Sumatoria nostálgica de Andrés Moreira: reseña y selección poética

Pablo Antonio Alvarado Moya
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El autor es poeta y promotor cultural.

Artículos de Pablo Antonio Alvarado Moya

La suma de los daños (Casasola Editores, 2020), ópera prima de Andrés Moreira (Managua, Nicaragua, 1991), constituye con sus cincuenta poemas, organizados en cuatro secciones, una obra depurada, erótica, comprometida, desgarradora y revitalizadora. En su conjunto se percibe una voz poética sencilla que, envuelta en un halo de ironía, logra autenticidad y fulgores de originalidad.

No hay búsqueda de novedad ni caza de lo extraordinario en estos poemas, pero sí equilibrado sentido tradicional, que posibilita las facultades expresivas heredadas, sin la burda osadía de arrojarse al vacío poético imperante, porque no se puede engañar al lenguaje, que posee en sí una fuerza ineludible. Y, en consecuencia, todo poema se traiciona a sí mismo al carecer de auténtica facultad de expresión. 

Ahora bien, como sugiere el título, la presente obra representa el inventario doloroso del poeta, sus astillas y cenizas, que con la alquimia del verbo transmuta en luz.  

En tal sentido, la primera sección “Bitácora de extranjería”, serie de veintiocho haikai no renga (haikus), es la piedra angular del poemario, ya que contiene per se las tres unidades posteriores. Por consiguiente, aquí late la nostalgia por el exilio y el anhelado retorno a la patria (Hace frío/ me descubren extranjero. / Uñas con tierra caliente); la hiriente consagración del Eros (Cae el vestido/ tus senos se asoman/ mis pupilas dilatadas); el hondo lamento por el estallido sociopolítico de Nicaragua (Desde el bus/ oigo las paredes/ susurrar genocidio); y unos versos confesionales de las roturas internas (Mañana seré menos joven. / Hoy no gané un centavo/ escribí un verso).En general, si bien estos haiku no se adhieren a la composición clásica (fondo y forma), que comprende tres versos sin rima, de cinco-siete-cinco moras (sílabas) que reflejen el haimi y el nai-inritsu, como elementos obligatorios, mientras el kigo, el kire y la comparación interna, como elementos importantes, no significa que carezcan de calidad, pues cada vez es mayor la tendencia, justificada o no, de romper ese canon oriental, prescindiendo de algunas reglas prestablecidas. Finalmente, es interesante que Andrés, quizá aceptando el destino de Ícaro del poeta bajo el sol de la Poesía, o tal vez por modestia, confiesa: Escribo, borro, reescribo/ y vuelvo a borrar./ Nada florece., lo cual evidentemente es la antítesis de Hokushi: Escribo, borro, reescribo/ borro otra vez y entonces/ florece una amapola. 

La segunda sección “Palabra húmeda” reverbera aquel verso del padre del surrealismo, André Bretón: La poesía se hace en la cama como el amor. Así, sucesivamente, hasta completar los nueve poemas, destaca en mayor y menor grado esta vanguardia: ahí es donde cae la lluvia dorada/ desde mi lengua que paladea tu granada carmesí/ y mis dedos que se multiplican/ al ritmo de tus espasmos; lenguas húmedas y escorzadas:/ como bocas que besan bocas/ como bocas que besan labios henchidos; tus senos se posan en mis labios/ y tus botones retan a mi lengua/ en un vaivén de santos andariegos. Y merecen mención especial los poemas “Carburaciones” y “Mujer oficinista que cruza la calle”, circunscritos al movimiento futurista, hirvientes de imágenes explosivas que causan una “secuencia de objetos en movimiento multiplicándose y distorsionándose como vibraciones”, tal expresó Marinetti. Sin duda, el primero es el más original de toda la selección: El aire baila in cons tan te/ entre sus pistones/ de materia reluciente y humeante/ el motor V-Twin 1200 cm2/ carbura por sus jeans acaderados/ se retira y regresa/ nunca igual al instante anterior/ en la carretera arterial/ donde habita el durmiente que esconde/ palabras en su pecho. Y, entre la destrucción o el amor, concluye con una reminiscencia a los Epigramas de Cardenal, en el poema “Preludio para una despedida” (Un día amaré a otra/ y ya no te leeré ni leerás mis poemas).

La tercera sección “Memorial del fuego” -dedicado a los torturados, secuestrados, desaparecidos y exilados- y los siete poemas que lo conforman son el desgarro, incursión a la angustia de la realidad social, réquiem a la patria, para hacer del lector un partícipe activo (pars capere) del dolor, violencia, soledad, muerte. No es poesía panfletaria ni discurso político, sino sentimiento de compromiso, reivindicación de la libertad, adscrita levemente al influjo del movimiento poético español de los años cincuenta y sesenta. Ante tanto crimen de lesa humanidad impune, aun con fe estéril, se alza la voz al cielo para extender una plegaria, monólogo de la ausencia (Dador de vida/ encendé las brasas/ entre las vísceras del tiranuelo que dejaste nacer), entre el calvario de cargar cientos de cadáveres, un país hecho necrópolis (sucede que, desde el invierno de abril de 2018/ quiero escribir y el llanto no me deja), porque sí, April is the cruellest month y recuerda a los endecasílabos de Lope de Vega: Quiero escribir y el llanto no me deja/ pruebo a llorar y no descanso tanto. De tal modo, en los dos últimos poemas -entretiens- sentencia la tierra baldía donde no crecen los girasoles de Francisco (A casi medio siglo de distancia, el enemigo/ es el mismo: / nosotros; Hoy, hijo mío, todo sigue siendo igual, o peor). ¿Será por esto que Nada florece? ¿No alude al oficio literario, sino a la sangrienta historia de Nicaragua, que escribimos, borramos, reescribimos y nunca aflora su luz?

