¿Qué ha cambiado desde el inicio de las protestas de abril 2018?

Carlos Zepeda
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Politólogo - Universidad Complutense de Madrid

Artículos de Carlos Zepeda

«El sandinismo no pasa por buen momento, el liderazgo mesiánico de Ortega está desapareciendo. Como fuerza política no tienen criterio ni orden sin Ortega, y no parece haber relevo generacional, están derrotados, solo les queda el uso de la violencia para eliminar a sus adversarios»

Nadie imaginaba que el orteguismo tuviera una rebelión de la nada. Gran parte de los nicaragüenses estábamos acostumbrados a girar la cabeza ante los atropellos y el abuso de poder del régimen, ya sea por miedo a perder un empleo o a sufrir represalias. 

Foto: Evelyn Flores

Durante años nos resignamos a estar bajo abusos y fraudes electorales, la alianza entre el gran capital y el gobierno dio lugar a un ligero crecimiento económico. ¿Cómo hizo el régimen para contener el descontento popular tras 11 años gobernando? Organizó una maquinaria mediática que junto al gran capital evitaban tocar temas sensibles. En sus medios de comunicación tanto del régimen, como del sector empresarial, promocionaron su alianza corporativa, no así otros medios en minoría que sí enfrentaron al régimen, informando de manera crítica.

El socialismo y cristianismo que la propaganda oficial se esfuerza en hacernos creer, difiere mucho del sistema político actual, un sistema asociado al corporativismo, y  que consiste en la división de los poderes políticos y económicos. Los empresarios se encargan de la economía sin criticar al orteguismo, y este, se encarga de manejar la política.

El corporativismo fue  uno de los sostenes del fascismo en Italia y ha sido usado por el orteguismo en Nicaragua, tan es así, que los empresarios nicaragüenses cabildearon en Washington para que no se aprobará la Nica Act. 

Lo ocurrido en abril 2018 fue el resultado de un hartazgo generalizado en todo el país ante tanta corrupción y autoritarismo. La rebelión puso en jaque al poder, mostró la cara sombría del régimen, que no dudó en ejercer el famoso ‘’vamos con todo’’ de la Vice Presidenta, Rosario Murillo. Eso dio paso a la desarticulación de toda manifestación en contra del gobierno y al desmantelamiento de los tranques con sus ‘‘caravanas de la muerte’’. 

Tras muchos días de manifestaciones y algunas de las principales ciudades tomadas, el orteguismo se sentó a un diálogo nacional con la ‘’oposición’’, junto a la Conferencia Episcopal como mediador, pongo entre comillas a la oposición, porque hasta ese momento la confusión reinaba en todo el país, dado que las protestas no tenían una cara visible ni liderazgo. Entonces no podemos hablar de una oposición formal. 

Llama la atención las personas que representaban a la oposición en el diálogo, muchos fueron funcionarios del sandinismo en los años 80 o militaron en el FSLN, y ahora desde otra formación política aseguran ser opositores a Ortega. En esa mezcla de ‘‘dirigentes’’, estaban líderes que formaron parte del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), formación política que pactó reformas constitucionales en el año 2000 con el Frente Sandinista; de último, estaban los estudiantes. Muchos de ellos víctimas de la persecución y hostigamiento de los paramilitares desplegados en todo el territorio, pero que con gran coraje hicieron que el ‘‘todopoderoso’’ Presidente pudiese dar la cara aunque sea por unos minutos. 

Aún recuerdo con mucha emoción escuchar al estudiante Lester Alemán decirle a Ortega: ‘‘Estamos aquí para negociar su renuncia’’, el joven despertó gran simpatía en el país, porque se atrevió a cuestionar al régimen de frente.

 Si Ortega accedió al diálogo, no fue porque le interesaba aceptar una negociación, sino que fue resultado de la protestas que exigían diera la cara y asumiera su papel. La participación de Ortega significó un triunfo gracias a la presión popular que puso en jaque al ‘‘líder revolucionario’’.

¿Por qué el diálogo resultó ser un fracaso? La negociación como forma de resolución de conflictos es una herramienta bastante útil para solucionar una crisis, el problema no es la negociación, sino, quienes participan, negocian y  representan. Como mencioné anteriormente, las protestas de abril no tuvieron un liderazgo visible dada su espontaneidad, al no existir un líder formal era difícil entablar un diálogo sincero con las partes. He aquí la clave del fracaso del diálogo, porque dio lugar a que viejas estructuras de poder asumieran una lucha que no era de ellos y que utilizó a los estudiantes como moneda de cambio o piezas de ajedrez ante un Estado que estaba en jaque; la imagen fue la de viejos socios negociando entre ellos. 

