Poesía de Carlos Eduardo Alemán Rivas

Carlos Eduardo Alemán Rivas
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Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas, egresado de la UNAN-Managua, Carlos Eduardo Alemán Rivas, nació un 22 de septiembre de 1988, en Diriá, Granada. En su adolescencia quiso ser sacerdote, por lo que ingresó al seminario mayor San Pedro Apóstol, de Diriá.

Trabaja desde el año 2014 en el Festival Internacional de Poesía de Granada, del cual es miembro del Comité́ Organizador. Ha dado clases en diferentes colegios de Managua, entre ellos Saint Augustine Preparatory School y Colegio Alemán Nicaragüense. En el 2020 publicó un poemario titulado ‘Me duele respirar’. Dedica la mayor parte de su tiempo a leer y a escribir, sobre todo, poesía.

Preludio
 
La muerte está por llegar.
 
El hombre está por llegar.
 
Todo lo que he vivido está por acabar.
 
Las tinieblas golpean a la puerta ya entreabierta
de mi cabeza atormentada por respuestas sin nombre
en la cárcel donde duermen mis demonios.
 
Desde la oquedad la pureza se persigna
con la fuerza de un relámpago invencible, 
cada momento es una aurora desnuda,
aurora desnuda que cobija
el éxtasis de la última noche del mundo.
 
Mi vida está por terminar,
no es suficiente la experiencia de los espejos
ni el ensueño colgado de las estrellas,
el mar solo es un instante 
y el instante el designio quemado por la roca.
 
El viento gira sobre mi ser en blanco,
la memoria y el olvido confunden las miradas, 
y todo, absolutamente todo, 
es un génesis con los brazos en cruz.
Cuando ya no esté
 
Cuando ya no esté,
no quiero que lloren por mí,
que se den golpes de pecho,
al contrario, dancen alrededor de mi cuerpo
que estará descansando en un sueño eterno,
o en un descanso pasajero
que será sólo el trance 
en la sala de espera
antes de volver a nacer.
 
Cuando ya no esté no quiero luto,
no quiero llanto, no quiero flores,
canciones, ni plegarias... 
Intentaré irme en paz,
como hacen las personas que aman,
recuérdenme así,
amando,
quiero que sientan, que disfruten mi viaje,
que disfruten mi existir.
Cuando ya no esté, quiero dejar 
sembrada la semilla de buscar 
el conocimiento, de no recortar 
ni dejarse recortar la mente,
de no odiar al prójimo por 
preferencias de pensamientos, 
de raza, de religión... 
De aceptar, ayudar y dar amor.
 
Cuando ya no esté me gustaría
que nadie te diga que algo no puedes,
que nadie te diga que no luches,
que tus sueños no importan,
que pienses igual que las masas...
Porque hay mentes muy nocivas,
piedras que a la larga aprenderás
a hacer a un lado e ignorar.
Cuando ya no esté, sepan bien
que viví lleno de culpas y pecados,
con manías, con defectos,
con miedos y temores,
con sueños, con anhelos,
con derrotas y triunfos,
con amores y sinsabores,
alegrías y dolores
y unos pocos rencores.
Cuando ya no esté... Quizá sepan
que realmente fue mucho y poco lo que
necesité, que quizá yo fui menos
de lo que pude ser,
pero recuerden que quise y
que amé hasta el último instante.
Solo me inclinaré
 
 
Solo me inclinaré
ante las ubres de la nube,
que amamantan al maíz;
ante la rosa triste y descalza,
vagando por la orilla del mar.
 
Me inclino ante la tarde,
abrazando a sus dos amantes;
ante las manos del hombre
cuando en la cepa sus dedos,
acarician los labios del vino.
 
Me inclino ante mi tierra,
sus jornaleros y sus caminos;
ante las amapolas que sin hablar
primavera tras primavera,
ornamentan los cuerpos desaparecidos.
 
Me inclino ante hombres y mujeres
que a diario libran batallas,
en defensa de sueños arrebatados,
me arrodillo ante los secretos y la soledad
del viejo y centenario olivo.
 
No existe ente divino para inclinarme,
que no sean los gritos de una madre
dando vida a su hijo y la vida por su hijo,
no presiento espíritu para venerar
que no sea ver florecer en los labios
la sonrisa de un país libre.
 
De rodillas me postraré
ante el aire que tal vez mañana
deje de respirar, 
y que hoy,
me duele respirar.
Oscuridad
 
“No te rindas, aún estás a tiempo 
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos, 
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo”.
 
Mario Benedetti
 
 
El país se ha convertido en una osamenta
luto por doquier
y desamores:
reverdece un desierto de las plegarias, infinitas…
mientras la cápsula del paraíso
se precipita en un despeñadero.
(A ratos,
aquel pesebre es una mortaja anticipada,
o solo un espejo de fragmentada desnudez).
En las casas,
el hambre enrarecida pellizca las últimas migajas,
tal un adagio que guarda un río de lamentos.
En las calles,
la muerte se pasea impune
sobre el asfalto teñido de rojo
La libertad es un monólogo

Aquí donde

el tiempo no avanza

La luz

de un nuevo amanecer oscurece

–Última línea

de nuestra esperanza –

Aquí ya nada es posible
El presente

nos horroriza

como el pasado

El ojo de un fusil

nos vigila

constantemente

Solo la muerte 

es lo único seguro.