Poesía de Missael Duarte

Missael Duarte
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El autor es Master of Fine Arts en Escritura Creativa por la Universidad de Texas en El Paso. Ha publicado los poemarios Líricos instantes (Leteo ediciones, 2007) y Lienzos de la otredad (Foro Nicaragüense de la Cultura, 2010). Canvas of the Otherness (Edición bilingüe, Leteo ediciones, 2012). 

Artículos de Missael Duarte

Terraza de café por la noche

Y todo es siempre ahora.
T. S. Eliot

I

Azul el cielo que cubre la noche

y el bullicio de la multitud alumbrado por una lámpara amarillenta

—desde la oscuridad—

el carruaje del tiempo se acerca 

al centro de la calle

y las imágenes oscuras del pasado vuelven

como imágenes de una tierra telúrica y de tránsito

donde la piedra y los versos 

han defendido tu libertad, tierra,

ingenua y salvaje, explotada y desdichada, 

romántica y valiente

(los periódicos del mundo

te recuerdan por el General

y su pequeño ejército loco),

tierra, deshabitada e intensa, de héroes y mártires,

tu capital doblegada, postrada,

olvidó el nombre de tus calles.

Tu historia es de sangre y plomo:

avenida Roosevelt, 1969, la sangre que corrió

por esa avenida que las mangueras de los bomberos

limpiaron con toda la presión posible

pero la sangre no se limpia

porque su rojo cubre las páginas de la historia.

Y los cadáveres arrastrados a los camiones de basura

del Distrito Nacional

(dicen los periódicos que hasta hoy

no se sabe el número exacto de muertos 

pero se calcula que hubo entre 1000 y 1500)

para enterrarlos en las fosas comunes

pero cada cadáver es una voz que dice, grita, denuncia,

el pasado de la sangre, que late en la historia,

y señala las manos de quienes apretaron los gatillos

y el nombre de quien dio la orden por el teléfono.

Los gritos, los amores inconclusos,

los sueños oscurecidos,

la mano vencida en la cuneta por la gravedad,

para qué por qué:

Kupia kumi se lee en los libros:

círculo maldito de nuestra historia

donde sólo han cambian los nombres y las fechas.

II

La prisa ciega de la multitud,

la eterna condena del organillero

a la manigueta de la limosna,

las velas tiritantes de la Virgen,

la pobreza que extiende la mano en el metro,

la locura oscura de infinitas melodías en la plaza Garibaldi,

y la otra ciudad que duerme en las entrañas de esta tierra,

«Amplia y dolorosa ciudad, escribió el poeta, donde caben los perros,

la miseria y los homosexuales,

las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,

los rezos y las oraciones de los cristianos».

Amplia y dolorosa ciudad

de larga historia y pirámides sin tiempo,

de leyendas y sacrificios, de cultura y violencia,

moderna e indígena, de versos y fusiles,

de vida y crimen, creyente en la Guadalupe y en la Santa Muerte:

dual como tus antepasados,

eso y más hay en vos ciudad amplia y dolorosa.

Y en tu ser se siente el dolor

como el de aquel octubre en la Plaza de las Tres Culturas.

Las bengalas encendieron

la noche de la sangre,

— ¡No corran compañeros,

no corran son de salva!…

pero el son de muerte de las ametralladoras

hizo la noche de gritos, sangre y muerte…

y la multitud que huye, que corre

pero «quedaron tirados en el suelo

entre jirones de ropa y plantas machacadas

muchos zapatos, sobre todo de mujeres;

mudos testigos de la desaparición de sus dueños».

 Heridas con ámbar

que sangran los pasadizos de la historia,

 resacas de dolor,

 lutos que gimen en las esquinas de las calles,

noches sin fin,

para que «recordemos

hasta que la justicia se siente entre nosotros».

Morir soñando

Yo, Vincent Van Gogh,

cuyas manos pintaron ese cuadro—

de los cuervos

sobre el amarrillo de los trigales 

viniendo del futuro

dispuestos a desolar todo

en la soledad del lienzo—

 disfruté de la luz,

caminé y caminé,

no tuve la gracia de los dioses,

 viví con una mujer sola y enferma

e intenté que fueran mis cuadros los que hablaran por mí.

Arriesgué mi vida y mi razón destruida

 seguro del fin, y la fecha es arbitraria,

ejecuto el plan.

Vuelvo a mi pieza, vuelvo a mí,

a mi soledad, a mi fuerza desgastada,

a mi corazón herido, sangrante,

a mi pecho tibio, hinchado, vendado,

al certero final,

mientras fumo apaciblemente mi pipa,

y entre el humo confuso de la muerte 

aparecen el pasado y el presente

la luz y la oscuridad

el mármol y la danza,

atributos del dios con dos rostros:

uno de carne y el otro de hueso

con ojos que todo lo ven

con ojos que nada ven

con labios de fuego

con labios de hielo:

dios de los dioses.

Aparece el dragón bicéfalo

o la serpiente bicéfala:

bajo sus párpados

duermen las sombras del sol.

Aparecen las nubes de fuego, los vientos de luz,

los mares de arena, los diluvios de relámpagos,

huracanes de garras:

tránsito de la tempestad para continuar

al azul y el negro

donde nada más se puede ver.

Y gravitan las masas de luz,

geometrías ancestrales de hielo y roca,

que deambulan por el espacio:

signos eternos de la vida.

Luego aparece la esfera formada de hierro, 

silicio, magnesio y níquel,

con peso de cinco mil 972 trillones de tonelada

donde «si es que llegáis a viejos,

si es que entonces quedó alguna piedra»

porque las piedras serán polvo

y el polvo con sangre:

tiestos de quienes la habitaron

antes del encuentro con el descarnado,

que tiene rostro de jaguar,

y adornado con collares de serpientes.

Ya pronto llegaran las garras de los cuervos

que arrancaran mis ojos

y me «abren la puerta secreta

hacia un misterioso y temerario más allá»

que pronto conoceré.

Noche estrellada

A Salvador Elizondo

«Estoy soñando que escribo…

Las imágenes se suceden y giran

a mi alrededor

en un torbellino vertiginoso.

Me veo escribiendo en el cuaderno

como si estuviera encerrado

en un paréntesis dentro del sueño,

en el centro inmóvil de un vórtice

de figuras que me son a la vez

familiares y desconocidas».

Me veo caminando por la calle Eugenia

voy sin rumbo alguno

edificios, rótulos, transeúntes,

la línea interminable de los autos,

y sueño dentro del sueño

que camino por las calles de Managua.

«Sobre la página del cuaderno

en el que escribo

el sueño proyecta difusas e imprecisas las imágenes».

Y sueño con la Noche estrellada,

remolinos de azul y amarillo,

estrellas que se dilatan en la eternidad,

edificios como serpientes

que sueñan tragarse a las estrellas,

el cielo y la tierra:

ondulación de colores y formas

que danzan en la plenitud de la noche,

expansión y movimiento

estrellas suspendidas

que giran eternamente

y la luna menguante:

pupila acuchillada por la desdicha humana. 

«Estoy soñando que escribo…»

Missael Duarte

El autor es Master of Fine Arts en Escritura Creativa por la Universidad de Texas en El Paso. Ha publicado los poemarios Líricos instantes (Leteo ediciones, 2007) y Lienzos de la otredad (Foro Nicaragüense de la Cultura, 2010). Canvas of the Otherness (Edición bilingüe, Leteo ediciones, 2012).  Artículos de Missael Duarte