Los trumpistas tropicales
[un caso de autodesprecio y desdén por la democracia]

Pío Martínez
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Me produce una profunda pena pensar en esos mis connacionales corriendo tras un espejismo, apoyando, amando a quien les odia, y en ese proceso odiándose a sí mismos, a su gente, a su cultura.

¿Qué podemos hacer con nuestros trumpistas?, me pregunta una de mis contactos en FB. No mucho, creo. Pienso que podemos intentar que entren en razón, argumentar, explicar, informar, hacerles ver la profundidad de su error. Pero me temo que eso será inútil, que los trumpistas tropicales no gustan tanto de la democracia y que ahora puestos allá en un país y una sociedad donde podrían disfrutar de la libertad a plenitud, en vez de eso prefieren la cadena, la bota sobre el cuello, la libertad administrada y dada a cuentagotas, y solo para algunos.

Quizás será porque nacieron y crecieron en dictaduras y se acostumbraron quizás al hombre fuerte, al caudillo. Quién sabe, me es difícil entenderles pues son extrañas criaturas, como esas mariposas nocturnas volando hacia el ardiente foco que las abrasará.

El hombre anaranjado les desprecia, como desprecia todo lo que es no-blanco. Cuando ya no necesite de sus votos los echará a la basura como al cascarón vacío de un huevo ya comido. Quizás aquellos latinos de piel clara o que han palidecido manteniéndose a la sombra en el verano, y dentro de sus casas en los fríos inviernos, se creerán blancos, se creerán aceptados por los supremacistas blancos, sin entender que para éstos, y para el anaranjado, blanco es otra cosa, mucho más que el color de tu piel y la ‘fineza’ de tus facciones.

Me produce una profunda pena pensar en esos mis connacionales corriendo tras un espejismo, apoyando, amando a quien les odia, y en ese proceso odiándose a sí mismos, a su gente, a su cultura. Deseo profundamente que la pesadilla del trumpismo termine este noviembre. Si no es así, veremos, sin lugar a dudas, cómo el monstruo se vuelve contra estos que ahora le aplauden frenéticamente. 

Es cosa sabida que mal paga el diablo a quien bien le sirve, y después de noviembre, si sobrevive, Trump seguramente arreglará sus cuentas y dará su paga a sus servidores.