Ortega inhibe a la nación
Fernando Bárcenas
El autor es ingeniero eléctrico.
El 22 de diciembre pasado fue publicada en la Gaceta No 237, la ley 1055, que inhibe para optar a cargos de elección popular a quienes el régimen tache de traidores a la patria, porque Ortega considere –a su conveniencia- que alteran el orden constitucional, o que financian o encabezan lo que él llama, a discreción, golpe de Estado.
Es una visión del mundo. De un mundo absurdo, miserable, pervertido por la dominación compulsiva del secuestro.
Con esta ley es evidente que podría inhibir, sin más, a optar a cargos de elección popular a los centenares de miles de personas que desde cada rincón del país se rebelaron contra el régimen orteguista en abril, en la medida que Ortega perciba que se oponen a su dictadura. No les inhibe, además, a ejercer el sufragio electoral porque llegaría al absurdo de inhibir del voto a la mayoría del país que le adversa, lo cual es poco práctico porque se vería derrotado en la empresa mayúscula de una selección abrumadora. Sobre todo, porque se vería dialécticamente autoexcluido al poner a un lado a la nación.
Pero, de ahí, a proclamarse presidente vitalicio (o caudillo de Estado en la democracia orgánica, como Franco en España, con capacidad de legislar por decreto o, para Ortega, con trámite de urgencia) hay, lógicamente, menos de un paso. Y tendría mucho más sentido lógico si proclamara en la Constitución el absolutismo medieval como forma de gobierno por derecho divino. En todo caso, ya avanzó bastante en esa dirección, inhibiendo por ley candidatos opositores (como hizo precedentemente, a la brava, en 2016 con el PLI).
<<No hay mucho espacio filosófico o político para ser original como dictador… el sistema en crisis no induce a la disciplina productiva. La dictadura policíaca introduce un mando vertical violento en una sociedad que se descose por las junturas.>>
Ahora el abuso orteguista busca ampararse en la legalidad, que él mismo orteguismo se otorga a sí mismo. Antes el abuso orteguista era inocente, iba por ahí sin hoja de parra. Ahora la ley, con descaro, despeja el camino a la dictadura que es ampliamente repudiada en las calles.
No hay mucho espacio filosófico o político para ser original como dictador. La graduación es únicamente en la violencia necesaria para someter a la población, en función de los obstáculos estructurales al desarrollo económico. A menor perspectiva de desarrollo independiente mayor violencia para imponerse. Ortega ha desarrollado un Estado policíaco a grandes zancadas últimamente, con hostigamiento ridículo a los opositores electoreros, con dureza carcelaria miserable, expropiaciones, inhibiciones, cierre de medios, control financiero, amenazas judiciales, porque el sistema en crisis no induce a la disciplina productiva. La dictadura policíaca introduce un mando vertical violento en una sociedad que se descose por las junturas.
La lógica no es el fuerte de Ortega, prefiere, en consecuencia, la confusión, la alteración caprichosa, mesiánica, abusiva, de la realidad. Por medio de la burocracia estatal ha conseguido imponer a la sociedad un razonamiento irracional. El nazismo contaba con filósofos y científicos de primer orden, y con una burocracia perversa, inhumana, pero, eficiente. Hitler se propuso conquistar el mundo por la fuerza, y apostó al desarrollo tecnológico moderno. Aquí, a los métodos fascistas repugnantes se agrega la deficiencia en todos los órdenes. Una sociedad irracional es una cárcel inhumana, que reduce los fenómenos sociales a una precaria sencillez fisiológica. Foucault diría que se trata de hacer a los individuos dóciles y útiles para el mesías, con total indisciplina colectiva, sin cultura. La libertad es imposible sin disciplina coherente dentro de un sistema productivamente ordenado. Todo lo que se opone al desarrollo de las fuerzas productivas, como la ineficiencia burocrática, es reaccionario.
Pensar con lógica es un crimen porque cuestiona las ineficiencias del engranaje absoluto de la burocracia negligente en el poder. Ortega calza en una sociedad caótica, desprovista de energía concentrada (en grado de producir trabajo), busca recrear una sociedad adepta al rol anacrónico del mesías parasitario repudiado por el pueblo. Se propone convertir la sociedad en un guante que talle perfectamente en la brutalidad orteguista.
Las leyes, las usa Ortega como el rejón que los picadores a caballo usan en el ruedo para restarle fuerzas a la embestida del toro. Ortega necesita debilitar a la sociedad degradándola. He allí su ciencia del poder, que admiran los idiotas.
Ortega es un factor de crisis del modelo dictatorial
En su aislamiento político, dueño de una realidad construida a discreción, subjetivamente, Ortega se ha dejado llevar por la impudicia. Con esta ley, ya no es necesario que algún supervisor del próximo proceso electoral constate al final del mismo que ha sido fraudulento. Ortega salió al frente, desprestigiando prematuramente con descaro su propio proceso electoral. Esta iniciativa legal de inhibir a los opositores, ideológicamente es una inmensa torpeza política. ¡Qué elecciones puede haber sin la posibilidad de elegir a un opositor que adverse a Ortega!
