Entrevista a Yaser Morazán: “La Alianza Cívica ha sido secuestrada por los empresarios”

“De líderes de tranques, de barrios, pasamos a líderes oenegizados, tallereados y empresariales. Ahora tenemos una Alianza que funciona bajo las características y dinámicas propias de los empresarios… Quieren comer pescado sin mojarse los pies”, afirma.

Revista Abril ofrece esta entrevista exclusiva con Yaser Morazán, joven influencer de las redes sociales con miles de seguidores en Facebook y Twitter. Yaser representa las nuevas formas de hacer política de los jóvenes nicaragüenses en los últimos tiempos. Su participación en el levantamiento de abril 2018 lo llevó a formar parte del liderazgo de las organizaciones de autoconvocados surgidas al calor de la explosión social en Nicaragua.

Participó activamente en el proceso que llevó al primer diálogo con la dictadura. Integró delegaciones que cabildearon en Washington y otros foros en busca de condenas y presión sobre la dictadura Ortega Murillo. Ahora ha tomado distanciado, asumiendo una posición crítica no solo frente a la dictadura sino también frente al comportamiento del liderazgo visible de la oposición al régimen. Hoy vive en el exilio, pasando duras pruebas de sobrevivencia.

Para Yaser lo sucedido en abril 2018 fue un estallido social espontáneo, autoconvocado, cuyo mérito no pertenece a ningún movimiento social mas que al pueblo mismo de Nicaragua, y dice que después del primer diálogo se ha producido un proceso gradual de institucionalización de la lucha social, que considera un grave error.

Desde entonces –afirma– la población empezó a trasladar las expectativas de un movimiento autoconvocado a una forma de expresión burocrática, y eso está ahogando las formas de resistencia del pueblo, porque sus líderes naturales han sido sustituidos.

Asegura que en la Alianza no hay voluntad política real para salir del discurso y desarrollar acciones contundentes de resistencia civil, y dice que el secuestro de esa organización ha sido en complicidad con activistas “empoderados” y “tallereados”  de oenegés y movimientos sociales.

“Los empresarios tienen mas miedo de un pueblo sublevado que de una dictadura. “Tienen mas miedo a vivir en libertad y justicia, que a la misma dictadura”, afirma, y dice que son esos miedos los que no nos permiten avanzar para derrotarla. Dice estar claro de que muchos empresarios nicaragüenses están vinculados a actos de corrupción y de lavado de dinero con el régimen.

“Ellos lo saben”, afirma, y agrega que el discurso de unidad asumido por la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) los ha silenciado y ha silenciado muchas voces valiosas de rebeldía en su seno. “La UNAB hace lo que puede, pero no es suficiente. Deben golpear la mesa a los empresarios: que busquen acciones mas contundentes o que los expulsen”, dice. Aquí la versión escrita de la entrevista. Puede también escucharla íntegra en el podcast que publicamos en esta tercera edición de Abril.

–Desde algún lugar del mundo estamos con Yaser Morazán, activista, exiliado, vandálico de Nicaragua. Gracias Yaser por estar aquí con nosotros, entremos de lleno a lo que nos interesa. Nos gustaría que contaras tu historia, tu militancia social, entiendo que en algún momento trabajaste con el Frente Sandinista y con otras organizaciones sociales, luego tuviste que salir. La parte que más importa de esto es el período en el que comienza el estallido social en Nicaragua y el momento en el cual tuviste que salir, viviste una experiencia que tuviste que documentar: cómo fue tu relación con las organizaciones sociales y políticas que en ese momento buscaron como ponerse a la cabeza de un movimiento que surgió por sí solo. ¿Qué pasa en las primeras semanas? ¿Cómo reaccionaron las organizaciones que conocías ante lo que estaba ocurriendo?

