Protesta ciudadana: una represa a punto de reventar

Freddy Quezada
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Profesor de varias universidades nicaragüenses UCA, UPOLI, UNAN, UAM. Despedido por solidarizarse con las causa de los jóvenes rebeldes de abril de 2018.

Artículos de Freddy Quezada

Con quien de verdad está negociando Ortega es con los norteamericanos, y no con quienes se sientan en esa mesa de notables y del COSEP. Ese diálogo es como un magnavoz, donde Ortega habla y se escucha al otro lado

Es difícil saber cuál es actualmente la apuesta de Daniel Ortega y por qué, estando donde está, sigue reprimiendo. El dictador se envolvió en su propio veneno y lo que estamos viendo son estertores. Golpes al azar, violentos, como cuando alguien está en el suelo en estado epiléptico y los que están alrededor pueden salir lastimados. No le importa ya guardar la racionalidad de sus actos. Ya rompió esa barrera. No le importa guardar ningún tipo de formalidad, de respetos, de derechos; a menos que sus consejeros estén trabajando para el enemigo y le estén aconsejando cosas que estén directamente en contra de él, y en ese caso habría que agradecerles.

Se dice que para Ortega reprimir puede ser el menor de los males. Pero todo político, entre dos males, elige el menor. Después se endereza para negociar, porque sabe que está entre un mal menor y otro mayor. Si deja que corra la movilización ciudadana Ortega sabe que se va afuera en una semana, porque esas movilizaciones no van a parar. Van a ser una hemorragia de todos los días. Si continua reprimiendo le va mal porque se le vienen encima las sanciones internacionales. La dictadura está mal por dentro y por fuera. Pero por dentro es donde tiene su carta de garantía, porque todavía la gente no se moviliza y porque tiene como rehenes a los presos políticos. Por fuera es donde Ortega, haga lo que haga, está frito. Lo que aconseja el manual de la política es que si reprimiste, te vayas directo a la mesa a negociar y no pretender tener la sartén por el mango. Ortega hace lo contrario, reprime y además asume una posición de liberar a los presos en noventa días, cuando debería tenerlos a todos fuera la siguiente semana.

EL DIÁLOGO ES CON LOS NORTEAMERICANOS

El hecho es que, con quien de verdad está negociando Ortega es con los norteamericanos, y no con quienes se sientan en esa mesa de notables y del COSEP. Ese diálogo es como un magnavoz, donde Ortega habla y se escucha al otro lado. Ortega es la entidad que está hablando, pero para ser escuchada por quien de verdad está decidiendo, por quien lo está vigilando, lo está controlando y le tiene aplicados el guion y el calendario, que son los norteamericanos. Ese es el sentido que tiene ese diálogo. Después pueden hacer y decir lo que ellos quieran. Carlos Tünnermann, Azahalea Solís, Max Jerez, los del COSEP, pueden patear, llorar, ser atacados a tomatazos y huevos crudos. No le importa ni a los gringos ni a Ortega. Porque Ortega cree que con pequeños trucos va a engañar a los norteamericanos. Decir sí pero no, engañar, meterle letras menudas a los acuerdos.

Reprimir la protesta pacífica e irse a sentar a la mesa de diálogo es una estrategia común de los políticos en momentos de crisis, no solo de Ortega. Lo que pasa es que él lo hace con menos teatralidad o menos dramaturgia, porque es un vulgar que llega con un mamporro, como un policía en una esquina que te detiene y te golpea por puro gusto, por una mala mirada. En política uno golpea y negocia. Estados Unidos, en las negociaciones con Vietnam, hizo lo mismo. Poco antes de firmar los acuerdos, Richard Nixon dejó caer las bombas de napalm, hizo destrozos en el ecosistema vietnamita, sabiendo que ya estaban sentados y a punto de firmar un acuerdo. Es un mensaje desmoralizarte. Hacerte retroceder, atemorizarte. Hacer que la gente te presione de inmediato lo que se te presente sobre la mesa. Son técnicas que utiliza todo político en crisis, cuando está acorralado o está negociando contra la pared. Pero Ortega lo hace sin ningún glamour, haciendo de todo esto una especie de circo sangriento.‌

LOS ACTORES EN LA NEGOCIACIÓN

Los actores visibles del diálogo son, por un lado, el gobierno, y por el otro una Alianza donde hay dominio de los empresarios. Se retiraron los campesinos y hasta el representante estudiantil suspendió su apoyo por algún momento. Pero ahora tenemos dos actores más: la OEA y el Vaticano. Esa es la parte visible. Pero ¿cuáles son los invisibles? El gran juez que está detrás de toda esa mesa es Estados Unidos. Trump, Pompeo y Pence; esos son los tipos cuidadores del casino, que están vigilando todos los juegos. No se miran, pero se sienten. El otro actor son los organismos internacionales: la ONU y dos potencias que dieron el voto negativo a lo que se está haciendo pero que ya no se quieren meter: China y Rusia. Y del lado del gobierno hay otro actor invisible, que tampoco se mira pero se siente: el Ejército. Dentro del Vaticano tenemos una división de papeles. Tenemos a un representante del Vaticano muy activo que a veces da la impresión de estar del lado del gobierno, y a una Conferencia Episcopal ahora desprendida y sustraída de ese mundo de laicos, pero que se ha radicalizado. Ambos respondiendo a las órdenes verticales del Vaticano. ¿Qué está pasando ahí? Solo la Iglesia sabe

