“Ich wuste es nich” en la era de Trump [¿De veras te creíste, abuelo, que Biden era socialista?]

Pío Martínez
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…detrás del telón de la ópera bufa que es esta presidencia se mira un hombre pequeñito y mezquino, montado sobre una divisiva campaña de odio y de miedo…

Gaslighting. Eso fue lo que vimos a lo largo de las cuatro noches de la Convención Nacional Republicana. Ahí frente a los ojos de todo el mundo la familia Trump y los republicanos a su servicio escondieron detrás de una luminosa pantalla al hombrecito fascista, racista, misógino, egoísta, narcisista e incapaz para el cargo que ocupa que todos hemos visto, y en su lugar nos mostraron, como si fuese real, la imagen del presidente que Trump prometió ser y nunca fue porque no puede serlo pues es un impostor y lo suyo es imagen nada más, fachada sin nada detrás de ella, fake.

La Enciclopedia Británica define gaslighting como “una técnica elaborada e insidiosa de engaño y manipulación psicológica, generalmente practicada por un solo engañador, o «gaslighter», en una sola víctima durante un período prolongado. Su efecto es socavar gradualmente la confianza de la víctima en su propia capacidad para distinguir la verdad de la falsedad, lo correcto de lo incorrecto o la realidad de la apariencia, volviéndola patológicamente dependiente del “gaslighter” en sus pensamientos o sentimientos” (mi traducción, casi literal).

Trump ha practicado esta técnica a escala masiva con la sociedad estadounidense. Desde el primer día, cuando pretendieron convencernos de que la asistencia a la ceremonia de inauguración había sido mucho mayor de lo que fue, Trump y los suyos han venido cada día intentando esconder la realidad, mostrando sus fracasos como éxitos, inventando frente a nuestros incrédulos ojos una realidad que no es la misma que nosotros percibimos y en la que vivimos. Eso fue lo que hicieron de modo intensivo en las cuatro noches de la convención. Quisieron convencernos de que lo que vemos cada día no es cierto, que la verdad es la que ellos nos cuentan y no la que percibimos. 

Así, en estas cuatro noches, fueron mostrados como logros tropezones de Trump en política internacional, acciones que perjudican a Estados Unidos y favorecen a sus enemigos, Rusia sobre todo, de tal modo que mucha gente seria ha llegado a considerar que Trump está al servicio de Vladimir Putin. Quisieron convencernos de que el resto del mundo respeta y admira a Trump cuando solo basta leer medios de prensa internacionales para darse cuenta de que este presidente es nada más que un hazmerreír para el mundo, laughingstock, y los gobiernos del mundo entero están a la espera del final de su mandato. 

Los estragos [evitables] de la pandemia y la propaganda Republicana

Para no ir más lejos diré que, además, la Convención Republicana intentó hacernos creer que la gestión de la pandemia del Covid-19 que ha hecho el presidente ha sido exitosa mientras todos le hemos visto trastabillar, mentir, negar la pandemia, proponer curas milagrosas, decir que pronto pasaría y en lugar de seguir las recomendaciones de los expertos seguir sus propios impulsos y hacer aquello que a su juicio le conviene a él mismo y su futuro político aunque no le convenga a la población, de tal modo que los Estados Unidos ha sido el país avanzado que más ha sido afectado por el Covid-19 en su economía y en el número de casos de contagio y de muertes, entre otros terribles indicadores. La pandemia ha dejado en evidencia la total incapacidad de este presidente. Ha dejado en claro que para Trump solo Trump es importante, todo gira alrededor suyo y no le importa sacrificar a los ciudadanos si con eso salva la economía y logra de esa manera su reelección.

Pero que Trump y aquellos que se lucran de su presidencia intenten engañarnos no quiere decir que puedan conseguirlo. A la disposición de quien quiera verlo hay innumerables muestras de todo tipo de la incapacidad de Trump, de su racismo, de su xenofobia, de su misoginia, de su fascismo, en fin. Quien quiera verlo puede darse cuenta de lo peligroso que es este presidente para el mundo y del enorme riesgo que representaría si fuese electo de nuevo, pues ya no tendría razón para frenar sus peores impulsos como hace ahora que quiere ser reelecto. No es posible escapar a la evidencia, ella está ahí frente a nosotros. Las noticias nos lo muestran cada día, pero además existen videos, documentales, artículos periodísticos, ensayos, libros, y otras formas de comunicación que han producido personas que han trabajado en su administración o han sido cercanas a Trump, y hasta familiares suyos, que nos dejan ver claramente lo que ocurre detrás de la cortina de humo que el trumpismo ha tendido. Nos dejan ver quién es el presidente y qué lo mueve. Allá detrás del telón de la ópera bufa que es esta presidencia se mira un hombre pequeñito y mezquino, montado sobre una divisiva campaña de odio y de miedo, preocupado de sí mismo nada más, un individuo mentalmente trastornado, soberbio, engreído, incapaz de sentir empatía, desprovisto de la capacidad necesaria para conducir los destinos de ese poderoso país y decidido a destruirlo si es necesario con tal de conservar incólume la falsa imagen que de sí mismo se ha construido.