La mayor debilidad política de Ortega es la ideológica. Lo cual lo descalifica ante los ojos del mundo para incidir coherentemente, en interés colectivo, en el funcionamiento de la sociedad. Improvisa leyes represivas para imponer sus intereses burocráticos a medida que la sociedad entra en crisis por su causa. Deforma burocráticamente cada vez más a la sociedad, adaptándola al pedazo de hueso siempre más grande atravesado en su garganta por un orteguismo profundamente anacrónico.
Se trataría, para él, de iniciar un proceso similar a la “terraformación”, para recrear en la sociedad, degradándola, las condiciones óptimas para la subsistencia de la dictadura orteguista.
Al final, esta deformación burocrática (de la cual la ley 1055 es la herramienta de último momento) tiene un límite, en el cual la sociedad, sin gradiente de energía, deja de funcionar totalmente por la entropía introducida en el sistema social. El parásito perecería al aniquilar a su huésped.
<<…abril…fue un salto de conciencia sin estrategia combativa. Fue un acto de emancipación a pecho descubierto. Todo lo contrario, precisamente, a un golpe de Estado, obviamente planificado y ejecutado al detalle. >>
Con un sentimiento de derrota política personal (que lo saca del orden social, sin respaldo de algún sector social), Ortega trabaja para aislarse más políticamente, porque en un espacio más estrecho siente más sólida la impunidad que necesita como prioridad. Políticamente actúa como clandestino, al margen de las ideologías, incapaz de debatir por la verdad. Ortega podría decir, como cualquier mercenario, que la verdad nace en la boca del fusil.
Sin que sea su objetivo, hace inevitable que su régimen sea cada vez menos viable, dado que en el desorden irracional consigue prolongar su permanencia personal en el poder. En consecuencia, sus metas personales resultan estratégicamente perjudiciales, incluso, para el modelo dictatorial. En otros términos, Ortega se ha convertido en el principal factor de crisis del modelo absolutista. Y todo lo que hace en su defensa e impunidad personal magnifica la crisis del modelo que debió pasar desapercibido como un cáncer asintomático de próstata.
Un colapso estocástico en desarrollo subterráneo
Si algo confunde a quienes piensan de manera determinista, a quienes suponen que los fenómenos sociales sean totalmente predecibles, y que se preguntan cómo acabará el orteguismo, son los procesos estocásticos, cuyo comportamiento depende del azar. Es decir, de variables aleatorias que requieren, si acaso, un análisis estadístico para abordar la incertidumbre.
Un ejemplo de ello fue la rebelión de abril, producto seguramente de las tensiones sociales y de las contradicciones estructurales acumuladas en la realidad política del país, regida dictatorialmente por Ortega con la complicidad del cogobierno corporativo del COSEP (como cara visible del gran capital, cargado de privilegios y de exoneraciones), que explotó inesperadamente. Esta discontinuidad aleatoria de abril, más que de carácter espontáneo (ya que careció de organización, de dirección política, de reivindicaciones sociales y de metas) fue un salto de conciencia sin estrategia combativa. Fue un acto de emancipación a pecho descubierto. Todo lo contrario, precisamente, a un golpe de Estado, obviamente planificado y ejecutado al detalle.
<<Ninguna fuerza represiva es capaz de borrar las enseñanzas de abril, que subyacen en el inconsciente colectivo de la nación, con tanta mayor fuerza cuanto más se perciba al régimen como una amenaza.>>
Abril llevaba en su sangre el hartazgo a la corrupción, al abuso, a la discrecionalidad, a la negligencia e incapacidad gubernamental, a la represión orteguista, a la falta total de oportunidades para la juventud, unida a la probabilidad que la agresión brutal de las turbas desembocara, a causa de la impunidad burocrática, en una masacre criminal inaceptable para el inconsciente colectivo. Estos saltos y discontinuidades siempre van a tomar de sorpresa a las organizaciones de inteligencia de la policía, debido a su carácter estocástico. No se sabe cuál disparo represivo en contra de la juventud colmó el vaso. Posiblemente, el asesinato de Alvarito en el contexto del acoso militar impune de la policía a las protestas estudiantiles.
Ahora se han asimilado, aleatoriamente, sin que nadie lo señale explícitamente, las enseñanzas de las limitaciones de abril, y las consecuencias de la brutalidad represiva. La conciencia filtra al inconsciente colectivo los símbolos que amenazan a la nación, convirtiéndolo en lenguaje emotivo codificado.
Ninguna fuerza represiva es capaz de borrar las enseñanzas de abril, que subyacen en el inconsciente colectivo de la nación, con tanta mayor fuerza cuanto más se perciba al régimen como una amenaza. Lo más sorprendente es que el régimen crea en la eficacia de su interpretación absurda de la realidad contradictoria, y que crea en la eficacia de una policía sumisa a un mando caprichoso. La rebelión de abril se produjo en una realidad menos convulsa, menos crítica, menos brutal, menos irracional que la actual.