Primero debo agradecer el espacio y que mi voz tenga eco a través de este medio de comunicación. Primero tenemos que reconocer el esfuerzo de muchas organizaciones no gubernamentales y del movimiento campesino, por ejemplo, que históricamente en Nicaragua ha estado luchando, especialmente en los últimos años, denunciando los crímenes de la dictadura. Sin embargo, en abril del 2018 lo que hubo fue un estallido social, espontáneo, autoconvocado, eso no es un mérito de ningún sector social, más que del pueblo de Nicaragua.

Sin embargo, lo que pasó posteriormente es un proceso gradual de institucionalización de la lucha social, que para mí es un grave error, porque cuando eso empezó a suceder, las personas comienzan a trasladar sus expectativas: de un medio autoconvocado a otro elemento ahora más burocrático, y creo que de alguna manera eso está ahogando las formas de resistencia popular del pueblo, porque también los líderes han sido sustituidos y hemos pasado por ejemplo de líderes de tranques, de barrios, a líderes oenegizados, tallereados, a líderes empresariales, y yo creo que el pueblo de Nicaragua debe reconocer que la situación actual de la Alianza es una muy distinta a la Alianza Cívica conformada por la Conferencia Episcopal, el año pasado y convocada de la mejor manera posible o con la mejor versión posible. Ahora tenemos una mejor versión empresarial que funciona bajo las características propias de un empresario.

–¿Fuiste testigo de esa evolución o simplemente es algo que ocurrió a partir de la interrupción del primer diálogo? Quiero decir, ¿fue en tus interacciones con los que estaban participando en el primer diálogo? Yo te puedo decir que una de las cosas que noté fue que poquísimos días después que se reunieron por primera vez, una palabra que desapareció del léxico de los negociadores que estaban allí fue la que usó un grupo de estudiantes: la palabra renuncia. ¿Fue eso una suavización inmediata del discurso?

Mira, no lo sé con ese concepto, esa palabra. Mi experiencia con la Alianza Cívica es que desde que se conformaron empezaron a realizar reuniones paralelas con diferentes sectores de la sociedad civil, y en ese momento fue que tuve un primer acercamiento con ellos de manera formal o institucional, quizá fue a finales de mayo o junio, no recuerdo bien, pero ya había una tendencia liderada por el sector empresarial. También había presencia de otros sectores como los universitarios, los campesinos. Entonces yo creí mucho en ese proyecto, me involucré y lo apoyé mucho, por ejemplo apoyé recogiendo dinero y llevando recursos e insumos a los jóvenes integrantes de la Alianza, yo viajaba en mi carro esquivando tranques, turbas, encapuchados, hasta el INCAE, para llevar ayuda, pero cuando ya se hizo muy peligrosa la situación preferiría reunirme en lugares un poco más neutrales.

Yo creí en el proyecto de la Alianza, tanto así que arriesgué mi vida para poderlos apoyar, pero también soy una persona que suele ser flexible y me gusta ir aprendiendo de la experiencia, y fui aprendiendo de manera gradual cómo no hay una voluntad política de pasar del diálogo, del discurso a la práctica, a la acción, a desarrollar acciones contundentes de resistencia civil. El discurso de ellos es que la Alianza no había sido fundada para liderar nada, sino solamente para dialogar, y se quedaron solamente en ese rol. De hecho, la Unidad Nacional Azul y Blanco surge como una respuesta a esa necesidad de convocar al pueblo a la resistencia, algo que tampoco ha funcionado, al menos no como me gustaría.

Entonces, yo le seguí dando votos de confianza a la Alianza hasta que inclusive participamos juntos en reuniones en Washington, pero me di cuenta que no tenían una agenda, o que su agenda se resumía al lobby político internacional y no había acciones específicas en el territorio: ¿qué vamos a hacer los nicaragüenses para debilitar, social, política, institucional y financieramente a la dictadura? Como no tienen una propuesta de agenda, allí no hay nada que hacer. Cuando decidan algún día cambiar esa agenda, yo estaré dispuesto a sumarme y apoyarles en lo que ellos propongan.