La cuarta sección, “Hombre roto”, refleja lo más íntimo del libro, confesiones, oscilación del ideal pesimista y, a la vez, proceso revitalizador, resurrección del otro yo, el verdadero, en lo prístino, en ese modo-de-ser-ahí, que se alcanza al aceptar, como Sísifo, las roturas, al no ser más que una forma de reconstrucción. Es esta la ratio de la alegoría al águila (Será preciso desvestirse del plumaje pesado/ hediondo a viejo/ quedar desnudo ante el frío/ esperar largos meses para que crezcan) y así, tras la renovación, desde el peñasco precipitarse como el trueno, diría Tennyson. El poeta, quizá en vano intento, procura suturar las heridas, pero, ante todo, está la incertidumbre, por eso el intertexto de la Metamorfosis, de Kafka (¿o era cucaracha involucionada a humano?). Y así, después se retoma ¿la búsqueda? al rechazar la “inmortalidad prometida”, pues al final tal vez el hombre sea su propia estrella (Señores, he decidido no renacer/ y no vivir eternamente/ la vida eterna es absurda y renacer, egoísta […] ¿y en qué va a creer este hijo de hombre?), hasta culminar afirmándose por enésima vez como un ser fragmentado que, irónica o desesperadamente, se entrega en un epitafio, ya sin mendigar nada, a quien siempre lo ignoró (Elevé mis rezos/ y no fueron escuchados. / Mi llanto no llegó hasta vos. / Aquí estoy, Señor, un hombre roto/ que solo quiere descansar). 

Y, no menos sustancial, dos aspectos relevantes y atractivos -inusuales- de esta obra homogénea: precisión al titular poemas y fenómeno lingüístico del voceo.

He aquí, pues, esta sumatoria nostálgica, resultado del ejercicio constante de lectura y relectura, escritura y reescritura. Observar: florece frente a nosotros este primer poemario como un girasol, una amapola, un lirio luminoso entre las grietas.

Chinandega, Nicaragua
1 de julio de 2020


Andrés Moreira

Andrés Moreira (Nicaragua, 1991). Poeta y editor. Hizo estudios de Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Además, participó en el curso “Literatura y Memoria: Chile a 45 años del golpe militar” en la Universidad de Costa Rica (UCR) y en el congreso “XVIII Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana de Estudiantes” en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Algunos de sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés, y fueron publicados en la revista digital del Centro Cultural Tina Modotti y en la página web de Casasola Editores, respectivamente. Ha colaborado en revistas internacionales como Central American Literary Review (Nicaragua), Círculo de poesía (México), Revista Antagónica (Costa Rica), Letralia (Venezuela) La ZëBra (El Salvador) y Revista Ágrafos, de la que es miembro del consejo editorial.


Poemas escogidos de La Suma de los daños

De Bitácora de extranjería; pp. 14, 15, 38, 36, 30

II

Hace frío,

me descubren extranjero.

Uñas con tierra caliente.

III

Cae el vestido,

tus senos se asoman,

mis pupilas dilatadas.

XXVI

Desde el bus 

oigo las paredes 

susurrar genocidio.

XXIV

Mañana seré menos joven. 

Hoy no gané un centavo, 

escribí un verso.

XXVIII

Escribo, borro, reescribo 

y vuelvo a borrar. 

Nada florece.

De Palabra húmeda; pp.45, 49, 48, 46

Dánae

“Oh boca vertical de mi amor, 
los soldados de mi boca 
tomarán por asalto tus entrañas (…)” 
Apollinaire

Este cuadro de Klimt me recuerda a vos, 

-ese que no vimos 

cuando no visitamos la Galería Würthle en Viena-.

Acostada en mi cama, con tus piernas izadas, 

los ojos cerrados, te abrís 

silenciosa y sedienta 

como biblia… 

ahí es donde cae la lluvia dorada, 

desde mi lengua que paladea tu granada carmesí 

y mis dedos que se multiplican al ritmo de tus espasmos. 

Conozco la palabra que buscás, 

es mi nombre empapado 

en sangre 

para recitarlo y quedarte dormida 

como flotando en líquido amniótico.

Otro texto para celebrar tus senos 

Tus senos se posan en mis labios 

y tus botones retan a mi lengua 

en un vaivén de santos andariegos 

¡esos son! 

