Reserva moral

Manuel Sandoval Cruz
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El autor es articulista y reseñador.

Artículos de Manuel Sandoval Cruz

 

 

Abril en Nicaragua: huele a lirios en los cementerios, se vierte la sangre en las calles y barricadas; se inundan los ríos con las lágrimas de las madres de los muertos y de los presos políticos, y en otras partes del mundo se vierten las lágrimas del exilio.

El dolor no ha pasado, nuestras demandas siguen siendo Justicia y Democracia, parece que estamos destinados a postergar la espera de la libertad de un pueblo que “a través de las páginas fatales de la historia” se ha desenvuelto entre la guerra y la amnistía, entre el pacto y la corrupción, entre el olvido y la impunidad.

Abril de 2018 nos ha recordado que nuestra cultura política se ha gestado con la sangre del pueblo nicaragüense, sometido a tantos ensayos políticos que han fracasado y que nos hacen ser una incipiente o, por qué no decirlo: inexistente democracia. 

Hasta hoy, la reflexión intelectual sobre nuestra política y el quehacer de la  misma no ha tenido grandes resultados. Andrés Pérez Baltodano se preguntaba si ha fracaso la reflexión de Alejandro Serrano Caldera, y nos responde que el doctor Serrano ha hecho su parte, pero ahora nos toca a nosotros (el pueblo) construir la Nicaragua posible que nace de la “Unidad en la diversidad”. 

No obstante, solo abril pudo unificar “los  vigores dispersos”, solo abril fue capaz de juntar los “archipiélagos inconexos” que teníamos antes (aunque no todos remen en el mismo sentido). La diferencia del ayer y del hoy solo descansa en los principios éticos y morales que ha consolidado la juventud desde el prisma de la apatía y la indiferencia en que estuvo antes de abril. 

Pero no dormía la Nicaragua joven, esperaba el momento idóneo para hacer oír su voz y fue un 18 de abril, hace ya dos años, que encaró a la dictadura y develó lo que en esencia era: un régimen totalitario, enemigo de los derechos humanos y las libertades públicas. 

Llamados (los jóvenes) “reserva moral” por el obispo Silvio Báez Ortega, desde un inicio hemos estado claros de lo que queremos y del principal desafío de nuestra lucha: la autonomía universitaria. Esa es nuestra prioridad para que desde la universidad logremos construir la Nicaragua que merecemos.

Porque es la Universidad, en palabras del profesor Guillermo Rothschuh Tablada, “la rectora social de un país”. Y si en las aulas comenzó el cambio, desde las aulas debe seguir sin dejar a un lado la crítica y la mira hacia otros desafíos, pues ahora más que nunca renunciar a nuestra esencia social (zoon politikon) es impensable. 

Nicaragua merece una nueva  generación de políticos que no tomen por ejemplo el zancudismo de los partidos políticos, la poca democracia que hay en la sociedad civil y sus eternos presidentes, ni los intereses económicos del sector privado. La prioridad de país es la persona, y esa persona debe  se le facilitar el poder emprender, decidir su futuro y actuar en libertad sin el control del Estado, pues debemos pensar que en Nicaragua, si el estado se hace grande, desembocará en autoritarismo, como la revolución sandinista desembocó en la dictadura Ortega-Murillo. 

Sin embargo, tampoco pueden haber exclusiones entre los grupos estudiantiles. La unidad del sector estudiantil vital para que ningún grupo asfixie a otro. Legitimar liderazgos es sano e imperativo, alternar los rostros de la lucha es importante para evitar que pequeños caudillos terminen en grandes dictadores, pues el populismo y el mesianismo hasta ahora parecen ser parte de nuestra genética política.

Y así, como ha dicho Mario Vargas Llosa,  que el populismo, sea de derecha o izquierda, no funciona; también creo al igual que Enrique Krauze que el populismo secuestra la verdad. 

Estamos conscientes que el desafío es grande, que la salida de los Ortega Murillo no es la solución a todos los problemas que como país tenemos. Es necesario fundar una verdadera república, en la que el Estado de  Derecho, la institucionalidad y la gobernabilidad democrática sean la base para garantizar el irrestricto respeto a la independencia de poderes, los derechos humanos y las libertades individuales. Esta lucha es porque nunca más se asesine, encarcele, secuestre, torture u obligue al exilio a cualquier nicaragüense que quiera ejercer sus derechos.

Por ello es que asombran algunas declaraciones estudiantiles del pasado, que han catalogado como “populistas” as exigencias del pueblo. El “líder” estudiantil debe estar consciente de que el respaldo del pueblo fue la fuerza de las protestas y las marchas de 2018. Negar la razón al pueblo es un acto desagradecido que solo para contentar al poder económico. Son expresiones nocivas para la democracia, porque ignorar la voluntad del individuo es lo mismo que hablo  hecho Ortega Murillo para sostenerse en el poder a través de fraudes electorales.

No podemos ni debemos desenfocarnos respecto al objetivo de la lucha. Por Richard, por Álvaro, por Ángel y los cientos de asesinados por ordenes emanadas desde El Carmen. No podemos ni debemos olvidar los rostros de la represión. No deberemos mi podremos amnistiar a los culpables y creer que  todo seguirá igual. La paz no es fruto de la injusticia, de la amnistía o de la impunidad; la paz es fruto de la justicia, que es no dañar a nadie, vivir honestamente y dar a cada quien lo suyo. Nicaragua merece eso y todos juntos podemos lograrlo. 

Aunque aún duela respirar, debemos seguir… 

Manuel Sandoval Cruz

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