¿Por qué fue el 15N una gran victoria del pueblo cubano?

Déborah Gómez
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La autora es escritora y catedrática de Español.

El 15N ha ratificado que hay que continuar, tienen que continuar los cacerolazos, las sábanas blancas y las convocatorias a marchas (aunque no se pueda salir a marchar). La dictadura cubana ya se acabó. La rabiosa bestia está simplemente dando sus últimos coletazos. Los grandes señores feudales no tienen ningún plan económico que favorezca a la población, porque ya no hay un contrato social y todos los planes económicos en los últimos años han sido trazados pensando en llenar sus arcas y en mantenerse en el poder.

A pesar de lo que muchos puedan pensar, el 15N fue una indiscutible derrota para la dictadura. Es cierto que no aconteció una gran manifestación. La dictadura tuvo tiempo suficiente para prepararse. Pero también es cierto que las condiciones están creadas para un cambio inminente. Pareciera que, milagrosamente, con la Era Acuario los astros se han alineado para traernos la tan anhelada libertad.  

Empecemos por la economía, porque en definitivas, a diferencia de la limonada, la economía es la base de todo. Cuba atraviesa una crisis económica brutal de la cual el sistema económico actual no podrá salirse, a no ser que se hagan profundos cambios. Y cuando digo cambios, me refiero a una apertura radical de la economía hacia el mercado y la producción capitalista. Se tendrían que finalmente liberar las fuerzas productivas. Permitir que Pedro de Bejucal siembre y venda su producto libremente, que le compre abono y maquinarias a Peter de Dallas, Texas. Algo que no sucede ahora no por culpa del “bloqueo” —las sanciones económicas de Estados Unidos no prohíben que los cubanos hagan esto— sino porque los dictadores se niegan, porque tienen miedo de que con el crecimiento económico de la población se les vaya el poder político de las manos. Al menos, ese creo sea el único motivo de tanto empecinamiento. Aunque también no se debe olvidar que estamos hablando de una monarquía absoluta, de monarcas y de nobles dueños del señorío-isla-de-cuba que manejan a su antojo el país y todas sus riquezas y a quienes poco les importa como vive la plebe-pueblo.

Regresando a la economía, los grandes señores feudales no tienen ningún plan económico que favorezca a la población, porque ya no hay un contrato social y todos los planes económicos en los últimos años han sido trazados pensando en llenar sus arcas y en mantenerse en el poder. Invirtieron miles de millones de dólares en hoteles de lujo que no se llenarán porque los turistas no viajan a lugares políticamente inestables—y la oposición está logrando desestabilizar el país—, además de que todavía existe la amenaza de la pandemia y la gestión del régimen cubano ha sido pésima en cuanto a la retención del virus.

La “revolución” cubana ha sido desde sus inicios una guerra donde una parte de la población, incitada y respaldada por los gobernantes, arremete contra otra parte de la población; contra aquella que ha osado pensar y actuar de una manera diferente, que se ha negado a ajustarse a ese modelo monolítico patriarcal (racista, misógino, homofóbico) donde se violan constantemente los derechos humanos fundamentales.

Por otra parte, la administración de Biden no va a tener ningún acercamiento hacia la dictadura. El actual presidente de la Casa Blanca vio como los perros le mordieron la mano a Obama y, al parecer, aprendió la lección. Las sanciones del gobierno de los Estados Unidos hacia los integrantes de la cúpula del poder continuarán y es muy probable que hasta se recrudezcan. También, y de esto estoy segura, ni Connor ni Nicole, esta vez de New York, van a regresar a tomarse un mojito en La Habana reviviendo la nostalgia de los años cincuenta en una Isla a punto de un estallido social. A falta de Cuba, se regresarán a la República Dominicana o a cualquier otra isla donde pueden realizar sus sueños caribeños.

Los europeos, por su parte, ya no pueden continuar lavándose las manos. Los asesinos mostraron su rostro el 11j y los días que le siguieron y ahora lo volvieron a mostrar en torno el 15N. Mientras más lo muestren, más difícil se les hará a las democracias europeas hacerse las ciegas ante lo que indiscutiblemente se trata de una guerra fratricida. Sí, la “revolución” cubana ha sido desde sus inicios una guerra donde una parte de la población, incitada y respaldada por los gobernantes, arremete contra otra parte de la población; contra aquella que ha osado pensar y actuar de una manera diferente, que se ha negado a ajustarse a ese modelo monolítico patriarcal (racista, misógino, homofóbico) donde se violan constantemente los derechos humanos fundamentales. Mientras más enseñen su maquiavélico rostro, poco a poco les irán retirando Europa y el resto del mundo las prebendas a los monarcas.

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¿Qué les queda? ¿Venezuela? La ayuda venezolana hacia su “Dios Creador” ha mermado considerablemente desde que la dictadura socialista del siglo XXI llevara el país a la quiebra, algo de lo que por el momento no parece recuperarse. Atrás quedaron los años donde la República Bolivariana le enviara a los capos mafiosos cubanos petrodólares por tubería. Ya Venezuela no es el aliado económico que un día fue, aquel que llegó a salvarlos del Período Especial cuando se cayó el Bloque del Este.

¿Qué otra cosa les queda? ¿Las misiones médicas? Ya se perdió el contrato con Brasil y estas misiones son consideradas tráfico humano—por robarle el sueldo a los médicos, amenazarlos para que no deserten, entre otros atropellos. Las misiones médicas también han sido uno de los escándalos más recientes que ha hecho despertar a una parte de la adormecida izquierda internacional. Es quizás cuestión de tiempo hasta que se le empiece a presionar a los países que compran este servicio para que cancelen sus contratos ya que están apoyando el trafico humano.

Por último, le quedan las remesas. Esta sí es una entrada de dinero más difícil de parar, porque los que estamos en la diáspora no soportamos ver a nuestros familiares y amigos muriendo de hambre en la indigencia. Pero no sólo de remesa vive el hombre —o no todos los hombres reciben remesa—, decía un revolucionario judío hace unos siglos atrás. Las remesas no son suficientes. Los cubanos fuera de la isla no han parado de enviar remesas en estos dos años pandémicos —es muy probable que incluso hayan aumentado debido a la inflación—, sin embargo, no han impedido que el país caiga en una profunda crisis.

Lo único que verdaderamente les queda es la actual crisis. Esta crisis que ha venido a catapultar la otra crisis, la eterna, porque en la Cuba comunista siempre ha habido más miseria que en la republicana. También les queda la peligrosa terquedad que los ciega y no les permite ver o aceptar que la sociedad civil cubana, ante tanta carencia y tanto atropello, finalmente despertó. Si de algo nos has servido el 15N, además de la increíble cobertura mediática a nuestro favor, ha sido para reforzar la idea de que los cubanos están aprendiendo a exigir sus derechos y a muchos ya no los paraliza el miedo. Si continúan los actos organizados de desobediencia civil aquello se cae. No pueden dedicarse todo el tiempo a reprimir. No tienen suficientes recursos para ello y los lacayos represores se cansarían de aterrorizar al pueblo, a su hermano (en definitivas la mayoría también vive en la miseria y está atemorizada). El 15N ha ratificado que hay que continuar, tienen que continuar los cacerolazos, las sábanas blancas y las convocatorias a marchas (aunque no se pueda salir a marchar). La dictadura cubana ya se acabó. La rabiosa bestia está simplemente dando sus últimos coletazos.

Déborah Gómez

La autora es escritora y catedrática de Español.