Entrevista a Freddy Quezada: ¿Vanguardia o liderazgos?

«El concepto de vanguardia es anacrónico, pero inevitable. Las vanguardias no son más que la expresión, en política moderna, de los conceptos teóricos que borran diferencias para hacerse más efectivos»

La crisis nicaragüense derivada a partir de abril 2018 ha puesto en cuestionamiento muchos conceptos hasta ahora muy recurridos en los contextos de lucha contra regímenes dictatoriales. Uno de ellos es el papel de las vanguardias o de los llamados «líderes políticos de vanguardia» en el contexto de rebelión contra un régimen. 

Desde la Revista Abril nos hemos planteado desde el inicio la necesidad de encontrar nuevas maneras de entender los conflictos sociales, los principales dilemas ante los retos que impone la búsqueda de un verdadero desarrollo económico y político de Nicaragua. La necesidad urgente de una verdadera fundación de la democracia, o al menos la cimentación de las bases para una Nación distinta, conlleva la ventilación de temas como este. 

¿Qué fue lo que sucedió en Nicaragua a partir de abril? ¿Emergieron de pronto nuevos y más «naturales» liderazgos políticos? Si es así, ¿es esta característica una muestra de rechazo al vanguardismo de los 60 y 70 que precisamente un partido como el FSLN, convertido hoy en dictadura familiar con asociaciones corporativas, proclamó antes como fundamental en su lucha contra otra dictadura (la de la familia Somoza)? 

¿Qué lectura puede hacerse del comportamiento político, tanto de los jóvenes estudiantes y de otros sectores sublevados de la sociedad, como en los que aparentan ser sus líderes más visibles? ¿Han asimilado espontáneamente la No Violencia como método de lucha? ¿Hay una especie de neoghandismo en esa disposición de lucha? ¿Estamos ante una especie de neoanarquismo o ante un anarquismo a secas?

¿Está Nicaragua mostrando una nueva forma de lucha desde el civismo? ¿Qué tiene que ver la Democracia o sus valores en todo esto? Aparentemente mucho, porque en general se percibe una conciencia amplia, una apropiación básica pero coherente de la importancia de este concepto. Es necesario preguntarse si hay una relación directa entre la Democracia, sus valores y defectos, con el alejamiento del vanguardismo, tan visible en este movimiento surgido a partir de abril.

Por otra parte, ¿será que el hecho de asumir conscientemente esta forma de lucha está dando como resultado la frustrante prolongación de la crisis y la permanencia de la dictadura a mediano y largo plazo?,  ¿no hubiese sido mejor vanguardizar una ofensiva político-militar?, ¿permitirá la escogencia de métodos No Violentos la mediatización de una lucha que, como se ha visto, pretende un cambio radical de sistema; una «refundación» del Estado?

Como hemos visto y también cuestionado, ante la imposibilidad de deshacer sus complejos vínculos de poder con el régimen los socios corporativos de la familia dictatorial también se han unido a esta opción No Violenta, y subrayan esta característica con vehemencia. Esto necesariamente nos lleva a preguntarnos si esta opción no violenta terminará permitiendo la frustración de las aspiraciones por un cambio radical de sistema en Nicaragua.

Freddy Quezada

Para ventilar estos temas hemos consultado al sociólogo y catedrático Freddy Quezada, cuya presencia en las redes como El Uliteo es muy popular entre jóvenes y estudiantes, aunque también entre viejos luchadores que como él están siendo testigos de la dramática agonía de los viejos paradigmas ideológicos del siglo XX, que implican además la evidente bancarrota política de las izquierdas y las derechas del continente, y quizás también del mundo entero.

En medio de las actuales consecuencias del estallido de abril en Nicaragua, Quezada concibe el concepto de vanguardia o de «líderes políticos de vanguardia» como anacrónico, pero inevitable. Por arrastre y tradición, agrega. Porque interrumpe y se combina con las nuevas formas de liderazgo. Según afirma, el desafío es no dejarlas reproducirse desde el vientre sin violencias.

«Las vanguardias no son más que la expresión, en política moderna, de los conceptos teóricos que borran diferencias para hacerse más efectivos», afirma, y agrega que ahora, cuando vivimos en la época de las diferencias, las vanguardias tienen necesariamente que disolverse, en la misma medida en que los conceptos teóricos se han debilitado. Gracias a recordarlas, dice, sobreviven.