¿Quién más no está muy visible por el lado de la Alianza? La Articulación de Movimientos Sociales y la Unidad Nacional Azul y Blanco. Como en los juegos de béisbol, son los bateadores emergentes; si falla la Alianza, están en el círculo de espera. Los tres grupos representan a los autoconvocados, que son un montón. Después hay dos países jugando, pero que están como telón de fondo: Cuba y Venezuela. Ese es el tablero de fuerzas. Pero es una fotografía, no una película. Todo ese mapa se puede descomponer si le aplicamos movimiento. Cada detalle puede recomponer y reconfigurar todo el mapa. Por ejemplo el silletazo del 16 de marzo, le levantó la moral a la población. A todos los rehenes que estamos con la pistola en la cabeza y tenemos los pies atados. Nadie conoce el eslabón más débil, por dónde se va a reventar la cadena, es un efecto mariposa.

“El problema con el Cosep es que ellos son los que nos metieron, junto con el gobierno, en esta crisis, y ahora son ellos quienes nos quieren redimir”

EL PAPEL DE LA ALIANZA CÍVICA

Veamos a la Alianza Cívica. En un primer momento fue compuesta por notables y representantes de estudiantes, campesinos y mujeres, después la fue copando y desplazando el COSEP. Todo el mundo lo sabe. Por eso, cuando se retiran los campesinos y los estudiantes suspenden su participación, los empresarios se ven descubiertos. Se hace evidente que lo que están haciendo es una especie de pacto con el gobierno, retroceder la película, como que no ha pasado nada desde el 18 de abril.‌

Su capacidad de decisión en el diálogo es la de los negocios. El problema con el Cosep es que ellos son los que nos metieron, junto con el gobierno, en esta crisis, y ahora son ellos quienes nos quieren redimir. Pero eso no es posible. Ellos son parte del problema, nunca de la solución. Y no solo son parte del problema, son cómplices de los responsables. ¿Dónde está esa complicidad? No solamente en el silencio y la complacencia ante todas las actividades delincuenciales del gobierno, sino en los negocios. Es difícil separar al COSEP del Gobierno en términos de negocios. Están mezclados en todos lados.

Que se produzcan acuerdos entre el COSEP y el Gobierno al margen de los estadounidenses es a lo que teme el ala radical de los rebeldes. Temen que estén pactando debajo de la mesa, porque los negocios pueden pesar más que las diferencias políticas. Alguien me preguntó hace poco: “¿Por qué los norteamericanos no dejan caer un golpe como con Noriega?”. Es una pregunta que yo también me hacía. Pensaba en que podrían, tal vez no golpearlo a lo Noriega, pero sí pegarle un susto. Un apagón en El Carmen, por ejemplo. ¿Por qué no lo hacen? La única respuesta que hay ante eso es que Daniel Ortega siempre ha sido ficha de ellos, igual que Somoza. Hay que decir que Ortega es un bastardo, pero es un bastardo de ellos. Una cosa es que seas hijo legítimo como era Somoza, hijo legítimo de los estadounidenses, y en ese sentido se sentía orgullo, aunque los gringos dijeran que era “su hijo de puta”. Pero con Ortega no pueden decir eso. Jamás lo han considerado un hijo de casa, pero lo han usado y se han servido de él. Entre otras cosas por toda la seguridad que Ortega les ofreció en términos de narcotráfico, migraciones y en términos de cuido de las aguas internacionales y el espacio aéreo contra los narcotraficantes. Nadie lo ha hecho mejor en Centroamérica que Ortega. En el fondo, le sirvió muy bien a Estados Unidos. Estoy hablando del periodo después del pacto con Arnoldo Alemán. La ficha sin remedio de los gringos ha sido Ortega, porque no han hallado otro palo en que ahorcarse.

Lo que ha cambiado ahora en esa relación con los estadounidenses es que ese pacto se ha roto. Ortega ya no les sirve. Así operan las potencias. Como al propio Daniel Ortega en política, igual ya no le van a servir los sapos en algún momento y se va a deshacer de ellos. Los gringos ven a Ortega como Ortega ve a los sapos. Igual. Ni mas ni menos. Son las reglas de la política. Este hombre ya no les sirve a los intereses de Estados Unidos, ya no puede cuidar bien las vías usadas por el narcotráfico, ya no puede detener a los migrantes, ya se quebró su modelito de los empresarios y la Iglesia, es un asesino y a nivel internacional ha sido condenado. Estados Unidos no se puede quemar con él. En realidad, a Estados Unidos no le interesa la democracia de Nicaragua. Para nada. Estados Unidos es amigo de intereses, no de modelos ni de redenciones sociales. Estados Unidos lo que quiere es un orteguismo sin Ortega, igual que Carter siempre quiso un somocismo sin Somoza.

