Zancudo elegante: Delirios de Don Quijote de La Mancha [quinta entrega]

En cinco entregas presentamos un extenso pero meticuloso y didáctico ensayo de Fernando Bárcenas sobre la situación y dinámica actuales, que creemos lectura importante para alimentar el pensamiento y el debate.

Cuando un aspirante a presidente no tiene objetivos nacionales viables, porque su propuesta depende de la dictadura y no de la lucha del pueblo, es estratégicamente un zancudo…

Seguidor del choque de civilizaciones

Cruz no se atreve a decirlo explícitamente, pero influido ciegamente por Samuel Huntington (autor del choque de civilizaciones), exdirector del John M. OIin Institute for Strategic Studies de la Universidad de Harvard, no le preocupa en absoluto la forma de gobierno (la diferencia entre democracia y dictadura –para Huntington-  sería menos significativa que la diferencia entre sociedades efectivas y aquellas que no lo son). Las sociedades efectivas están dirigidas por burocracias capaces, por partidos bien organizados, con un alto grado de participación ciudadana en los asuntos públicos. Y Cruz pensó que el Estado orteguista cumplía con todo ello, no sólo porque él admira a los funcionarios orteguistas, sino, incluso, porque la participación ciudadana estaría más que garantizada por lo que Ortega llamaba alianza pública privada y alianza tripartita (que incluía en apariencia a los sindicatos blancos). La ruptura con el corporativismo luego de la masacre de abril, haría que Cruz valorase que Ortega había perdido legitimidad y, con fanatismo, concluye que consecuentemente dejó de ser estable. Cruz pertenece a una escuela contraria al autodesarrollo de la realidad social. Lo cual, le obliga a dar bandazos sorpresivos inesperados, contradiciéndose de la noche a la mañana. 

En esencia, fue formado para ser incapaz de ver la característica esencial del régimen orteguista. Como diría Cervantes de Don Quijote, asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Le pareció convenible y necesario, irse por todo el mundo con sus armas y caballo a ejercitarse en todo aquello que él había leído.

¿Populismo responsable?

<<Igual que si dijera “charlatán educativo”.>>

¿Qué es populismo responsable? Así Cruz ha caracterizado al orteguismo hasta 2018. ¿Es desviar la ayuda venezolana para comprar clientela y para hacer sindicalismo blanco, sin recurrir al presupuesto? Es responsable macroeconómicamente, se trata de responsabilidad fiscal, pero, ¿ello basta para que la política populista de Ortega sea responsable? La responsabilidad se mide por la eficiencia en el uso de los recursos para impulsar el desarrollo bajo una perspectiva humana. Por un aumento sostenible de la productividad.

Cruz tiende a la paradoja. “Populismo responsable, aterrizaje que despega, abierto hacia los compatriotas criminales, tranquilo ante la brutalidad represiva, candidato ganador que no mueve a las masas, la soberanía nacional como la capacidad de pagar las cuentas, somocismo científico, zancudo elegante…”. Igual que si dijera “charlatán educativo”.

La totalidad es contradictoria

En política no hay cosas buenas (que se puedan rescatar) y cosas malas de la realidad (que se puedan rechazar) más que superficialmente. No a voluntad como cree Cruz. La interrelación entre las cosas buenas y las malas es necesaria porque ambas son elementos que conforman la realidad en autodesarrollo. La totalidad es un análisis de la esencia de un proceso complejo, que se caracteriza por la contradicción dialéctica, lo que conduce a la transformación conflictiva de la esencia de la realidad actual. En otros términos, no es posible separar a voluntad los términos contradictorios de la realidad orteguista como totalidad (el todo –dice Hegel- es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo). Un régimen, aunque la macroeconomía vaya bien, no es posible caracterizarlo de responsable si en su esencia conduce a la degradación de la sociedad, a un incremento relativo impresionante del precario trabajo informal. El desarrollo del orteguismo degrada a la sociedad. Cruz hace un análisis tendencioso, superficial, orteguista, errado. Y actúa en correspondencia con tal parcialidad retrógrada, antinacional.

Las categorías conceptuales ayudan a explicar la realidad

<<El sandinismo fue una involución total, que retrocedió al país –económica y culturalmente- a niveles de 40 años atrás, con cincuenta mil muertos.>>

“Presentamos la categoría, cuando nos referíamos a la revolución sandinista, como somocismo científico. O sea, que desde entonces ese concepto (científico) lo teníamos muy claro en la cabeza”.