–¿Qué expectativas tenés de que eso ocurra?

Ninguna.

–¿Cómo, en tu opinión, desde tu experiencia, se operó ese cambio en la Alianza? ¿Qué hicieron los sectores más estáticos o más conservadores para retener el proceso de lucha autoconvocada?

Para mí la Alianza Cívica ha sido secuestrada por el sector empresarial en complicidad con tantos activistas “empoderados y tallereados” de oenegés y movimientos sociales. El sector empresarial tiene unas formas de trabajar propias de un empresario, sus tiempos de resolución de un conflicto son muy distintos a los nuestros que somos víctimas directas de la represión y queremos justicia ya. Yo pienso que los empresarios tienen más miedo de un pueblo insurreccionado que de una dictadura, tienen más miedo de vivir en libertad y en justicia que en la misma dictadura y esos miedos son los que no permiten avanzar, porque se han hecho muchas propuestas que se pueden hacer.

Particularmente yo les he sugerido un paro fiscal, convocar un paro escolar, un paro comercial, si no lo quieren de una semana o indefinido, pues que lo hagan por gremios, por sectores comerciales, por departamentos, escalonados, hay muchas formas de hacer un paro comercial. Hay muchas alternativas, lo que pasa es que no hay voluntad política para que eso suceda. Los empresarios, lamentablemente en Nicaragua están vinculados en casos de corrupción, de lavado de dinero con el gobierno, con el régimen, ellos lo saben. De hecho en Washington nos dijeron que con la NicAct y la Magninsky habían empresarios también y muchos de estos empresarios pertenecen al Cosep, a Amcham y a Funides y a su vez estas estructuras son parte de la Alianza y a su vez parte de la mesa de negociación.

Entonces, allí los nicaragüenses debemos estar conscientes que estamos lidiando con poderes políticos y económicos que están mancomunados, nos guste o no reconocer esta realidad.

–¿Por eso es tu falta de expectativas con que esta gente desarrolle una voluntad política, porque va en contra de sus intereses?

Efectivamente, hasta el día de hoy la única voluntad que han demostrado han sido comunicados y pronunciamientos, pero necesitamos que esa voluntad se traduzca en acciones, no en discursos porque un discurso no va a liberar a los presos políticos, no va a devolver la vida a los muertos, es más, estoy viendo un tendencia en las redes sociales de los últimos días que algunos empresarios están más bien llamando a la paz o estabilidad macroeconómica y más bien aprovecho tu medio para decir que en un país donde no hay justicia nunca va a haber paz y por consiguiente nunca más va a haber estabilidad macroeconómica.

–¿Y en tus contactos con ellos no ha habido quienes por lo menos por interés propio hagan la reflexión de que si el país no se democratiza, no se estabiliza, sus negocios van a sufrir?

Ellos lo saben, los empresarios no son tontos y están claros de eso, no hay necesidad que nadie más se los diga.

–Pero, ¿cuál crees que es el cálculo de ellos? ¿Qué es lo que creés que esperan lograr con esta política? Porque hay un evidente estancamiento, en cierto sentido es un empate letal que hay entre el pueblo nicaragüense y el régimen, y en ese proceso sufre el pueblo por la represión, pero también sufren los intereses comerciales de la gente…

Yo lo que creo es que ellos sí quieren llegar a un acuerdo o una negociación, ya no es un diálogo, quieren llegar a una negociación con la dictadura, porque pactar es la única forma que los empresarios en Nicaragua conocen para solucionar los problemas. Ellos no son activistas, aquí los activistas somos otros. Ellos quieren llegar a un acuerdo con el régimen y no importa que para llegar a ese acuerdo se vayan a tardar un mes, un año, diez años, no lo saben. Yo creo que ellos quieren comer pescado sin mojarse los pies.