Acerca de las especulaciones respecto a si lo que surgió aquí en abril fue la emergencia de liderazgos naturales o el rechazo al viejo vanguardismo del FSLN, afirma que «esas cosas no se pueden separar más que en la cabeza de los analistas». «Liderazgo -afirma- hubo entre los autoconvocados. Pero aquí le llaman liderazgo a que se conozca el pedigree del dirigente. No hay nada espontáneo en las luchas sociales. Esa es una excusa de quienes ni la miran ni la esperan…»

Su lectura del comportamiento político de las nuevas generaciones sublevadas frente al régimen de Ortega, su aparente opción No Violenta o su probable anarquismo o neoanarquismo, parte de que todos los procesos de sacudidas sociales de la magnitud de abril son anarquistas en sus despegues, como también las revoluciones. 

«Después las ahogan los moderados -afirma-, a pesar de sí mismos, y terminan decapitadas en manos de los restauracionistas… Para resistir tanto tiempo los deseos de fundar una lucha armada, creo que podemos celebrar esa derrota entre los autoconvocados mismos. Es una lucha defensiva, como todas las luchas por libertades democráticas. Es la conciencia de restaurar lo violentado, lo arrebatado o lo que por derecho corresponde respetarse. Eso la distingue de paradigmas de conflicto o de contradicciones. Se mueven en el paradigma de la diferencia. No hay promesas de ríos de leche y miel. Es sólo defender lo arrebatado.

–¿Hay una relación directa entre la Democracia, sus valores y defectos, con el alejamiento del vanguardismo, tan visible en este movimiento?

«Las democracias legítimas y fundantes son plebeyas por principio y en sus orígenes. Su invento principal ha sido, contra los peligros de ella misma, separar los poderes, pero desde arriba y desde adentro. Giovanni Sartori, un especialista del campo, pasó toda su vida diferenciándolas. Siempre ha faltado, con todo, completarla desde abajo (con normas de control como las propuestas por los anarquistas). Se trata de medios, no de fines; se trata de afinar por abajo lo que ha sido afinado por arriba desde hace tres siglos y es eso lo que recuerdan esos movimientos justicieros gigantescos, que enseñan el lomo como el monstruo del lago Ness, cada cierto tiempo».

–¿De estas «nuevas concepciones» no violentas de lucha depende la probable prolongación del conflicto en Nicaragua?

«Nadie sabe. Todas las posibilidades están aquí, incluyendo la de pagar un altísimo precio por un buen producto cultural y político y, como en la lotería y en las representaciones muestrales, todas participan, pero no todas saldrán ganando. Uno debe cumplir con lo que cree su deber, lo demás cae en una red ingobernable e impredecible de variables».

–Hay quienes hubiesen preferido una opción armada, con una «vanguardia político-militar»… 

Solo en el caso que, repitiendo todo, esperés resultados diferentes. Y es posible. Pasar repitiendo por horas una misma palabra, como han comprobado los psicólogos, puede sonarnos diferente, incomprensible o nueva, después de decirla una y otra vez, en algún momento.

–También hay quienes dicen que la escogencia de métodos No Violentos contribuye a mediatizar la pretensión de un cambio radical de sistema. Porque en general muchos quieren una «refundación» del Estado…

«Esa obsesión por despegues «ceros» es ilusa y peligrosa. Es propia de profetas intolerantes y anuncios de nuevos reinos que se hacen necesitar de rituales sangrientos que consagren su partida».

Respecto al «cambio de bando» repentino de los socios corporativos de la familia dictatorial, Quezada recuerda que en política una cosa es lo que propone un bando y otra lo que el otro bando hace con esa propuesta. «Los bandos calculan, pero no pueden saber los resultados de las luchas entre ellos cuando se internan en la cortina de incertidumbres. Ortega tuvo que soltar a los prisioneros políticos más notables y decía una y otra vez que no lo haría…»

–¿Cómo le explicarías a un autoconvocado que tiene alergia al vanguardismo, que no es lo mismo eso que un liderazgo democrático, y que el liderazgo no solo es necesario, sino natural?

«Pues, que hasta hoy lo han hecho mejor que nadie y sobre todo mejor que nuestra generación arrogante y bocatera».