Carta al PEN Internacional/Nicaragua acerca de la defensa de la libertad

Francisco Larios
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El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org.

Artículos de Francisco Larios

Julio 21 de 2019

Gioconda Belli
Presidenta
PEN Internacional/Nicaragua

Estimada Gioconda, y colegas del PEN,

Si me permiten, aquí entre nicas: qué tiempos estos; tanto sufrimiento innecesario, por no haber aprendido ciertas lecciones básicas en casi 200 años de soledad.  No logramos aprender, por ejemplo, que ni un decreto legal, ni la palabra autoritaria de un político, otorgan los derechos humanos de un ciudadano, por lo que tampoco pueden rescindirlos.  No aprendimos que la defensa de la libertad, como la caridad, comienza por casa: por los actos de cada uno, en cada uno de los grupos humanos a los que pertenecemos. Tampoco aprendimos que no puede haber lealtad superior a los derechos humanos. Y, por último, para acabar esta corta e incompleta lista, no aprendimos que es esencial rodear al poder –en cualquiera de los fuertes en que se refugia–de un cerco de vigilancia, antes de que la bestia se escape y embista con toda la crueldad de que es capaz.  Los escritores deberían ser, uno supone, soldados en ese cerco, en permanente alerta. Que no sea siempre así es otra cosa; al fin y al cabo, se trata de seres humanos, a veces obramos bien, a veces mal. 

No creo que sean discutibles estas premisas (¿lo son?).  Asumiéndolas como axiomas de la libertad que perseguimos, escribo a ustedes, colegas del PEN. Les pido actuar de acuerdo a la carta constitutiva de la asociación, que compromete a sus miembros en todo el mundo a defender el principio de la “transmisión sin trabas de pensamiento dentro de cada nación”, “a oponerse a cualquier forma de supresión de la libertad de expresión en el país y la comunidad a la que pertenecen”, porque “el necesario avance del mundo hacia una mayor organización política y económica hace imperativa la existencia de la crítica libertaria hacia los gobiernos, administraciones e instituciones.”

Mi solicitud es simple: que el PEN Internacional/Nicaragua exprese su descontento con la decisión de la vocería de la Alianza Cívica, que utiliza la cuenta @marioaranasevil para divulgar informaciones, recibir comentarios y debatir con el público, de bloquearnos (a mí y al medio de comunicación que represento, Revista Abril) acceso a ese flujo de expresión y pensamiento.  

Aclaro: mi interés es la libertad de expresión, y para ello combatir las “trabas”, como dice la Carta del PEN, que se usen para impedirla, sean estas legales o extralegales. En el caso que nos atañe, por ejemplo, ni el PEN ni yo podemos hacer nada contra el resquicio técnico donde se esconde la intolerancia, porque en efecto, la cuenta es legalmente propiedad de Mario Arana Sevilla, vocero de la Alianza, y por tanto él tiene la prerrogativa de bloquear a quien se le antoje.  

Pero eso es apenas la forma, el disfraz, no el fondo del asunto.  

El fondo es el siguiente: @marioaranasevil es un vehículo de información y debate público de una institución social que juega un papel clave en la vida de todos los nicaragüenses en este momento; ese es su único propósito, y todo su contenido.  La cuenta es “personal” apenas en el sentido de que fue abierta bajo el nombre de una persona (es la usanza moderna, vean @realDonaldTrump, @nayibbukele, etc.). El Sr. Arana la emplea como una manera de privatizar lo público, de excluir al público a su sola discreción.  Digamos que es una forma más de albanisación. Y como estos medios son nuevos, no existe contexto ni precedente legal para cuestionarla. Quizás eventualmente lo haya, al menos en países con tradición democrática.  

Doy un ejemplo. En Estados Unidos los clubes privados excluyeron por muchos años a negros y otras minorías.  Su argumento: esto es propiedad privada, y podemos aceptar o rechazar (bloquear) a quien se nos antoje. Las organizaciones de derechos civiles (los PENs de distintos gremios) no se tragaron el cuento, y se opusieron.  Eventualmente, las cortes estadounidenses decidieron que el criterio de “propiedad privada” no podía usarse como mampara para la exclusión de los ciudadanos, y han forzado a los clubes a cambiar de política. 

