La trampa de la negociación con Ortega: “firmar me harás, cumplir jamás.”

Oscar René Vargas
+ posts

Si hubiera negociación, podría ser que Ortega accediera a ceder sobre ciertos puntos. En tal caso, la comunidad internacional le creería nuevamente, y le daría tiempo para cumplir. Ortega dilataría y al final no cumpliría lo acordado. Ese es su modus operandi: golpea, reprime, lleva las cosas al límite y después se declara dispuesto para negociar.

Con la represión dirigida contra precandidatos, líderes y expresos políticos durante las últimas semanas, lo que busca el régimen Ortega-Murillo es generar un clima de terror para evitar que cualquier candidato o liderazgo pueda crecer en sus posibilidades de derrotarlo y, al mismo tiempo, mantener avasallada a la población por medio del terror. La represión dirigida tiene como objetivo forzar una negociación por el temor al incremento de las sanciones con la aprobación de la Ley Renacer.

El propósito de la Ley Renacer es imponer sanciones específicas en contra del sistema sandinista, en caso que el dictador Ortega se rehuse a adoptar reglas adecuadas para unas elecciones «libres, justas, transparentes y observadas», así como restablecer las libertades ciudadanas y respetar los derechos humanos del pueblo nicaragüense.

Dentro de los objetivos claves de esta ley están los siguientes puntos:

  • Exige informes clasificados sobre la corrupción de la familia Ortega-Murillo y sus allegados. 
  • Aumenta y endurece las sanciones contra funcionarios del régimen, incluyendo altos mandos del Ejército, de la Policía y del Consejo Supremo Electoral.

En una factible negociación, los Ortega-Murillo tratarán de ganar tiempo, ceder en lo mínimo para conservar el poder y obtener la eliminación de las sanciones internacionales que afectan a su familia y al círculo íntimo de poder a cambio de algunas concesiones, logrando la impunidad y cuotas de poder.

La represión ha alcanzado tales extremos, con falsas acusaciones, que parece que el gobierno necesita proceder a desdramatizar la coyuntura política, reduciéndola a su mínima expresión. Seamos escépticos, como aconseja el sentido común, la negociación no va a suponer ninguna amenaza para la dictadura Ortega-Murillo.

Hasta la fecha las sanciones han resultado insuficientes, insustanciales e inofensivas, pues no parecen producir resultados positivos sobre la evolución de nuestras múltiples crisis, y tampoco amenazan con destruir el poder hegemónico del dictador. Sin embargo, lo que sí han conseguido es aislar más a la dictadura en el plano internacional. 

Hoy, nuestro país se encuentra nuevamente preso de los efectos perversos de la política del “apaciguamiento”, es decir que estamos presos de esa política internacional de advertencias y sanciones blandas que ingenuamente buscan que el régimen se democratice. Esa política blandengue permitió a Ortega sobrevivir la crisis de Abril, ejercer su política de hechos consumados, consolidar el sistema dictatorial y permanecer en el poder a toda costa. Es decir que los que son favorables a mayores sanciones están errados en creer que con más sanciones se cae el régimen, pero a su vez los favorables a la negociación pecan de ingenuidad, al creer que el levantamiento de las sanciones podrá abrir un sendero de desescalada del actual atolladero sociopolítico para conducirnos alegremente a la democracia.

También están los que piensan que con las negociaciones se puede iniciar un círculo virtuoso de cesiones mutuas; sin embargo, no hay indicio alguno, pues para eso haría falta un pacto previo de compromiso recíproco, al estilo de “sanciones por presos más democracia”. Haría falta que los Ortega-Murillo se comprometan por su parte a algo más, al menos a respetar el Imperio de la ley, condición sin la cual no hay democracia ni salida posible de la crisis actual.

La estrategia de los posibles mediadores (México y Argentina) es buscar el “apaciguamiento” de la represión por parte de la dictadura, a cambio del levantamiento de las sanciones. Es decir, levantamiento de las sanciones a cambio de “rule of law” (imperio de la ley). Sin embargo, sin exigencias de democracia no podrá darse una verdadera negociación con la dictadura.
Si hubiera negociación, podría ser que Ortega accediera a ceder sobre ciertos puntos. En tal caso, la comunidad internacional le creería nuevamente, y le daría tiempo para cumplir. Ortega dilataría y al final no cumpliría lo acordado (está en sus hábitos). Ese es su modus operandi: golpea, reprime, lleva las cosas al límite y después se declara dispuesto para negociar. Es su táctica para ganar tiempo, tensa, suelta la cuerda y negocia, lo que le permite permanecer en el poder. Hay que tener presente sus incumplimientos desde el año 2007 hasta la fecha, para saber cuál es su estrategia: firmar me harás, cumplir jamás.