El hecho es que, hoy por hoy, la situación de Ortega es terrible. Ya no sabe qué hacer. ¿De qué es dueño? De la policía y de un grupito cada vez más pequeño de fieles y leales. Eso es todo. No tiene nada más. Antes había una especie de empate en términos de poder. Porque afuera tiene a todo el mundo en contra, pero adentro nos tiene a nosotros de rehenes. Ese es el empate que había. Pero desde la movilización del 16 de marzo esos rehenes se desamarraron los pies, las manos. Están sueltos ya. Hay otros que siguen amarrados, pero ya están con ganas de hacer algo. Eso se siente.

LAS AGUAS TUMULTUOSAS DE LA PROTESTA

Ahora mismo lo peor que le puede pasar a Ortega es volver a perder las calles. Eso sería ya darle el puntillazo. Y eso es precisamente lo que él no quiere, por eso ha pagado los costos del mal menor. Prefiere reprimir que dejar movilizar. Pero cada vez va a ser menos posible, porque el gran juez de abajo, Estados Unidos, le va a estar midiendo las costillas. La protesta social en Nicaragua está actualmente en una situación de represa. Aguas tumultuosas que están encerradas. Pero es una represa que está ejerciendo presión sobre unas paredes muy delgadas. Ese represamiento de agua, que es el equivalente a tener secuestrado y paralizado a todo el país, ya ha mostrado grietas. La del 16 de marzo fue grande y ya está filtrando agua. Cayeron ciento y pico de presos, pero se agrietó la represa y todo mundo está viendo la quebradura y buscando como tomar sus providencias porque esa represa se va a reventar. Es una situación de alta tensión, Uno estira la mano y siente la electricidad. Hay baba de rabia entre la gente por salir a protestar. A la primera que salgan, no se paran. Eso lo sabe todo el mundo. A la movilización la golpearon, pero no la aplastaron. La paralizaron, la aterrorizaron y le pusieron una pistola en la cabeza, pero la gente está marchando sobre un ladrillo, lista para salir. Ves señales en los rostros. Esa movilización va a ser un monstruo del lago Ness, solo va a enseñar el lomo y ese coletazo se lo va a descargar a todo el gobierno, ahí van a salir en desbandada todos ellos. Ya están con miedo.

‌EL MONSTRUO ORTEGA Y EL REMEDIO DEMOCRÁTICO

Pero hay que estar claros de que el monstruo que es Ortega lo creamos todos los nicaragüenses. ¿De qué manera? Creyendo que nos iba a salvar. Y no solo él. Nueve jodidos que estaban junto con él y creímos que iban a ser los grandes salvadores de la situación de Nicaragua. Desde entonces empezó a tomar forma ese Frankestein. Las sociedades son infiernos de salvadores, todos te quieren salvar de algo o de alguien. Y ese el comportamiento típico de un revolucionario. No solo se debe a su propia conciencia, sino que tiene la obligación de ir a convencer a los demás de que lo suyo es lo cierto.

‌Ortega se creyó a sí mismo el salvador de Nicaragua. Y sigue creyéndose nuestro salvador. Salvador de un montón de golpistas, de insurrectos, de desobedientes, de contrarrevolucionarios, de vándalos, etcétera, de todo lo que piensan él y su mujer. Él mantiene ese principio redentor de que va a salvarnos y de que si es necesario sacrificarse él, lo hará. Pero obviamente no lo va a hacer, porque anda buscando lo contrario, salvarse él. Sin embargo en su discurso, ante su espejo, se sigue viendo como un redentor, un emancipador que nos va a salvar de nosotros mismos. Esas figuras se llaman de mil modos: caudillos, mesías, etcétera. Pero, ¿cuál es el remedio para ese tipo de enfermedades? Es un remedio a medias: las democracias. Como decía Churchill, el menos malo de todos los regímenes. Ahí por lo menos tenés la oportunidad de controlar a monstruos como esos, con los mecanismos propios de la democracia.

Por eso me parece natural la desconfianza que está mostrando ahora la gente en Nicaragua, cuestionándolo todo. Es una desconfianza muy sana. Después de todo, esa debe ser la primera regla de todo luchador, desconfiar de sus propios dirigentes.

Freddy Quezada

Profesor de varias universidades nicaragüenses UCA, UPOLI, UNAN, UAM. Despedido por solidarizarse con las causa de los jóvenes rebeldes de abril de 2018. Artículos de Freddy Quezada