Hubo rumores de que hasta se estaban repartiendo los ministerios ante un «Gobierno de transición’». Lo cierto es que este diálogo oxigenó al orteguismo, le dio tiempo para reorganizar sus fuerzas ante una «oposición» oportunista y unos empresarios que solo emitían comunicados mientras seguían compartiendo intereses comunes con el gobierno. 

Es doloroso ver tantas muertes, presos y exiliados. Según la Agencia de la ONU para los refugiados, 92.745 nicaragüenses salieron del país como consecuencia de la crisis sociopolítica. [1] Abril no solamente dejó dolor y angustia, también nos dejó lecciones importantes. La primera de ellas, fue la pérdida de la legitimidad del orteguismo y todas las oligarquías políticas y empresariales del país. 

Desde 2018, los intentos de esas estructuras de poder paralelas al gobierno han intentado volver a construir una nueva legitimidad para sus círculos de poder, ellos han creado la Alianza Cívica, Unidad Nacional Azul y Blanco o Coalición Nacional. Sus funciones han sido los comunicados de condenas y de exigencias al régimen de ir a elecciones sin tener estrategias o plataformas políticas que generen confianza a la gente. 

Otra gran enseñanza tras las protestas de abril es el cuestionamiento de los cambios sociales. Lo ocurrido en el diálogo nacional junto al régimen no fue nada casual. Dawn Brancati, en su libro Democracy Protest, plantea la existencialista de dos argumentos, uno el de las élites y otro el de la sociedad civil. Brancati atribuye a las élites el argumento de que los cambios sociales se generan de arriba hacia abajo (Top- down).   Consiste en utilizar la agitación popular para obligar al gobierno a ceder, pero, la lógica de este argumento es que las movilizaciones ponen en peligro la transición a la democracia. 

¿Están las élites en Nicaragua negociando cuotas de poder? Eso es algo que yo personalmente no puedo confirmar, solo puedo sospechar por la situación vista hasta hoy. 

El argumento de la sociedad civil consiste en generar un cambio de abajo hacía arriba, o como la politóloga Brancati lo relata en su libro [2] y lo denomina como Bottom Up, según cual, las protestas pro democráticas desde la sociedad civil obligan a democratizar un país. Un ejemplo de Bottom Up ha sido la actual crisis sanitaria. Mientras la «oposición» pidió tregua al régimen, la sociedad en su conjunto tomó medidas de prevención para enfrentar al COVID 19, ignorando las recomendaciones del régimen de hacer vida normal. 

Ortega y Murillo, aunque ostenten el monopolio de la violencia, no tienen el control del país, su legitimidad está dañada. Desde 2018, Ortega sale cada vez menos, su última aparición fue hace unos días para hablar sobre la Pandemia COVID 19, no dio ningún plan, no dijo nada ni dio alternativas para combatir la Pandemia. Esto demuestra que ambos, Murillo y Ortega, están inhabilitados moralmente para gobernar.

La imagen del régimen está tan dañada, que incluso, fueron expulsados de la Internacional Socialista, expulsión que golpeó moralmente al orteguismo. La presión internacional también ha ido en aumento en contra del orteguismo, las sanciones por parte de Estados Unidos a Rosario Murillo y a su círculo de poder significan el debilitamiento y el poco margen de maniobra que tienen en el mundo. El FSLN pasó de ser un partido elogiado por las izquierdas internacionales, a ser despreciados y criticados en todo el mundo. 

El sandinismo no pasa por buen momento, el liderazgo mesiánico de Ortega está desapareciendo. Como fuerza política no tienen criterio ni orden sin Ortega, y no parece haber relevo generacional, están derrotados, solo les queda el uso de la violencia para eliminar a sus adversarios. 

A dos años de la tragedia de abril, vos como ciudadano elegís la forma de hacer frente al poder, ya sea apoyando a los de siempre o manteniendo la llama viva de una lucha cívica transversal.

[1] Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ACNUR: Informe Mensual sobre las Américas – Diciembre de 2019, 15 Enero 2020, disponible en esta dirección: https://www.refworld.org.es/docid/5e29f3734.html [Accesado el 20 Abril 2020]

[2] Brancati, D. (2016). Democracy Protests: Origins, Features, and Significance. Cambridge: Cambridge University Press. doi:10.1017/CBO9781316480960

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