De ahí que la probabilidad estadística de una nueva explosión social estocástica, desencadenada por el azar, es decir, de una explosión social mucho más fuerte y decidida que la anterior, es ciertamente mayor. Es algo que no se puede desactivar sin transformar políticamente la realidad, sin superar la contradicción esencial sobre las inseguras condiciones de existencia que introduce la caprichosa dictadura orteguista, totalmente extraña al organismo social.
El espacio de maniobra de Ortega
Sin embargo, Ortega tiene un pequeño espacio de maniobra, debido a que la rebelión de abril no permitió que se gestara una conducción estratégica a favor del cambio. Ortega mueve sus piezas en el tablero táctico, improvisando las reglas, y luego cambia de asiento y mueve las piezas contrarias improvisando nuevamente las reglas a su conveniencia. La impresión que resulta en Ortega, es que juega estupendamente para vencer.
Ha avanzado hasta la expropiación (de Disnorte-Dissur, y de los canales de televisión y de las ONG ocupadas en 2018). Sabe que esa inseguridad jurídica asusta la inversión privada, pero él apunta al corazón temeroso del gran capital, para llamarlo a negociar un acuerdo mientras los empresarios tienen el corazón en la boca (apenas salga en enero el “lame duck” de la Casa Blanca, para no exponerles a sanciones de última hora). El tema sería una concertación tributaria, para aliviar la agresiva recaudación adelantada de impuestos.
Sería la primera deserción de las filas desordenadas de la llamada oposición tradicional (que infantilmente se llama a sí misma “oposición verdadera”), en vista que hasta ahora Ortega ha conseguido financiamiento de los organismos multilaterales (1,200 millones de dólares) para adelantar proyectos de obras públicas, cuya ejecución podría asignar a dedo –como plato fuerte- a los cinco consorcios de grandes empresarios privados (como en los mejores tiempos de banquete de la ayuda venezolana con el modelo COSEP que funcionó hasta 2018). La Constitución está lista para retocar el modelo anterior.
<<Esa futura abstención electoral significa que con la abierta claudicación de la oposición tradicional no se desmonta la crisis. La dictadura, aunque hostiga actualmente a estos opositores … para elevarles el perfil (impidiéndoles, a la vez, que preparen fiscales electorales a un ritmo acelerado), tiene como objetivo real impedir que se organicen nuevamente las movilizaciones combativas de la población… La contradicción política concreta es entre la dictadura, que se contrae como una boa constrictora sobre la sociedad, y las movilizaciones independientes de las masas.>>
Despejado el camino, con la defección del gran capital, Ortega podría ir a una negociación separada de carácter político a la caza de zancudos, de personajes extraordinariamente débiles, sin liderazgo de masas, pero, ávidos por optar a cargos públicos que gravitan en la cúpula de la Alianza Cívica y de la Coalición Nacional, robando cámara. Ortega negociaría (con quienes se ven a sí mismos no como combatientes de ninguna especie, sino, como candidatos a puestos públicos), y definiría exclusivamente aquello que interesa al ejercicio de la política opositora dentro de instituciones sometidas al modelo dictatorial. El resultado halagüeño para Ortega de esta negociación repudiable, sería una inmensa abstención electoral.
La abstención electoral, según las circunstancias, tiene distinto significado
La abstención electoral, desde una visión electorera puede dar la impresión de una victoria de Ortega, pero, desde una visión política indica que la crisis subsiste, y que el modelo dictatorial es cada vez menos viable. La lucha por la libertad habrá incorporado a su programa de cambios la superación del modo de producción oligárquico que engendra al orteguismo. En este caso, la abstención electoral reflejaría un avance en la conciencia de las masas, sin la injerencia de los opositores tradicionales.
<<Ortega está atrapado existencialmente porque no tiene cabida en un cambio inevitable de sociedad, y no puede mudar de piel como hace la serpiente.>>
Esa futura abstención electoral significa que con la abierta claudicación de la oposición tradicional no se desmonta la crisis. La dictadura, aunque hostiga actualmente a estos opositores con la agresión policial, para elevarles el perfil (impidiéndoles, a la vez, que preparen fiscales electorales a un ritmo acelerado), tiene como objetivo real impedir que se organicen nuevamente las movilizaciones combativas de la población, que es la que carga con la crisis en sus espaldas. La contradicción política concreta es entre la dictadura, que se contrae como una boa constrictora sobre la sociedad, y las movilizaciones independientes de las masas. Abril fue un ensayo de esa independencia combativa de masas que, con graves consecuencias, subestimó por inexperiencia la realidad dictatorial.
La crisis persistente que sigue a la rebelión de abril es síntoma inequívoco del proceso de colapso del modelo de gobierno orteguista. Un colapso que Ortega no alcanza a valorar porque no puede ver más allá de las estructuras de su régimen, en las que, como en un vagón que corre aceleradamente al vacío, se encuentra atrapada su propia realidad personal, a consecuencia de sus crímenes. Ortega está atrapado existencialmente porque no tiene cabida en un cambio inevitable de sociedad, y no puede mudar de piel como hace la serpiente.