Prosa de prisa (diario de un nicaragüense en el extranjero)

Sobre Cien años de soledad, la serie

La última vez que leí «Cien años de soledad» fue en 1998. Antes la había leído, al menos, treinta veces. Veintiséis años después continúo recitando páginas enteras de esta obra que representa el mito fundacional hispanoamericano. 

Todo en esta producción es cuestionable. ¿Aureliano con un bigote al estilo Pancho Villa? ¿Úrsula dando gritos al parir? ¿Y la ausencia del viento huracanado anunciando el fin de Macondo mientras el último Buendía lee el manuscrito del gitano Melquíades que presagia que «las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra»?

La obra ofrece muchos detalles sobre el aspecto y comportamiento de los personajes.

¿Lo más infame? Gabriel García Márquez dejó escrito que la novela no se llevara a la pantalla hasta que fuese de dominio público, es decir, hasta setenta años después de la muerte del autor. 

Sin embargo, sus hijos, Rodrigo y Gonzalo Márquez Barcha han vendido la obra de su padre al mejor postor no sólo a través de esta ignominia sino, también, al publicar a manera de homenaje póstumo la obra En agosto nos vemos que es, en realidad, un legajo de apuntes que Gabo exigió no ser publicados. 

Mala cosa.

Roberto Carlos Pérez
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