–Si hablamos de pacto, en mi opinión, para que el régimen pacte tiene que estar acorralado, y evidentemente no se sienten acorralados. Además, como en cualquier pacto debemos estar claros de qué se le va dar al régimen. Como mínimo necesitan sentirse protegidos legalmente porque penden sobre ellos acusaciones de crímenes graves de lesa humanidad. En una transacción con Ortega, alguien tendría que poder decirle: señor, usted se puede quedar en Nicaragua, nosotros no lo vamos a perseguir. Pero eso no es vendible, ¿qué pensás?

Yo creo que los nicaragüenses debemos estar de acuerdo que sin presión no hay negociación, y sin desestabilización no hay liberación. Sin embargo, la lógica de los empresarios es otra: mejor tener un mal arreglo que un buen pleito con el régimen.

–Aquí el problema es que el pleito en sí no es de ellos, ¿te parece posible que ellos hagan un mal arreglo y que el pueblo de Nicaragua diga: acepto, es decir, acepto que Ortega se quede con sus propiedades, sus guardias de seguridad?

Yo creo que eventualmente lo van a hacer porque de quienes yo escuché por primera vez la palabras amnistía fue de los mismos integrantes de la Alianza Cívica a finales del año pasado, antes de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos elaborara aquel informe contundente donde decía que los crímenes de lesa humanidad no prescriben en el tiempo. Previo a eso, reuniones, talleres de negociación y técnicas de resolución de conflictos, la propuesta o la carta para tirar al régimen era impunidad. Desconozco las decisiones tomadas después del informe de la CIDH, si cambiaron el discurso o no, pero yo sí creo que una estrategia del sector empresarial sería otorgar amnistía de manera bilateral, de ellos al régimen y posteriormente en el poder entrar en un proceso de justicia transicional que es como la llaman ellos.

–¿Te parece que eso es realista? De una conversación que sostuvimos con Mario Arana, por ejemplo, yo deduzco que, si se da esa amnistía, quiere decir que Ortega y su gente permanecen en Nicaragua, que no se les quitan sus recursos (¿por qué se los van a quitar si están amnistiados?), que mantienen sus órganos de seguridad y todas sus redes políticas y de represión… ¿Qué gobierno puede decir: yo estoy en poder, con Daniel Ortega y todos esos medios en Nicaragua?

Estoy totalmente de acuerdo, por eso creo que la lógica de la Alianza es esa, es llegar al poder algún día o de manera gradual retomar el poder y la posibilidad de tener justicia en Nicaragua. Con Ortega en el poder eso no va a suceder nunca.

–¿Pero te parece posible que alguien esté consiguiendo la amnistía para Ortega, ganando supuestamente unas elecciones, que pueda ir quitándole los medios a Ortega y que pueda hacer justicia?

Ya pasó una vez en Nicaragua, en los 90. Se dieron elecciones, el régimen perdió el poder, los gobiernos de tendencia neoliberal asumieron la presidencia y Nicaragua empezó una transición hacia la democracia y la paz.

–Pero no hubo justicia…

No, no hubo.

–Ahora tenemos los resultados de esa carencia…

Si.

–¿Sería repetir el ciclo de nuevo?

Yo creo que esa es la intención. Pero una cosa es la estrategia de los empresarios y otra muy distinta lo que yo pueda interpretar. Yo sí creo que quieren o están actuando bajo esa lógica. Yo creo que son bastante inocentes en temas como de política o de activismo, porque lo que he visto yo en los últimos meses es que siempre están cediendo al gobierno. Cedieron quiénes van a ser los dialogantes, han cedido las agendas, el tiempo. Entonces yo creo que bajo su lógica todo es ceder, ceder, ceder para algún día llegar a obtener una concesión.

Tengo entendido que eso es lo que están haciendo, de hecho, tienen diferentes comisiones de trabajo, mesas donde entiendo que están trabajando temas como justicia, temas electorales, pero no hay ninguna mesa de acciones inmediatas en territorios para eliminar al régimen, entonces la lógica de actuar de ellos es como digamos la lógica de trabajo: es una lógica muy occidental, europea, estadounidense, no con una realidad de dictadura y represión.