¿Qué significa que la revolución sandinista de los ochenta sea somocismo científico? Con tal definición antojadiza nadie sabe de qué se esté hablando. Primero, habría que definir al somocismo, y luego ver si a tal categoría es posible atribuirle como esencia decisiva una planificación científica durante la revolución sandinista (que, efectivamente, políticamente fue contrarrevolución).

Obviamente, la “categoría” inventada por Cruz es una tontería. El somocismo fue un régimen militar que tendencialmente, hacia su fin, modernizaba profesionalmente al Estado. El Estado somocista se nutría de una burocracia civil con méritos profesionales, e iba cediendo derechos políticos a la sociedad (el código del trabajo, el seguro social, la autonomía universitaria, el banco central, etc.). El somocismo se volvía obsoleto a sí mismo, perdía objetivamente justificación real (es decir, la realidad en desarrollo lo hacía políticamente inviable, como si fuese un órgano vestigial), el somocismo tendía a desaparecer. Un poco por ello es que se dio la insurrección popular el 10 de enero de 1978, con el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro que actuó como detonante. La idea del pueblo insurrecto (con total independencia del sandinismo guerrillero) era apresurar un salto hacia la civilización, para lo cual ya existían condiciones objetivas en la realidad. 

El sandinismo en el poder, en sentido contrario, fue un proceso de burocratización militar extremo del Estado en formación; sin profesionalismo, sin méritos administrativos, con servilismo abyecto (“dirección nacional ordene”), que restringía derechos a la población, con conscripción militar obligatoria de la juventud para ir a los campos de batalla, y que conducía al hundimiento de la economía en un contexto de guerra insostenible (más allá de los recursos nacionales), insertos, sin necesidad, en un enfrentamiento de la guerra fría. 

Su semejanza con el somocismo es extremadamente superficial. Referirse a la capacidad científica, resulta una apreciación irónica en lo que concierne al poder burocrático sandinista. Un régimen y otro, se caracterizan por dos curvas de sentido histórico contrario. El sandinismo fue una involución total, que retrocedió al país –económica y culturalmente- a niveles de 40 años atrás, con cincuenta mil muertos.

Las categorías conceptuales son construcciones teóricas para abordar la realidad, y explicarla. Son conocimientos sistematizados. El “somocismo científico” (de Cruz) no tiene ningún asidero teórico. La ciencia es definida como la capacidad del ser humano de sumergirse en la realidad para transformarla. El método científico encuentra leyes en las estructuras sociales que se comprueban en la práctica política. El somocismo científico –cualquier cosa que ello signifique- no se corresponde con la práctica política desastrosa del sandinismo en el poder.

El absolutismo nunca tiene legitimidad, y no es gatopardista

<<En 2016, Cruz aseguraba a los empresarios que hasta entonces, y seguramente continuaría así por los próximos cinco años, Ortega había hecho una gestión transformadora. Cruz no habla, entonces, de dictadura ni de corrupción.>>

En el aterrizaje suave, lo que Cruz ignora políticamente, como casi todo en el campo de la política, es que el absolutismo no es gatopardista. El absolutismo necesita ser bravucón, descarado. No puede aparentar algún cambio progresista. Más bien, es extremadamente reaccionario, brutalmente retrógrado, y tiende a generar crisis. Su estabilidad es represiva.

Un modelo de gobierno opresivo sólo se agota cuando es derribado o cuando implosiona, no cuando acepta extinguirse gradualmente. Al contrario, aspira a sobrevivir en la degradación, sobre todo, si tal degradación llega a desarticular, por su exceso prolongado, la capacidad de reacción de las masas. Los predicadores de una sensatez fuera de la realidad, son personajes que desconocen que las sociedades se transforman por luchas de intereses, y por contradicciones excluyentes, no por consejos profesorales sin asidero. 

En 2016, Cruz aseguraba a los empresarios que hasta entonces, y seguramente continuaría así por los próximos cinco años, Ortega había hecho una gestión transformadora. Cruz no habla, entonces, de dictadura ni de corrupción. ¿Gestión transformadora en qué dirección? ¿Cuál es su esencia? ¿Qué ha transformado Ortega?

