El poeta y su salterio

Roberto Carlos Pérez
+ posts

Querido Padre Ernesto Cardenal:

La poesía nicaragüense, usted lo sabe, estalló a finales del siglo XIX y fue el Big Bang, la creación de nuestras letras, el germen Divino, cuando un joven mestizo que vivió su infancia y adolescencia en la ciudad de León, ensalzó el idioma que recibió en herencia tras el encuentro de dos mundos, pero que antes, en la Edad Media, hizo hablar al Arcipreste de Hita de la siguiente manera:

Como dice Salomón, e dice la verdat, 
que las cosas del mundo todas son vanidat, 
todas son pasaderas, vanse con la edat; 
salvo amor de Dios, todas son liviandat.
(Libro de buen amor)

En la poesía de Rubén Darío se conjuga la historia de una lengua, que es también una realidad y que no ha cambiado porque, como nos recuerda Don Quijote «ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir» (I,IX).

Esa historia y ese porvenir han arrastrado el legado de Darío y, para gloria de Nicaragua, se hicieron visibles cuando, en 1964, aparecieron sus Salmos. Ese mismo año la dinastía Somoza arreció la represión en Nicaragua debido a la reciente fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Sus Salmos, junto con sus Epigramas (1961), le dieron la vuelta al mundo y usted se convirtió en el poeta nicaragüense más reconocido a nivel internacional después del autor de Azul… y Prosas profanas.

Como el rey Salomón, y su padre, el rey David, en aquel doloroso 1964, usted, asistido por el salterio y abrasado por la lumbre de la Teología de la Liberación, entonó sus Tehilim ( תְּהִילִים, ), sus Salmos, o alabanzas como eran conocidos estos poemas en la lengua de los reyes de Israel. 

Como muchos de los Salmos del Antiguo Testamento, los suyos son desgarradoras lamentaciones dichas en un código poético conocido en Nicaragua como Exteriorismo, técnica literaria que procuró la sencillez y la reproducción exacta de la realidad propugnada por el Realismo europeo y que, a su vez, adoptó el habla llana, es decir, el Conversacionalismo del que habló Roberto Fernández Retamar. 

Sin embargo, en sus Salmos usted no se vistió de poeta, sino que se convirtió en un ciudadano más que entendía que la poesía es un hecho histórico, social y fundamental capaz de dar cuenta de las atrocidades cometidas no sólo por los Somozas, sino por la pléyade de dictadores que entonces atenazaban el corazón y las ansias de libertad en Hispanoamérica. 

En los Salmos los lectores nicaragüenses asistieron a una desnudez verbal que entablaba un pacto lingüístico, pues su astucia poética lo hacía pensar que tanto usted como ellos tenían la misma interpretación verbal, sobria y sin complicadas dislocaciones sintácticas de la realidad que los rodeaba. Sus Salmos son anécdotas, apóstrofes, quejidos, llanto con los que inauguró una voz, una nueva forma de percibir la misión del poeta ante los nuevos retos sociales. 

Este cometido llegó a su fin en Nicaragua con el arribo del nuevo milenio. Los jóvenes escritores, hijos de la guerra, decepcionados y golpeados por los traumas que ésta les produjo, aunados con la ambición, el ansia de poder y la desmesurada corrupción de sus líderes, apostaron por mirarse hacia adentro y desnudarse ante la soledad, el dolor y la muerte, sintiendo estos como hechos existenciales. 

No obstante, esos jóvenes, cuyas edades hoy oscilan entre los treinta y los cuarenta años, recitan de memoria sus Epigramas, que ya son parte del acervo cultural nicaragüense, posiblemente sin entender a plenitud que usted, al traducir del latín los epigramas de Catulo y Marcial, asimiló el «canon» para decirnos que la vieja Roma se convertía en la Nicaragua somocista, y el amor condicionado, hiriente y herido, en un aspecto más, aunque vital, de las actitudes urbanas, es decir, de las cívitas

Desgraciadamente, aún el siglo XXI, a muchos de los que nos dedicamos a escribir nos mueve la falsa ilusión del parricidio. Creemos que matando al padre crearemos nuevos rumbos y nuevas formas poéticas. Esto no es más que ansia de fama y poder. A querer o no, escribimos porque usted y Darío nos allanaron el camino. 

Se me ocurre que si en la Nicaragua de los ochentas nos hubieran enseñado a leer a Dante quien, en el octavo círculo del Infierno de la Divina Comedia, encerró a los orgullosos, condenando así la vanidad y la naturaleza efímera del renombre, tal vez este mal no existiría entre nosotros. 

Dice Dante en los tercetos inventados por él, la terza rima para alabar a la Santísima Trinidad: 

El humano rumor tan sólo estriba 
en leve soplo de variable viento 
que alza al nombre y, si cambia lo derriba.
(Versión de Ángel Crespo). 

En la Nicaragua de 2020, en la que Daniel Ortega y Rosario Murillo, los nuevos dictadores, han superado con creces las maldades, los asesinatos y los hurtos de los Somozas, los Salmos de usted han cobrado vigencia y son citados a diario en las redes sociales. 

Aunque la mayoría de los jóvenes que los citan ya no creen en esa esencia divina e inexplicable que movió al Arcipreste y a los místicos a tratar de describir el amor ilimitado de Dios, usted les sigue ofreciendo su salterio para que podamos racionalizar la nueva barbarie nicaragüense. 

Sus Salmos han cobrado verdadera vigencia a raíz del baño sangre iniciado el 19 de abril de 2018, y con uno de ellos les imploramos, como usted lo hizo, al Espíritu Santo, al Padre, es decir, a la visión, al conocimiento y al estado íntimo del «ser», que tuerzan el brazo de los nuevos tiranos:

Escucha mis palabras oh Señor
                                                            Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gángster.

No existe sinceridad en sus discursos
ni en sus declaraciones de prensa
 

Hablan de paz en sus discursos
mientras aumentan su producción de guerra

Hablan de paz en las Conferencias de Paz
y en secreto se preparan para la guerra

                              Sus radios mentirosos rugen toda la noche

Sus escritorios están llenos de planes criminales
                                                                      y expedientes siniestros
Pero tú me salvarás de sus planes

Hablan con la boca de las ametralladoras
Sus lenguas relucientes
                                            son las bayonetas…
Castígalos oh Dios
                                    malogra su política
confunde sus memorándums
                                                      impide sus programas

A la hora de la Sirena de Alarma
tú estarás conmigo
tú serás mi refugio el día de la Bomba

Al que no cree en la mentira de sus anuncios comerciales
ni en sus campañas publicitarias, ni en sus campañas políticas
                                                                      tú lo bendices
lo rodeas con tu amor
                                        como con tanques blindados.

(«Salmo» 5).

Roberto Carlos Pérez

Artículos de Roberto Carlos Pérez