–Pero eso que me estás diciendo me parece que está un poco en contradicción con la perspectiva que tenías con respecto al sector empresarial, como involucrados ellos mismos en actos delictivos en conjunto con miembros de la dictadura, y que en ese sentido no les interesaría, o no les debería interesar que se hiciera justicia. Me da la impresión que, en ese caso, la justicia sencillamente no cabe en la agenda de ellos. Porque más bien la agenda de ellos sería una salida de la crisis para una cierta estabilidad, y lo demás que se posponga indefinidamente…

Considero que esa es la línea de trabajo de ellos.

–¿Te parece que eso es posible en Nicaragua? dado todo lo que ha ocurrido. es verdad que ocurrió en los 90 y quedaron un montón de casos pendientes porque hubo una guerra, y era la primera experiencia en décadas, y esto que está ocurriendo ha sido una represión brutal, sin guerra, y están todavía frescas las experiencias de los 90…

Los pueblos aprenden algo, ¿no? Yo creo que Nicaragua nunca ha sido un laboratorio para la justicia y la democracia, ha sido todo lo contrario, ha sido un experimento constante para la impunidad y la corrupción. Creo que si no hacemos algo realmente drástico y radical, no creo que eso pueda suceder, digamos que para el nuevo gobierno que llegara a la presidencia de la República tendría que tener un rol prioritario el tema de la justicia y el de la educación del pueblo. Si eso no sucede vamos a seguir cometiendo los mismos errores de toda la vida, porque Nicaragua no es de ahorita que es así, desde que se fundó la República hemos vivido en estos estira y encoge de dictaduras. Yo creo que es un pueblo que olvida fácil, rápido. Por ejemplo el asesinato de Eddy Montes dentro de las cárceles del sistema penitenciario. Eso debería haber significado una paralización inmediata de todo el país, y yo sigo esperando.

–Entonces, si ves que hay una transición, si hay suficiente presión internacional, verdad, y las partes en diálogo deciden que haya una transición, que haya elecciones, ¿creés que Ortega gobernará desde abajo?

Sí, y la violencia seguirán allí conviviendo con la sociedad nicaragüense, y nosotros tendremos que aprender a neutralizar esa violencia…

–Este escenario, esta proyección es bastante desesperanzadora. Todo esto no lleva a una transición democrática, realmente, ¿no lo ves así?

Yo creo que tenemos que aprender de las experiencias pasadas o de países como Venezuela, cuyo guión es exactamente el mismo que está pasando en Nicaragua, y cuando digo aprender me refiero a que en el corto e inmediato plazo hay que empezar a hacer cosas distintas y no las estamos haciendo. Yo creo que tendría que haber una voluntad política de los dirigentes, de los líderes, de la sociedad en general de transformar esa cultura política, pero no es algo que está sucediendo.

–¿Hay alguna transformación que hayas notado en la Nicaragua de antes del 18 de abril y nuestros días? ¿Qué ha cambiado?

Si, yo creo que estamos siendo testigos, por primera vez, de un país que se está involucrando en política, que está hablando sobre las decisiones que se toman, reflexionando, criticando, proponiendo. El reto que tenemos ahora es poder canalizar toda esa energía y llevarla a acciones contundentes, que es la parte que yo siento que nos está faltando.

–¿Creés que va a ocurrir eso?

Yo creo que va a ocurrir, pero no sé cuándo. Por ejemplo, los venezolanos tienen más de 16 años de estar siendo una olla de presión y yo tengo muchos años de estar escuchando que el régimen ya va a acabar, que ya viene el final y así se han pasado la vida. Entonces yo no creo que los nicaragüenses seamos seres exclusivos o especiales, mientras no paralicemos el país, mientras no debilitemos financiera, política e institucionalmente al régimen esto no va a suceder por arte de magia, hay que impulsarlo y para eso estamos nosotros.

