Silvio Rodríguez y el ocaso

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

Artículos de Francisco Larios

A lo mejor Silvio Rodríguez podría haber recibido la suya sin el poderoso aparato internacional de la propaganda estalinista que plantó y nutrió el mito de la revolución cubana

Están tratando de llenar el éter de mensajes para crear la impresión de que se acaba el mundo.

Silvio Rodríguez

En otro tiempo y en otro lugar, si el mundo no colapsa antes por una explosión de Covid o de reguetón, el arte de Silvio Rodríguez probablemente sea una fuente pura de placer espiritual, sin que lo enturbie la sombra de la incongruencia ética. Ya para entonces será un detalle de especialista que el mismo ser humano capaz de enjaular líricamente al “eternizador de dioses del ocaso” y al “testaferro del ladrón de los aplausos” y de condenar así, genialmente, al venal o cómodo reaccionario que apoya la inercia del poder, haya terminado reducido a su caricatura.

Ocurrirá que la belleza que creó perdure, y se olvide que su autor fue incapaz de verse en el espejo de su potente intuición poética; que no quiso, o no pudo, traducir la angustiada pose [“qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera, la maza sin cantera”] en verdad vital.

No se le vio, dirán quienes lo estudien, blandir su maza de artista (“si no creyera en la esperanza”) para transformar la realidad fósil de la sociedad cubana, la cantera del poder que aplasta a su gente. Más bien, notarán que Silvio Rodríguez fue cómplice, y fue beneficiario.

Y de esto, creo yo, no cabe duda: Silvio Rodríguez es culpable sin excusa de publicitar durante décadas la falsedad que no solo oculta los desmanes de un régimen que encerró a su país en una cárcel de hierro y hielo, sino de dulcificar para los públicos de otras naciones la imagen del sistema, convirtiéndolo en sueño, trampa, y tragedia.

¿A cambio de qué? A cambio de mucho, debe decirse, porque no hay, en su caso, posibilidad de engaño, y porque su talento pudo, quizás, haberle conseguido el triunfo mundial sin sacrificar su ética y su independencia. Pero la vida es lo que ocurre, no lo que pudo haber ocurrido.  Ser un gran compositor, o un gran poeta, no garantiza la popularidad. El mundo es cruel con la vanidad del artista: pocos hay que reciben en vida la recompensa que creen merecer. A lo mejor Silvio Rodríguez podría haber recibido la suya sin el poderoso aparato internacional de la propaganda estalinista que plantó y nutrió el mito de la revolución cubana; pero podría también haber sido uno de tantos incontables artistas que, aunque talentosos, apenas alcanzan a legar a sus descendientes el orgullo de su obra, y quizás el goce vicario de una fama póstuma.

Y hablo de fama, no de riquezas, porque cuesta imaginar que los pagos de regalías sobre la música de Rodríguez, y las fortunas acumuladas en sus giras, sean enviadas directamente al ministerio de Finanzas de la “revolución”, menos aún al bolsillo de sus compatriotas.

Espero que traten mi escepticismo con misericordia: mi unicornio azul ayer se me perdió.

Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios

2 comentarios en «Silvio Rodríguez y el ocaso»

  • el 15 de julio de 2021 a las 12:08 pm
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    Fijate que aunque es muy lirico tu pieza literaria, existen otros factores que no los queres entender o sabiendolos no los queres exponer. Por que Vietnam no tiene los problemas de Cuba. Por que China. Lo mismo. Es posible que tengas problemas de aceptar otras formas de organizar el Estado, te guste mas la Republica como EEUU, donde mandan los que tienen dinero desde hace doscientos años y no les decis nada y me parece que para vos es casi perfecto. Levanten ese Embargo maldito y otro gallo le canta a la isla. SALUDOS.

  • el 16 de julio de 2021 a las 6:41 pm
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    Soy de la generación que Silvio ilusionó con el canto de sus poesías, hermosa obra musical digna para una revolución que de verdad diera a los cubanos la prosperidad. Haberse inclinado hoy a los verdugos del pueblo cubano equivale a haberle puesto a su obra mil quilos de dinamita en sus cimientos. Me hubiera gustado la conducta de los VanVan y la de la hija de Pablo en su boca.

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