Yo no me hago ilusiones, aunque sueño con el momento en que nuestra jurisdicción alcance esos umbrales de libertad.  Pero como demuestra el ejemplo anterior, todo comienza con la conciencia ciudadana del derecho, empieza en el momento en el que damos el beneficio de la duda, no al poderoso “propietario” sino al ciudadano que quiere acceso.  Este es el espíritu del PEN Internacional, y debe ser el espíritu del PEN Internacional/Nicaragua. 

Por eso, por este medio pido a ustedes que me indiquen cuál es el procedimiento formal institucional para solicitar que los miembros del PEN Internacional/Nicaragua consideren mi petición, que imagino—sería grave, a la luz de la experiencia trágica de nuestra nación—no es a discreción de una sola persona. 

Yo debo insistir que se haga, porque la respuesta inicial que recibí de Gioconda Belli me pareció, quizás porque en la premura nos arrastra la tradición, alejada del espíritu y la letra de la Carta del PEN Internacional. 

Algunos pasajes de la breve contestación de la Sra. Belli en las redes sociales (desestimando sumariamente mi queja y defendiendo la postura del Sr. Arana) me parecieron particularmente perturbadores, como el paralelo que estableció entre la molestia que mis comentarios analíticos pueden causar a un personaje público, el Sr. Arana, y la que causarían las prédicas de la esposa del dictador.  No creo que debamos esperar la misma conducta de Arana que la que observamos en Rosario Murillo. Y, por supuesto, una cosa es la crítica política y otra es la homilía siniestra de una psicópata.  

Aún más difícil de digerir se me hace, desde el punto de vista democrático, la referencia de la Sra. Belli a mi “discurso” como “insólito” y, por tanto—se infiere fácilmente—indigno de defensa.  Una vez más, nuestra herencia antidemocrática se infiltra, silenciosa, en el lenguaje. Porque el derecho a la libertad de expresión no se conquista—no hace falta—para que el ciudadano repita las verdades convencionales, cómodas, convenientes al poder o a la tradición.  El derecho a la libre expresión es, ¡precisamente! el refugio del discurso ‘insólito’ [según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: adj. Raro, extraño, desacostumbrado.]  

Mi interés, reitero, es que hagamos honor a los ideales que predicamos, y a las metas de la organización a la que pertenecemos.  Yo no tengo expectativa alguna—ojalá me equivoque—de que el Sr. Arana desista de su actitud intolerante (sin mencionar que es, miren que ironía, insólito, que un hombre público no quiera escuchar ni ser escuchado por ciudadanos interesados en su labor).  Pero sí espero que el PEN Internacional/Nicaragua actúe conforme a principios, más que a la inercia cultural autoritaria que tanto daño nos ha hecho, o a cualquier conveniencia política o lealtad personal; y que se coloque, sin ambigüedades y vigorosamente, del lado de la libertad.  

Es lamentable, porque nos hunde en lugar de ensalzarnos, no dar voz a la lucha contra la intolerancia, venga de donde venga, y en lugar de eso presentar a don Mario Arana como expositor en un foro del PEN Internacional/Nicaragua sobre… ¡la importancia de las libertades públicas en el desarrollo económico!  Hay quienes me han dicho: “no te compliqués la vida, así son las cosas en Nicaragua”. Pero yo lo que quiero llegar a decir es “así eran las cosas en Nicaragua” hasta que decidimos que no fueran así, hasta que cada uno, en su conciencia, su casa, su gremio, su trinchera, hizo su parte para que el sacrificio de todos nuestros chavalos y ciudadanos autoconvocados no quedara en nada, como tantas veces antes– hasta que nos volvimos alérgicos a la intolerancia.

Atentamente,

Francisco J. Larios

Francisco Larios

El autor es Doctor en Economía, escritor, y editor de revistaabril.org. Artículos de Francisco Larios