medio de la batalla de Namasigüe. Y Montoya se convierte en héroe nacional de Nicaragua.
Pero Namasigüe no está en Nicaragua, sino en Honduras. ¿Y que hacían nicaragüenses en el territorio hondureño?
Pues las tropas de José Santos Zelaya estaban invadiendo su territorio como respuesta a la guerra simultáneamente declarada por El Salvador y Honduras contra Nicaragua. Zelaya, al final, tomó posesión de la Casa Presidencial en Tegucigalpa, derrocó a su Presidente Bonilla y les impuso un nuevo presidente.
Pero bien, en su propuesta-provocación contra nuestra modorra respecto a la historia (ni siquiera la que sucede en nuestras narices), Alejandro De la Guerra nos dice que ya no son tropas hondureñas y salvadoreñas las que nos amenazan y nos enfatiza, con la pose del joven escalador del monumento, que el enemigo de la república no está ya donde lo vio Montoya, sino al sentido contrario.
Si vos recordás, en esa dirección donde el joven de hoy señala, están las 30 manzanas de casas desde donde planifican y controlan sus crímenes y a sus criminales, los patológicos ancianos de El Carmen, la nueva estirpe sangrienta de Nicaragua.
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