En Cruz, no hay coherencia analítica de la realidad política

<<…no hay pistas de aeropuertos, sino, que se hace camino al andar>>

Cruz pasa, ahora, de la zozobra del vuelo desastroso en situación de emergencia, que busca una pista de aterrizaje en 2018, a buscar una pista de despegue en 2021…, sin haber aterrizado. De pronto, Ortega no tiene legitimidad. Alguien cortó la coherencia de la escena dramática en la narrativa metafórica de Cruz. El lenguaje de Cruz, sus metáforas, no tienen sentido político. Cruz no usa conceptos ni teorías políticas, improvisa sus frases (para describir una falsa realidad a conveniencia) como si fuesen papel para envolver regalos, a fin de empapelar sus ideas insostenibles que no se corresponde con la realidad en autodesarrollo.

Cruz dirá que la institucionalidad es más importante que el crecimiento económico, entonces, ¿la gestión transformadora de Ortega fue institucional?

La confrontación entre la nación y la dictadura (durante la crisis de gobernanza política), augura un salto histórico de calidad para la sociedad, por lo que se presenta una coyuntura revolucionaria, de cambios estructurales impostergables, no un aterrizaje o un despegue. No hay pistas ni para una u otra cosa. Lo que se impone son estrategias de combate. Diríamos, que no que hay pistas de aeropuertos, sino, que se hace camino al andar cuando la marcha de las masas siga la ruta de abril.

Ahora, para Cruz, el avión de Nicaragua no debe aterrizar, sino, que debe despegar. Y se busca no una pista de aterrizaje con urgencia, sino, una pista de despegue, aunque la situación política dictatorial sea la misma y la idea de Cruz de cómo el orteguismo debe superar la crisis sea la misma. ¿Por qué ya no usa el aterrizaje suave? Porque esta frase hace que Cruz resulte repugnante, ya que sugiere a Ortega que transforme su estrategia de dominación (sin alterar la esencia de la dominación). Si ahora habla de despegue es porque quiere aparentar que se ha cruzado al lado del pueblo y que la dictadura ha dejado de ser problema. Para Cruz –como ideólogo irresponsable de aterrizajes o de despegues suaves- no hay enfrentamientos inevitables con la dictadura. Con sus nuevas metáforas, del despegue, transmite la idea que la dictadura ha dejado de ser problema. Habla que la oposición debe evitar la destrucción, limitándose a ejercer presión. Cruz habla de método de lucha –como siempre en abstracto- al margen de las circunstancias concretas. Cruz, si pudiera, le diría a Lincoln que evitara la destrucción en la guerra civil, y le diría algo igual a Washington sobre la independencia de EEUU.

Objetivos no viables

En su última conferencia, el 2 de marzo 2021, a propósito de la presentación de su último libro, dijo que el objetivo para el despegue son elecciones competitivas y justas, pero, que no estaba seguro que fuesen viables (precisamente, porque la dictadura no sólo subsiste, sino, que Ortega no permite que Nicaragua aterrice de la situación dictatorial de zozobra que ha creado). Un objetivo, que no se sabe si sea viable, no es un objetivo (sino, un deseo). 

No es un objetivo nacional aquello que no depende de la lucha de la nación, sino, de Ortega. No hay objetivos cuando dependen del adversario. A eso, en lógica, se le llama ilusión.

Cuando un aspirante a presidente no tiene objetivos nacionales viables, porque su propuesta depende de la dictadura y no de la lucha del pueblo, es estratégicamente un zancudo (aunque no sepa que zancudo es aquel que en una dictadura aspira a puestos políticos sin destruir a la dictadura). Un político sin objetivos viables, no es un político, sino, un fracasado vendedor de ilusiones, que inventa frases para despistar a la población (a base de pistas de aterrizaje o de pistas de despegue).

Este sujeto explica que desde 2007 fue embajador de Ortega en Washington para asegurar a los norteamericanos que no habría confiscaciones, y que renunció por el fraude electoral de 2008. Es decir, que improvisa, que se engaña a sí mismo, que carece de teoría interpretativa, de programa, de principios, de militancia coherente frente a la nación, que actúa individualmente dando bandazos a medida que evoluciona inadvertidamente la realidad política. Así, se considera el candidato del momento.

Fernando Bárcenas
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El autor es ingeniero eléctrico.

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