–¿Y qué creés, o quién creés que va a impulsar esto?

Yo creo que debemos regresar la mirada a los liderazgos territoriales, a los campesinos, a los jóvenes, a los universitarios, a las madres víctimas de abril, a los presos políticos, a la sociedad en general, porque son por lo general personas que no tienen nada que perder, ellas piensan que ya lo perdieron todo: estamos desempleados, exiliados, tenemos un familiar preso, o un familiar muerto y lo único que queremos es justicia. Entonces esa energía rebelde tiene que volver a alimentar la resistencia. Los empresarios van a estar pensando solo en sus utilidades, en sus empresas, sus comercios, en la transición gradual, en el aterrizaje lento, y creo que no podemos depositar una insurrección popular en un sector élite.

–¿Está muerto el Frente Sandinista o cualquier movimiento que se llame sandinista?

Totalmente, es un zombi andante.

–Ayer había una de esas noticias virales en las redes que decía que la señora vicepresidenta estaba muy mal de salud. Sin desearle nada malo a nadie, pienso en una pregunta válida en política: ¿qué pasaría en Nicaragua si mañana nos damos cuenta que murió Daniel Ortega de causas naturales?

Si se muere Daniel Ortega, institucionalmente hablando asumiría la presidencia la Rosario Murillo, si se muere Rosario Murillo, la presidencia la asumiría el presidente de la Asamblea Nacional y si no, cualquiera de los caudillos de turno, o hijos, cuñados, nietos, amantes, no sabemos, cualquiera de ellos, tal como pasó en Cuba cuando murió Fidel Castro, o en Venezuela con la muerte de Hugo Chávez. La muerte de uno de ellos no es la solución a la libertad de Nicaragua.

–¿En otras palabras, a menos que se opere una transformación política, estamos ante un régimen dinástico?

Totalmente, yo creo que el hecho de que Rosario Murillo haya optado por la vicepresidencia era razón suficiente para que los nicaragüenses nos levantáramos, no lo hicimos, ahora creo que tenemos que estar conscientes que ellos van a venir por más y más, el objetivo es la perpetuación en el poder.

–Todas estas conversaciones acerca de elecciones presuponen que, si las elecciones son en el 2021, ese no es el final, más bien suena como si sería otro principio, ¿no?

Yo pienso que para esas elecciones hay dos caminos. El pueblo se desborda a fiscalizar elecciones, con ayuda de la cooperación internacional, con observadores internacionales, neutrales, profesionales, podemos lograr esa transición, de lo contrario se convertirá en una elección más del montón, como las anteriores que hemos tenido o como las que han tenido los venezolanos, donde siempre se las roban. Ahí llegarán cuatro fiscales inocentes del PLC, del PLI, a querer defender un voto, y van a terminar muertos. Porque el sandinismo va a sacar todo su arsenal de violencia para poder defender sus elecciones.

–¿Entonces, tu expectativa es que la idea de elecciones adelantadas tampoco funciona?

Mi expectativa es que primero desestabilicemos a la dictadura, y después construyamos castillos. Antes no.

–Quizás suene drástico o radical pero no soy yo quien lo plantea. El otro día Humberto Belli en La Prensa hablaba de la posibilidad de una guerra en Nicaragua…

Yo estoy totalmente de acuerdo con ese señor, sorprendentemente, porque no es una persona que goce de mi admiración. Yo le he dicho innumerables veces a la gente de la Alianza Cívica y la Unidad Nacional Axul y Blanco que tenemos la obligación ética y moral con el pueblo de Nicaragua de ayudarles a canalizar su descontento a través de ejercicios civiles y pacíficos. Porque de no hacerlo, lo que estamos haciendo es orillando al pueblo a utilizar métodos del pasado que ya nadie quiere. Entonces, es lógico y normal que si alguien, una persona o un sector no canaliza sus energías, estas se van a acumular y van a estallar, tal cual le sucede a un terremoto.