“Ich wuste es nich”

No voy a comparar el trumpismo con el nazismo. Por muchas razones que no viene al caso mencionar me parece que hoy por hoy es esa una comparación descabellada y quien la hace muestra nada más su ignorancia y su falta de imaginación. Solo quiero decir, haciendo referencia a aquel doloroso momento de la historia, que muchos de quienes vivieron el nazismo y lo sobrevivieron, cuando aquella pesadilla terminó dijeron que no supieron de los enormes crímenes de aquel régimen tenebroso, nada de la existencia de campos de concentración y del exterminio sistemático de los judíos y de otros que para el régimen eran indeseables. “Ich wuste es nich” (“yo no sabía”), repetían y mucha gente de buena fe piensa que eso es posible, que la propaganda y la desinformación no dejaron ver a mucha gente la magnitud de lo que ocurría.

Mucha otra gente piensa, sin embargo, que quien quisiera haberse dado cuenta de los horrores del nazismo habría podido hacerlo sin realizar un esfuerzo extraordinario, tal como lo hizo Friedrich Kellner, un funcionario judicial alemán que entre 1939 y 1945 llevó un diario en el que denunciaba los crímenes del nazismo basándose en la lectura de los periódicos de la época y en conversaciones sostenidas con diferentes personas. Sus anotaciones (que solo serían publicadas en alemán en 2011 como «Friedrich Kellner, ‘Vernebelt, verdunkelt sind alle Hirne,’ Tagebücher 1939-1945.» y en inglés en el 2018 con el título “My Opposition: The Diary of Friedrich Kellner – A German against the Third Reich»), describen fielmente las atrocidades del régimen y dejan ver que las cosas no estaban tan ocultas como muchos abogaron luego, y hacen dudar de la veracidad de los alegatos de ignorancia.  

Sin entrar a esa discusión, diré que es cierto que ha habido y hay aún regímenes autoritarios donde muchos no saben de todo lo que ocurre pues los órganos de propaganda y las agencias llamadas de “seguridad del estado” esconden de sus habitantes crímenes horribles que solo salen a luz y son conocidos mucho tiempo después de ocurridos, o no salen nunca a la luz. Usted, por ejemplo, probablemente no sabrá y se asombrará de saber ahora que en los años 80 del siglo pasado se crearon en diferentes puntos de Nicaragua campos de detención para confinar a indígenas y campesinos habitantes de áreas fronterizas e impedirles regresar a sus lugares de origen, de los que habían sido sacados violentamente por el ejército sandinista que luego envenenó las fuentes de agua, incendió las viviendas, mató el ganado, echó abajo los árboles frutales, arrasó en fin aquellas áreas como una estrategia de guerra para impedir el contacto de la contra con la población e imposibilitar de ese modo el refrescamiento de las tropas, el abastecimiento y el reclutamiento de nuevos miembros para las fuerzas de la resistencia. Aquellas áreas se convirtieron en tierras de nadie en las que todo lo que se movía fue blanco para el ejército sandinista.  

Sobre las cosas que ocurren en el presente, viviendo como estamos en la era de la información nadie podrá alegar en el futuro que desconocía lo que ocurría, que no supo quién era Trump realmente y las cosas que pensaba y perseguía. Toda la información está ahí, disponible siempre, a cualquier hora del día o de la noche para quien quiera enterarse. Ni siquiera es necesario abandonar nuestro cómodo sillón para estar enterados, basta con tomar nuestro computador o nuestro teléfono inteligente. 

¿De veras te creíste, abuelo, que Biden era socialista?

Frente a lo que está ocurriendo en Estados Unidos, con las elecciones a la vuelta de la esquina es imprescindible estar enterados, sobre todo aquellos que pueden votar en ellas. Es nuestra obligación estar enterados, abandonar nuestros prejuicios, nuestras inclinaciones, nuestras emociones y mirar por encima de nuestras creencias, y empezar a pensar por nosotros mismos y examinar fríamente lo que vemos. Un día seguramente seremos llamados a cuentas, no por un juez, sino por aquellos que amamos y probablemente esperan de nosotros una actuación conforme a valores universales. Si usted es de quienes apoyan a este presidente, usted sabe muy bien quién es Trump, el daño que hace y es capaz de hacer no solo a su país sino al planeta entero. ¿Qué va a decirles usted a sus hijos y nietos cuando les diga que votó por Trump? ¿Qué les dirá cuando lean las cosas que usted ha escrito defendiendo a Trump? ¿Qué dirá usted a sus nietos piel canela o chocolate cuando le pregunten cómo fue posible que votara usted por un hombre que odia a quienes tienen el mismo tono de piel que ellos? Le preguntarán porqué votó usted en favor de los supremacistas blancos ¿qué les responderá usted?

Si Trump consiguiera reelegirse con la ayuda de usted ¿cómo explicará usted a los suyos el apoyo que dio al hombre que era claro perseguía la destrucción de la democracia estadounidense? Sus descendientes le preguntarán a usted si de veras se creyó los cuentos que contaban Trump y los trumpistas. Le dirán: ¿De veras te creíste, abuelo, que Biden era socialista? ¿De verdad que no fuiste a averiguar qué cosa significa «socialismo»? ¿De verdad que no te diste cuenta de que Biden es un hombre decente, un hombre honrado, que era el retorno a la normalidad, al civismo, que era capaz de reparar la economía? ¿Cómo fue que pudieron engañarte? 

¿Qué les dirá usted a sus hijos y nietos? Vaya pensándolo, pues cuando le pregunten usted no podrá alegar que no sabía nada.