¿Un Saakashvili nica? ¿Una «democracia híbrida”? No, gracias.

Carlos Quinto
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Hay que estar alertas, descubrirlos, e impedir que, en nombre de un cambio falso, de una falsa o “híbrida” democracia, consigan instalarlos en el poder.

Ante el empantanamiento, desmovilización y desmoralización del movimiento de contestación a la dictadura, se ha caído en una entropía nociva que no deja visualizar nada bueno.

La dictadura se consolidó, primero, por el apoyo de los oligarcas del «gran capital», siempre fieles y sumisos al tirano, independientemente del nombre del monigote gremial que de la cara por ellos; segundo, por el control total de las instituciones; y, tercero, por el monopolio incontestado de la violencia.

Ya pasamos el punto (mayo- junio 2018) en que se vislumbraban opciones buenas y malas. Ese barco no solo ya zarpó, sino que esta hundido en el fondo del mar. Solo nos queda debatir entre opciones malas y peores.

La nueva meta de la “intervención limitada”: “la democracia híbrida”. 

Hasta la vaga esperanza en la «comunidad internacional» se desvaneció. La OEA es una mafia de izquierdistas trasnochados coordinada por un Tupamaro. E independientemente de quién gane las elecciones en los EE. UU., esperar más de lo que ya hubo es iluso. No habrá intervención directa, ni harán nuestro trabajo. Los dos partidos dominantes en los EE. UU. tienen clarísimo que la política exterior apenas hace ganar algunos votos, pero puede hacer perder muchos. Con una elección reñida a la vista, no están dispuestos a ninguna frivolidad en ese terreno.  La nueva repugnancia por intervenir directamente que siente la potencia dominante del hemisferio–en la que tantos ponen sus esperanzas–determinará su futuro rumbo a seguir en cuanto a Nicaragua; harán lo que, cuándo y cómo les convenga más, no por consideración a intereses que por ser de otras naciones son para ellos de secundaria importancia. Descartada totalmente una intervención militar, aún una limitada a apoyo logístico –único escenario que aterrorizaría a la tiranía–la solución para este impasse sin alternativas aparentes, incómodo para el poder extranjero, pero mortal para el pueblo, es la implantación de una solución a la medida. De ahí que los diplomáticos de Estados Unidos parezcan seducidos por la fórmula de la “democracia híbrida”, aplicada con éxito en otros países del mundo que incluso son geopolíticamente mucho más importantes que Nicaragua, pero carecen como esta de la suficiente relevancia estratégica para arriesgar el retorno a casa, en bolsas plásticas y en ataúdes con bandera encima, de soldados estadounidenses. Por ser poco costosa de aplicar, dada la corrupción imperante de los caciques nicas, gratis en términos militares, y políticamente beneficiosa en términos de imagen de potencia responsable, una «solución» a la ucraniana o a la georgiana para Nicaragua parece irresistible en Washington. 

¿Cuales son las características requeridas de un «dirigente a control remoto»?

Para ejecutar este tipo de estrategia, los intereses hegemónicos necesitan títeres sin escrúpulos, pero con competencia profesional y una imagen de modernidad que los distinga de los pretendientes de la politiquería tradicional, expertos únicamente en el servilismo y el robo; necesitan individuos que puedan hacer pasar por «líderes» pero que puedan manejar a voluntad.

Estos “líderes” precisan tener menos patriotismo que obediencia ciega al diktat extranjero, una absoluta falta de moral y escrúpulos, y aceptar de que, de ser elegidos, deberán administrar con moderada competencia, pero sin excentricidades ni fantasías, más que gobernar con apego a la independencia de su país. En recompensa, se les permitiría meter los brazos hasta los codos en el tesoro nacional, siempre que repartan el botín con otros poderes facticos tradicionales que estén en buenos términos con sus protectores.

