Por la libertad y por la vida: NO a la sumisión que predican los falsos opositores, SÍ a prepararse para la rebelión.

Para el pueblo nicaragüense que quiere defender su vida y vivirla en libertad, no existe otro camino que organizarse para la rebelión. No habrá democracia sin revolución democrática; sin echar, por la fuerza, al clan que encabeza la estructura de poder en Nicaragua, o a cualquier régimen no democrático que le suceda, incluyendo la alianza que avizoran adversarios de Ortega con los mismos poderes fácticos que han sostenido a este, como el Ejército, el Gran Capital, y gobiernos extranjeros. Lo hacen, evidentemente, para ocupar el trono del tirano, no para establecer la soberanía del pueblo y construir su libertad. Buscan ser “presidentes” y “ministros” del mismo Estado y del mismo sistema de poder que nos lleva a la miseria y causa la violencia. 

Los nicaragüenses no queremos, ni la continuidad de la tiranía actual, ni un nuevo aborto de la esperanza que nos lleve a nueva dictadura. No queremos, ni a los Ortega-Murillo, ni a los oportunistas que acechan la oportunidad de reemplazarlos bajo la misma Constitución y el mismo sistema de poder anticuado, opresivo, cruel, fábrica de esclavitud, de miseria y de exilio.

Hay que acabar con este sistema, hay que acabar con una estructura maligna que condena a la mayoría de los niños, y peor aún a las niñas, a nacer en la pobreza y vivirla día tras día, año tras año, la vida entera, sufriendo sin esperanza todo tipo de explotación y humillaciones. 

Hay que acabar con este sistema que produce violencia desde el poder, que invierte los impuestos que el Estado cobra a los ciudadanos para financiar las balas que matan a los ciudadanos, para pagar por los jueces que aniquilan sus derechos, para hacer más ricos a los herederos del Gran Capital, quienes usan las carreteras y muchos de los servicios proveídos por el Estado sin pagar un centavo, en ocasiones, más bien, recibiendo subsidios. ¿Quién paga los subsidios? El pueblo trabajador, el pueblo pobre, y todos los ciudadanos de la nación que están al margen del malévolo sistema de poder. 

Este sistema de poder no lo inventó Daniel Ortega, su más perverso administrador. No lo inventó el FSLN, no lo inventó Somoza. Este sistema de poder ha atravesado, en diferentes grados de crueldad, de arbitrariedad e injusticia, todas las presidencias, desde que, en 1854, Fruto Chamorro, electo por una ínfima minoría de privilegiados al cargo oficial de “Jefe de Estado”, se declarara a sí mismo “Presidente” y amenazara a sus adversarios con “el azote”, dando de esta manera origen a la Guerra Nacional y a la toma del poder por los filibusteros de Walker.  

Este sistema de poder ha mutado desde entonces como un virus mortal, pero sus elementos fundamentales han pervivido, desde Fruto Chamorro hasta Violeta Chamorro, pasando por los Somoza, Arnoldo Alemán, Enrique Bolaños, y su peor encarnación, la de la sanguinaria pareja de El Carmen. 

¿Cuáles son estos elementos?: una ínfima minoría oligárquica, junto con una clase política autoritaria e ignorante, frecuentemente encabezada por caudillos violentos, repleta siempre de vividores y oportunistas. En algunos casos, los administradores del sistema surgen de la oligarquía. En otros, son advenedizos, como Somoza u Ortega, quienes encabezan el sistema. Sus víctimas, sin embargo, siempre son las mismas: un país estancado en la miseria, con un atraso educativo, ideológico y tecnológico que en algunos casos es de más de un siglo; una población que vive precariamente, que sufre hambre en un país con grandes extensiones de tierra fértil, y que ha carecido siempre de un sistema de justicia que proteja sus derechos humanos. 

Hay que acabar con este sistema. Hay que acabar con la maldición de este sistema. Este sistema no es designio divino, no ha caído del cielo, no es “lo que somos”, no estamos destinados a sufrirlo, no necesitamos resignarnos a él. Este sistema es obra de herederos postcoloniales y oportunistas sin escrúpulos que usurpan la esperanza y la posibilidad de toda una nación. Ellos nunca aceptarán voluntariamente el fin del sistema. Como en todos los países del planeta, hay que obligarlos. Hay que arrancarlos del poder por la fuerza. Hay que derrocarlos para entrar al mundo que la nación nicaragüense puede vivir, al tiempo de esperanza que no solo es posible, sino que es imperativo de vida.

Sin organizar la rebelión no habrá vida, no habrá esperanza. Por eso las élites nos predican el miedo, nos dicen que “no se puede”, nos dicen que “no queremos perder a nadie más”, como si no fueran ya cientos de asesinados desde que ellos nos instan a encerrarnos en nuestras casas y a no hacer nada contra la dictadura. 

Por eso los políticos que sufren presidentitis, diputaditis y prebenditis, los políticos de las pasarelas internacionales y sus socios, con sus amigos y parientes en los medios venales y de élite, cooperan con el régimen esparciendo el terror. El régimen reprime y amenaza para aterrorizar, para decirle a los nicaragüenses: “tengan miedo”. Los políticos de la oposición pasarela repiten a coro: “no hagan nada, tengan miedo”.

Pero los nicaragüenses conocemos la verdad, dura y cruda, la verdad cruel: sin lucha, habrá opresión permanente, habrá heridos, muertos, presos y exilados, y nunca habrá esperanza; con lucha, habrá sufrimiento, pero no será permanente, y no solo tendremos la esperanza, sino la certidumbre del triunfo; porque nuestra causa es justa; estamos del lado del bien, contra un sistema maligno, del lado de la verdad, contra la mentira. 

Solo nuestra lucha puede liberarnos, solo nuestra rebelión organizada puede acabar con la tragedia que ya lleva siglos, y que nunca ha sido más siniestra. Solo con organización, y con el ánimo dispuesto a preparar la insurrección del pueblo, podemos cruzar la noche hacia el amanecer posible. 

Está en nuestras manos. No está, como quieren los que predican la sumisión, “en manos de la comunidad internacional”.  Quienes eso dicen quieren que aceptemos resignadamente los designios crueles de los poderosos. Quienes eso dicen, buscan el poder para ellos, no la libertad del pueblo, no el fin del hambre, de la humillación y de la opresión. 

Nicaragua será libre por la mano amorosa de sus buenos hijos, y porque ya somos, en nuestras conciencias, libres, y sabremos hacer lo que haga falta, todo lo que haga falta, para que nuestra libertad interior se proyecte como una luz inmensa sobre todo el territorio nacional. 

Mientras más pronto más de nosotros avancemos en esta dirección, más pronto acabaremos con la pesadilla del orteguismo, haremos justicia con todos los culpables, los de hoy y los de antes, e instauraremos, por primera vez en nuestra historia, una República Democrática, una república digna de su nombre, con derechos para todos, privilegios para nadie.

NO a la sumisión, SÍ a organizar con toda la inteligencia que poseemos, con toda la astucia que es nuestra, con toda la experiencia que conocemos, con sabiduría, con prudencia y audacia, con todos los medios de que podamos disponer en el momento justo, la rebelión popular contra el sistema. 

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

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