–Tengo, como mucha gente, una inquietud: está muy claro cuál es el papel de la Alianza, como Alianza, pero ¿qué creés que ha pasado con la UNAB?, ¿por qué creés que la UNAB, o por lo menos la parte de la UNAB que no es de la Alianza, no ha sido capaz de darse cuenta de todo esto que te has dado cuenta, y cambiar de estrategia?

Yo creo que sí lo saben, porque dentro de la Unidad Azul y Blanco hay personas muy valiosas, profesionales, gente que tiene años luchando por los derechos humanos en Nicaragua, no son personas incapaces, son muy inteligentes, pero también han optado por el discurso de la Unidad y ese discurso de la Unidad ha silenciado muchas voces y la rebeldía de ciertos integrantes. Yo creo que están sacrificando luchas individuales por luchas colectivas. Tiene que darse cuando pertenecemos a grupos o sectores gremiales. Yo confío en y creo que la Unidad está siendo cada vez más contundente, animándose a convocar a ciertos ejercicios, pero lamentablemente no gozan del respaldo mediático y popular. Creo que la gente no se identifica con sus liderazgos.

–¿Con los liderezgos de los grupos de la UNAB?

Sí, con excepciones.

–Tengo la impresión de que la mayoría de la población nicaragüense, que es bastante astuta en términos de política, está muy clara de que estas conversaciones no son el camino. ¿Haría falta hacer otro tipo de cosas? En ese sentido la opinión popular sería un terreno fértil para que la gente de la UNAB pudiera plantar sus semillas, ¿por qué no ocurre?, ¿será que hay una separación entre la UNAB y la población?, ¿han perdido contacto con el sentir de los ciudadanos?

No creo, porque fíjate que la gente de la Unidad Azul y Blanco están constantemente consultando y monitoreando la opinión pública, yo creo que eso se debe a personas que por su experiencia organizacional están conscientes de ese poder popular. Lo que no tienen es capacidad de canalizar esa energía, por ejemplo, para convocar un paro fiscal o comercial. No depende de ellos, depende de los empresarios si quieren o no cerrar. Lester Alemán no tiene ninguna empresa qué cerrar, la Violeta Granera no tiene ninguna empresa qué cerrar, son los empresarios. Al contrario, yo creo que ellos están haciendo lo que pueden, pero que no es suficiente. Pintarte los labios de rojo los lunes, ponerse una camisa blanca los martes, ponerte un short rojo los sábados, no va a sacar a Daniel Ortega ni va a desaparecer al régimen. Sí son acciones que suman a una protesta, a un ejercicio constante, pero no son suficientes.

–¿Qué le aconsejarías a ellos en este momento para moverse en la dirección más adecuada?

Que les suenen la mesa a los empresarios para buscar acciones más contundentes, o que los expulsen de la Alianza, porque si no quieren asumir cuotas de responsabilidad que expulsen a tiempo a los empresarios. Si no quieren asumir responsabilidades en esta lucha, pues que se aparten y no estorben.

–¿En qué condiciones quedarían ellos? ¿Creés que solo hacerlos callar es suficiente? ¿Creés que tienen credenciales ante la población para llevar una estrategia independiente?

Yo lo que creo es que lo peor que podemos hacer es no hacer nada. Al menos al vernos en un contexto más difícil, nos vamos a ver en la obligación de ir innovando, y crear nuevas y mejores estrategias de lucha, porque las que se están haciendo hasta ahorita no funcionan.

–¿Mensaje final?

Yo creo que nos estamos encaminando a una destrucción gradual y lenta del país, en todos los sentidos. Los niveles de desempleo están aumentando y por consiguiente la violencia común, la delincuencia, la agresión al pueblo, la desigualdad social y todo lo que eso implica. Entonces yo creo que ese es el camino al cual nos dirigimos, un camino sin retorno, y creo que cada vez se va acelerando mas. Creo que es lo que estamos tratando de evitar y es lo que va a suceder.