Saakashvili, expresión suprema del títere mercenario

Si alguien encarna y ejemplariza magistralmente ese rol, es el impresentable expresidente de Georgia Mikheil Saakashvili. Este hombre, personificación del camaleonismo oportunista como estilo de vida, fue la materia prima perfecta para la creación del Frankenstein político ideal. Saakashvili nació con ciudadanía soviética, se convirtió en georgiano tras la independencia, sus patrocinadores y protectores lo metamorfosearon a ucraniano. El perfecto apátrida. Surgido de medios relativamente modestos, dotado de una ambición cegadora y sin detenerse ante principio alguno, se ofreció a una potencia extranjera que vio su venalidad como virtud y lo preparó con becas prestigiosas, estudios avanzados y membresías, le financió institutos de estudios sociales y derechos humanos, le dio como por arte de magia acceso privilegiado a círculos políticos y organismos multinacionales reservados a jefes de estados, embajadores y figuras políticas conocidas con verdadera representatividad y apoyo popular. El apoyo decidido de sus patrocinadores, quienes no escatimaron en formación, tutelaje, financiamiento, publicidad intensiva, manipulación, promoción, presiones y amenazas, lo impulsó irresistiblemente hasta la presidencia de Georgia. 

Pero como ocurre inevitablemente en los casos en que el individuo no esta a la altura de su rol, Saakashvili fue poseído por la maldición, común entre políticos y gobernantes, de la hibris, y terminó hundiendo al país en la corrupción. No contento con eso y deseoso de demostrar su entrega hacia sus patrocinadores, al tratar de impresionarlos y de quedar bien con ellos sobreestimó su propia importancia y provocó a una potencia vecina adversaria de sus protectores, lo que le costó a Georgia ser invadida y sufrir la pérdida del territorio de dos de sus provincias principales.  Fue derribado del poder dos veces, y huyó del país, acusado de cargos criminales.

Sus patrocinadores, aunque contrariados, supieron reconocer los servicios del títere georgiano y no solo lo rescataron, sino que encontraron para él otro rol de mercenario. Así que Saakashvili renunció a su ciudadanía georgiana y recibió, por la presión asfixiante de sus patrones, la ciudadanía ucraniana, para ser gobernador regional en un país que apenas conocía, y de una provincia en la que jamás había estado. ¡Ah, la gratitud! ¡Qué útiles son los apátridas liberados de todo patriotismo!

Una vez en su nuevo puesto de poder en Ucrania, y validando una vez más el refrán de que «gallina que come huevos ni que le quemen el pico…» Saakashvili volvió a las andadas, a saquear el erario al por mayor. Sus anfitriones forzados, resentidos ahora por la imposición de semejante espécimen, abrogaron su nacionalidad ucraniana; nuevamente tuvo el ambicioso político que escapar, acusado de corrupción.  Y una vez más, sus protectores presionaron intensamente a Ucrania para que le restituyera la nacionalidad ucraniana: «es un HdeP, pero es NUESTRO HdeP». 

En resumen, tras destruir su país de origen y devastar una región de su país de refugio, este delincuente no ha pasado ni una solo noche en la cárcel.  Pero sí paso de ser un becado anónimo a una figura infame y multimillonaria 

¿Saakashvilis para Nicaragua? 

Puede que a muchos se les haga fácil imaginar la historia de Saakashvili reflejada en la ascensión de personajes criollos que llenen todos los requisitos de base: que operen de manera similar, sin rendir cuentas, sin ninguna transparencia sobre quién es la mano que mece sus cunas, quiénes son los padrinos poderosos que los apoyan en la sombra, con «generosidad» política y financiera; que cuenten con una ambición desmedida y vanidad sin limites, presencia mediática rayana en el culto a la personalidad, y  relevancia desproporcionada en relación a sus grados de representatividad y popularidad real. ¿Sería esta analogía solo un producto de la imaginación? 

En cualquier caso, hay que estar precavido y recordar que por más amable y jovial que sea el rostro que supuestamente represente “cambio”, detrás puede esconderse un personaje como el georgiano, individuo de enorme peligrosidad para cualquier país, porque esconde el anzuelo del engaño bajo la carnada de los modales. 

Por eso no puede aceptarse Frankensteins prefabricados, ni dejar que se desarrollen hasta que sea ya demasiado tarde. Y no por las razones que puedan mover a las oligarquías locales: la desconfianza y el desdén hacia un actor que no sea “uno de ellos”.  

No queremos un Saakashvili nica sencillamente porque no queremos un engaño de cambio, otro paso en falso al tratar de salir de una dictadura, porque repudiamos firme y conscientemente que intenten dar al pueblo de Nicaragua más atol con el dedo.


Los poderes fácticos extranjeros necesitan Yushchenkos, Timoshenkos, al-Malikis, Kaizais, y–en su expresión suprema de títeres mercenarios–Saakashvilis. Hay que estar alertas, descubrirlos, e impedir que, en nombre de un cambio falso, de una falsa o “híbrida” democracia, consigan instalarlos en el poder.