Santos cálices que sostienen tu cuello. 

Se refractan en ríos puestos de pie

 como en reverencia. 

Mis dientes pierden filo.

Los cuerpos

“Cuando contemplo tu cuerpo extendido 
como un río que nunca acaba de pasar” 
Vicente Aleixandre

Los cuerpos esparcidos 

entre dunas, 

entre pieles arenadas. 

Inenarrables las manos evocan 

poros devorando extremidades 

lenguas húmedas y escorzadas: 

como bocas que besan bocas 

como bocas que besan labios henchidos. 

Caderas que irán oscilantes. 

La cascada se vuelve río y cenote 

en el abismo donde nace la luz.

Carburaciones 

“Óigame usted, bellísima, 
no soporto su amor” 
Eduardo Lizalde

El aire baila    in        tan

                          cons     te

entre sus pistones 

de materia reluciente y humeante 

el motor V-Twin 1200 cm2 

carbura por sus jeans acaderados 

se retira y regresa 

nunca igual al instante anterior 

en la carretera arterial 

donde habita el durmiente que esconde 

palabras en su pecho 

manía de mar en madrugada 

petróleo que se flagela 

Efecto que causa 

el Infecto 

de Afecto 

al aire 

que danza entre sus pistones, engranajes y cilindros 

a la tierra que toca Isabel 

las bardas derrumbadas al impacto 

si fuera usted un poco menos bella 

si tuviera los pies ahuesados 

y las nalgas inergonómicas al asiento 

de esta desteñida motocicleta V-RodMuscle 

no tendríamos que acelerar 

cada vez que el semáforo

cambie a ROJO.

De Memorial del fuego; pp. 64,65

Fernando 

“Andrés Tu piedra es mi esperanza” 
Fernando Gordillo

Fernando, 

mi piedra nunca fue esperanza de nadie. 

Ha pasado casi medio siglo y ya ves, 

siempre lo mismo. 

Pudo más el dólar que la sangre. 

Toda la tierra, Fernando. 

Desde Alaska hasta la Patagonia 

desde esta esquina hasta las otras esquinas. 

No tienen lágrimas para llorar ninguna patria. 

Ya no hay piedras sino balas. 

¡Dispará! 

A casi medio siglo de distancia, el enemigo, 

es el mismo: 

                       nosotros.

Hoy, hijo mío… 

“Mañana, hijo mío, todo será distinto…” 
Edwin Castro

Hoy, hijo mío, nada es distinto. 

La angustia sigue marchando 

a paso firme sin encontrar fondo. 

El campesino es decapitado, cercenado 

y mutilado por quitarle la tierra suya. 

Que es poca, pero ya no es suya. 

Las hijas del obrero y campesinos 

son las prostitutas de los poderosos, como vos. 

No hay pan y menos vestido 

porque su trabajo no merece ser pagado. 

Las lágrimas se mezclan con sangre en las calles. 

Hoy, hijo mío, nada es distinto. 

Caen bombas lacrimógenas, hay cárcel 

y disparos de Dragunov

para quien ose levantar la voz. 

No puedo caminar por las calles 

porque ninguna ciudad es mía, 

ni de tus manos y de las manos de tus hijos. 

Encerró la cárcel tu juventud 

como también encerró a los míos 

y morirás exilado. 

Hoy, hijo mío, todo sigue siendo igual, o peor…

De Hombre roto; pp.73,75

El oficio de creer 

“Por el aliento de Dios perecen, 
y por la explosión de su ira 
son consumidos.” 
Job 4:9

Señores, he decidido no renacer 

y no vivir eternamente 

(la vida eterna es absurda y renacer, egoísta) 

también decidí caminar 

sin miedo por estos picos 

donde abrí los ojos 

la tarde del suicidio del nazareno 

¿y en qué va a creer este hijo de hombre? 

-Se preguntarán molestos- 

“Pobre, ha perdido la fe”

 -murmurarán compungidos-

creo en la sonrisa de un niño cadavérico 

creo en el llanto de un árbol 

creo en la degradación 

de los cuerpos por benévolos gusanos. 

Pero no creo en su dios, 

ese que ama con ira, y amándolos, se iracunda 

-les responderé-.

Para el niño de 1997 

Existen tardes en las que trabajosamente 

logra sentarse frente al escritorio, 

y se parte en llanto. 

La tarde en que muera -porque así lo decidió-: 

olvidarán que fue un mal hijo, 

un mal hermano, un mal amante, 

un mal poeta y un mal amigo. 

Todos olvidarán que fue un mal padre. 

Que fue malo aprendiendo, 

un mal cristiano. 

Que nunca ganó en nada y 

aceptó la derrota como un vencido. 

Olvidarán que les dio la espalda. 

Que no encontró el verso definitivo (lo más vergonzoso).

También su holgazanería y negligencia 

                                                                    serán borradas. 

Todos olvidarán que desertó de todo, 

                                                                    hasta de la vida.

Porque, queramos o no, 

toda la soledad del mundo 

se desgarra en los silencios de ese niño

Pablo Antonio Alvarado Moya

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